Las Fiestas y los vínculos: ¿por qué aparecen los conflictos?
 

Las Fiestas de fin de año y los vínculos (familia, pareja, soledades): ¿por qué aparecen los conflictos?

Las Fiestas Navideñas suelen ocasionar disputas familiares -nuevas o antiguas- y muchas veces eso arruina el festejo. En esta nota el Dr. Walter Ghedin brinda herramientas para hacer frente a esos factores en una época tan sensible como el fin de año.
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La llegada de las fiestas moviliza emociones, algunas alegres, optimistas, otras no tanto, cargadas de evocaciones y sentimientos tristes. Por lo general los adultos se predisponen con estos sentimientos ambiguos que los niños no tienen.

Siendo niños no podemos entrever la resonancia emocional de las muertes acontecidas o las rencillas entre los familiares. La inocencia está atenta a la espera de las doce para abrir los regalos. Quizá, siendo adultos añoramos la mesa grande, el compartir juegos, algo de la ilusión que despertaban esas noches especiales.

Si bien son complicadas las fiestas en familia, quizá no lo sea para estar con la pareja. La llegada de Navidad o el Fin de Año puede ser una buena oportunidad para disfrutar juntos, sobre todo cuando existen tensiones actuales, o el año que se deja haya sido complicado para el vínculo.

En lugar de poner atención en los escenarios familiares, sugiero dirigirlo hacia la pareja con la finalidad de encontrar un espacio de placer.

Solucionar las demandas de la familia

Por lo general, la previa a los festejos está acompañada de ansiedades y desacuerdos cuando hay diferentes opciones familiares. El mejor escenario es decidir qué hacer sin que nadie se sienta molesto u obligado.

El peor: reflotar rivalidades familiares o de pareja. Sabemos que los problemas no resueltos encuentran siempre resquicios para meterse y las fiestas son el momento ideal para que estallen discusiones y reproches varios.

Familia cenando en la Nochebuena. Foto 123rf.

Las demandas del entorno -madres, padres, suegros, amigos-, se entrecruzan con los problemas internos provocando más conflicto. Muchas personas se sienten tironeadas por ambos lados y no saben si cumplir con las exigencias externas o defender el vínculo de pareja.

Así como el fin de año sirve para hacer un balance de lo vivido, también debería ser la oportunidad para decir ¡basta! a aquellas situaciones que provocan dolor, y a partir de esta nueva postura, aspirar a lo mejor en lo personal y vincular.

Parejas de fiesta

Más allá de las crisis, aquellas parejas que aún se siguen eligiendo, debieran aprovechar este momento festivo para reafirmar el amor y defenderlo ante cualquier situación foránea que pretenda entrometerse.

Muchas crisis de pareja son innecesarias y no dependen de severos problemas del vínculo. Solo demuestran la incapacidad para poner límites a la influencia externa. Como si todavía alguno de ellos o los dos tuvieran que responder a su hogar de origen.

Consejo: si hay algo que festejar y reafirmar es el compromiso de estar juntos. El calor de la noche, y por qué no, una copita de vino, o champan, sirven para iniciar el contacto cuerpo a cuerpo. La intimidad puede ser también la protagonista de estas noches concurridas, solo es cuestión de darle el lugar que se merece.

Hacer insinuaciones con frases, caricias, "toqueteos" bajo la mesa, o un brindis provocador, pueden ser el inicio de una noche “caliente”. Para los que se atreven a algo más pueden optar por regalo que active fantasías: lencería erótica o juguetes sexuales.

Las fiestas en soledad

Algunas personas prefieren pasar las fiestas en soledad. Nada de familia o amigos, solos. En estos tiempos que vivimos de tantas ansiedades y demandas, volver hacia uno mismo se convierte en un ejercicio placentero.

¿Cuántas veces en el año tenemos la oportunidad de estar solos, en calma, regalándonos una noche de alivio, de reflexión placentera? Sin embargo, tomar esta decisión todavía conlleva dar explicaciones a familia y amigos, como si estar solos en las fiestas fuera la manifestación de un síntoma depresivo que necesita contención externa. 

Salir del lugar del dolor y festejarse, como si nosotros mismos fuésemos el motivo de la fiesta, debería ser el pensamiento supremo: la responsabilidad de estar con nuestro propio ser.  

Por el Dr. Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo.

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