¿Quién no quiere ser feliz? Si lo pensamos, la felicidad es el gran objetivo de casi todas las personas. Buscamos la felicidad aquí y allá y cuando la encontramos, nos resulta escurridiza. Nos convencemos rápidamente de que ser feliz no es algo para todo momento, sino que se trata de instantes de plenitud, que aparecen en contextos de trabajo, indiferencia, malestar, velocidad y obligación.
Aunque es cierto que la felicidad es un estado que aparece en pequeños momentos de la vida cotidiana, no es tan cierto que se trate de momentos aislados en un mar de displacer. Cuando una persona es feliz, su vida está impregnada de estos pequeños momentos.
Se trata de elementos simples, que suelen encadenarse unos con otros, haciendo con que quien los vive, pase sus días bajo el influjo de la gratitud, la conexión y el propósito. Son pequeños momentos que resultan en una verdadera fuente de alegría y de satisfacción.
¿Cómo empieza el día de alguien que es feliz? En general, esté donde esté, le va a prestar atención a lo que haya de natural a su alrededor. El canto de un pájaro, una maceta en la ventana, el árbol de jacarandá en el camino al trabajo, el ruido del agua saliendo de la ducha, el sol que despunta o un día que se agita al viento. Cualquier detalle que parezca natural, se convierte en el foco de atención y en la fuente de energía para alimentar el espíritu y afrontar el día.
En este afán de conexión con el entorno, algunos salen a caminar o a correr por la mañana. Aunque su motivación, la mayoría de la veces, sea hacer ejercicio, la realidad es que no pueden evitar nutrirse del día, depositar su atención en lo natural y tomarse un momento para respirar. Otros, deciden usar la bicicleta para ir dónde sea a empezar el día. Es posible que lo hagan porque quieren colaborar con el ambiente, cuidar al planeta. Pero una vez más, son personas a las que se les impone la naturaleza de primera mañana y no pueden evitar sus efectos positivos sobre el ánimo.
No es solamente la conexión con la naturaleza, la que nos acerca a la felicidad. Estar conectado con las demás personas también es un detalle que delata que alguien es feliz.
Las risas compartidas con la familia y los amigos, las conversaciones profundas y sinceras, la empatía frente a lo que le pasa a los demás, son cosa de todos los días en la vida de aquellos que saben agradecer el valor de la amistad y de los vínculos familiares. Quienes disfrutan de esta forma de conectar, logran cultivar relaciones auténticas en las que encuentran apoyo emocional. Generan lazos fuertes y gozan de la plenitud y el bienestar que estas relaciones les ofrecen.
Otro aspecto que nos permite reconocer cuando alguien es realmente feliz, es que siente placer al hacer su trabajo. Son personas apasionadas por lo que hacen que encuentran satisfacción en las tareas de todos los días. Cada cosa que hacen, tiene significado y propósito. Celebran hasta el más mínimo de sus logros y gracias a esto, se sienten mucho más motivados, impulsados a crecer y a desarrollarse tanto en su profesión como en sus aspectos personales.
Pero la felicidad no está únicamente en aquellas cosas que hacemos. También está en aquellos momentos en los que no hacemos nada. Momentos de descanso y de relajación que permiten recargar energías y empezar a ejercitar el autocuidado. Quienes se permiten descansar, suelen ser personas conscientes de lo que necesita su cuerpo. Lo saben y lo hacen. Además de conectarse, saben desconectar del mundo exterior y ocuparse activamente del propio bienestar físico y mental.
Permitirnos el descanso, nos lleva a la siguiente característica de una persona feliz. Se ocupan de su cuerpo y de su mente. No dudan en incorporar hábitos saludables, comer alimentos nutritivos, practicar ejercicio regularmente y dejar un tiempo para aquellas cosas que, simplemente, les dan placer.
Lo cierto es que los días de una persona feliz, no están signados por malos momentos que a veces dan lugar a episodios de alegría y bienestar, sino que tienen una vida que se muestra como la suma de momentos sencillos e increíbles que resultan en un auténtico alimento para el alma.
Quien tenga la ventura de ser feliz, se siente agradecido y a cada instante recuerda lo afortunado que es. Pequeñas conexiones con un árbol, una mascota o las relaciones profundas con los demás se transforman en una fuente de liberación de neurotransmisores que retroalimentan el estado de felicidade y transforman a cada día en una nueva oportunidad para cultivar la felicidad y encontrar significado en las cosas de todos los días.
Ser feliz coleccionando momentos de calidad, es la mejor forma de ser cada vez más feliz.
Fuente: Gabriela Gonzalez Alemán. Neurocientífica, Directora del departamento de psicología de la UCA y fundadora de Brainpoints (MN 33343) Instagram: @brainpoints
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