Es muy frecuente encontrar que pareja y negocios van de la mano. En muchos casos un matrimonio o pareja conviviente inician un emprendimiento profesional o de producción o venta de bienes con relativo éxito. Cuando la pareja termina surge el problema en torno a cómo dividir esa explotación productiva.
Si bien en ocasiones la pareja tomó algún tipo de recaudo legal para organizar el negocio, en otras nos encontramos con desafíos por la falta de marco contractual o societario. ¿Cómo proceder en estos casos para resguardar los intereses de cada uno y evitar situaciones de fraude y aprovechamiento?
Hay caminos preventivos y también herramientas para rectificar cuando suceden este tipo de abusos.
Pareja y negocios: un fenómeno de nuestra época
"Dime, mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va?", preguntaba hace un par de siglos el poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer.
A esa pregunta sin respuesta cierta podemos sumar hoy, cuando el amor se termina, ¿adónde van las ganancias? Quizás la respuesta a esta pregunta pueda sumar un poco más de certidumbre, siempre que hayamos estado bien asesorados.
La pareja empresaria es un fenómeno usual de nuestra época. Casados o en convivencia, muchos eligen compartir cama, casa y también empresa. Dentro de lo que entendemos por empresa entran rubros tan variados como la producción de bienes, la prestación de servicios o emprendimientos que combinan ambos.
Es que congeniar como pareja en numerosas ocasiones implica afinidades y maneras similares de encarar los negocios y las finanzas.
Pareja y negocios: qué sucede cuando el amor se termina
Pero, cuando la pareja se termina, ya sea porque es la decisión de uno o de ambos, o bien por el fallecimiento de uno de los integrantes, no solo se necesita transitar el dolor de la separación, sino que aparecen los problemas relacionados con la división del negocio.
Es que, si bien en algunos casos prima el enfoque práctico y se continúa la empresa, en la mayoría de las veces las dificultades de relacionamiento o bien la ausencia de uno de los integrantes, hace imposible seguir trabajando de la misma manera.
Cuán abrupto o llano sea el camino de la división del negocio va a depender de la planificación y estructura legal y contable con la que contaba. También si habrá un perdedor y un ganador o si saldrán, más o menos, empatados.
Lo primero que va a significar una diferencia es si la pareja estaba casada y, en todo caso, si optó por un régimen de ganancialidad o de separación de patrimonios. Porque esto nos va a decir si existen bienes gananciales en los que la ley otorga a cada uno una participación del cincuenta por ciento.
Esta calificación resulta trascendental cuando tenemos una sociedad ya que nos va a indicar si las ganancias que ésta produjo son de uno solo de los cónyuges o deben repartirse. También cuando hablemos de la propiedad de los activos que están adentro de la empresa.
¿Cuándo hay convivencia no se reparten los activos y las ganancias?
Esta pregunta es compleja de responder ya que todo dependerá de los negocios jurídicos que existan entre los convivientes.
Es frecuente encontrarnos con casos en los que se invoca la existencia de una sociedad de hecho entre los miembros de una pareja no casada. Aquí las reglas del derecho societario y el derecho de familia necesitan ser correlacionadas.
Es importantísimo también detectar si hay sociedades, registradas o no, que se utilizaron como vehículos para inversiones o para emprender. También qué tipo de participación aportó cada uno: a veces es un capital, otras un inmueble y en otras es un conocimiento técnico o una cartera de clientes.
Otro dato no menor es verificar si el negocio se llevaba adelante entre la pareja o también participaban otros familiares. En este último supuesto, puede que tengamos que considerar el interés de la familia en excluir o no seguir trabajando con un ex yerno o una nuera que ya no es parte del grupo afectivo y social.
Pareja y negocios: por qué es crucial contar con un asesoramiento técnico adecuado
Llegados al escenario de la separación es esperable que cada uno de los esposos o convivientes desee recuperar o mantener un capital que le permita seguir manteniendo su estilo de vida y afrontar obligaciones y gastos con independencia del otro.
En situaciones de separación o divorcio esta aspiración legítima se dificulta por la existencia de emociones negativas y conflictos personales irresueltos. Aquí es crucial contar con un asesoramiento técnico adecuado para lograr el reparto más equitativo y eficiente posible. La eficiencia se mide en dinero y también en litigiosidad.
No menos importante es el asesoramiento preventivo de conflictos. Es así que una buena medida al iniciar un proyecto común es buscar la mejor estructura para resguardar los aportes e intereses de cada uno.
Trabajar cuando existe un proyecto familiar común y hay armonía en la pareja, facilita la toma de decisiones que resultarán en distribuciones satisfactorias y un dolor de cabeza menos si en el futuro eligen caminos divergentes.
Por María de las Mercedes Ales. Abogada. Doctora en Derecho. LinkedIn Mercedes Ales Uría
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