Pese a que en las últimas décadas se ha producido una importante disminución en la mortalidad por cáncer de mama, constituye aún el tumor más frecuente y la primera causa de muerte por cáncer entre las mujeres.
Se trata de un tumor que se origina cuando las células del tejido mamario comienzan a crecer de forma anormal y descontrolada, pudiendo extenderse por los vasos linfáticos o sanguíneos y generar metástasis. De ahí que resulte tan peligroso si no se diagnostica y trata a tiempo.
Conocer los factores de riesgo para desarrollarlo, sus síntomas, su diagnóstico y seguir avanzando en tratamientos cada vez más personalizados es imprescindible para mejorar tanto el pronóstico como las tasas de curación.
Factores de riesgo que escapan a nuestro control
Las causas exactas del cáncer de mama no se conocen, pero existen varios factores de riesgo que aumentan las posibilidades de desarrollar la enfermedad.
- La edad es el primero de ellos. El riesgo de desarrollar cáncer de mama aumenta con la edad y, en la mayoría de los casos, la enfermedad ocurre en mujeres de más de 50 años. La media de edad para padecer cáncer de mama es de 63 años, si bien también puede ocurrir en mujeres ancianas.
- Tener antecedentes de cáncer de mama en la familia, así como ser portador de alguna mutación genética que aumente el riesgo, son factores sobre los que no podemos incidir, pero que conviene conocer.
- Otro factor de riesgo no modificable es la duración de la etapa fértil: cuanto más precoz sea la edad de la primera regla y más tardía la menopausia, mayor será el riesgo de desarrollar esta patología.
- Haber recibido radiación, sobre todo en la región torácica, también aumenta la probabilidad de sufrir cáncer de mama.
Lo que sí podemos evitar: sobrepeso y abuso del alcohol
Lo realmente interesante es conocer aquellos factores de riesgo sobre los que sí podemos intervenir. El sobrepeso, por ejemplo, incrementa la posibilidad de desarrollar cáncer de mama, por lo que llevar un alimentación equilibrada y un peso adecuado son estrategias preventivas importantes. Además, conviene evitar el consumo excesivo de alcohol, que incrementa el riesgo de padecer la enfermedad.
Amamantar a los hijos es otro importante factor protector. Promover la lactancia materna, además de aportar beneficios sobre los recién nacidos, mejora la recuperación de la madre tras el parto y disminuye la incidencia de cáncer de mama.
Asimismo se ha demostrado que la actividad física funciona como escudo protector. Un mínimo de 150 minutos semanales de actividad física moderada disminuyen la probabilidad de enfermar, a la vez que aportan otros beneficios ya bien conocidos como mejora de la tensión arterial, disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares y contribución a un buen estado anímico.
Cuanto antes se detecte, mejor
Que últimamente hayamos logrado reducir la mortalidad por cáncer de mama se lo debemos, entre otras cosas, al diagnóstico temprano de la enfermedad. Especialmente al cribado poblacional mediante mamografía de las mujeres asintomáticas, que permite diagnosticar los tumores en estadios precoces y mejorar su pronóstico.
La frecuencia y tipo de seguimiento dependerán del tipo de mama de la paciente, de su edad y de sus factores de riesgo. Lo ideal es hacer el seguimiento en una Unidad de Mama donde se tengan en cuenta las características personales de la paciente y se disponga de radiólogos especializados en mama, y con la posibilidad de completar las pruebas si fuera necesario (con ecografía, tomosíntesis, resonancia magnética, biopsias…).
Aunque una paciente haga sus revisiones periódicas con la frecuencia pautada, debe acudir a consulta si se nota algún nódulo en la mama o axila, si presenta secreción por el pezón o si nota retracción del pezón o cambios en la piel de la mama.
Cirugía, radioterapia, quimioterapia y hormonoterapia
Más allá de la prevención, los tratamientos han dado un salto de gigante. De un lado, la cirugía es cada vez es más precisa y con mejores resultados estéticos. Pero además, la cirugía de la axila también es cada vez más conservadora, con menos secuelas para las pacientes.
Por otra parte, los grandes avances en anatomía patológica y en genómica permiten identificar dianas celulares sobre las que actuar con medicación personalizada. Así, la quimioterapia, si es necesaria, es cada vez es más precisa, y con menores efectos indeseados.
Del mismo modo, la radioterapia puede en ocasiones limitarse a la zona enferma de la mama, e incluso hacerse mediante braquiterapia, una técnica que permite radiar específicamente el seno enfermo, en 48 horas. La hormonoterapia, que se indica en muchos tumores de mama después de la enfermedad –5 o 10 años–, ha demostrado disminuir las recidivas e incrementar la supervivencia.
Aunque el cáncer de mama continúe siendo la patología maligna más frecuente entre las mujeres, los avances en diagnóstico precoz y tratamientos invitan a confiar en que podremos darle un vuelco a su incidencia.
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