Las interacciones violentas en una pareja están vinculadas con un incremento de la tensión en las relaciones de poder establecidas.
Esto significa que, en el transcurso de los intercambios -cada vez más tensos- emerge la violencia física en los momentos en que la relación de dominación/subordinación –que se supone ejerce el hombre sobre la mujer– necesita ser reconfirmada.
Podemos considerar esta situación como un intento por recobrar el poder perdido (o nunca alcanzado) mediante el uso de la fuerza física y emocional. El golpe de él debe ser visto como un acto de impotencia más que como una demostración de fuerza, ya que cuando no logra cumplir con las expectativas siente que pierde el poder frente a ella.
Cuando la crisis alcanza su punto máximo y sobreviene el descontrol, es cuando podríamos encontrarnos con un resultado fatal, como es el femicidio.
Resultado que deviene muchas veces de la inacción de funcionarios judiciales, institucionales y de la propia fuerza pública. Ahora bien, la situación recurrente en la cual queda subsumida la mujer presenta tres características fundamentales: la cronicidad, la intensidad creciente en los episodios de violencia y el acotamiento entre las fases del ciclo, que consta de tres fases:
Fase 1 - De acumulación de tensión
En esta fase se suceden pequeños episodios que llevan a roces permanentes entre los miembros de una pareja, con un incremento constante de ansiedad y de hostilidad. Esta fase puede durar años. Si se solicita ayuda en esta primera instancia, se puede prevenir la irrupción de la fase aguda o del golpe.
Fase 2: Del golpe
En esta fase, muchas veces encuentro en el relato de la mujer que viene a consulta algunas frases o actitudes detonantes. Esto tiene que ver con la imposibilidad de continuar sosteniendo el nivel de acumulación de tensión producido en la primera fase, viniendo el golpe a provocar, luego de la descarga, una baja en la tensión y un cambio ilusorio y momentáneo en las relaciones de poder.
También se produce un reacomodamiento en los roles determinados por los estereotipos de género. Ejemplo: la mujer vuelve a cumplir su rol de persona comprensiva; el hombre, su rol de proveedor. Es dable aclarar que en esta etapa, frente al golpe de su marido o pareja, la mujer estadísticamente lleva a cabo la denuncia judicial.
La violencia física resulta un detonador para ella, al punto de “intentar” poner fin a esta crisis –y digo “intentar” ya que a continuación vamos a analizar la fase III.
Fase 3 - De idealización o luna de miel
En esta fase se produce el arrepentimiento por parte del él. La mujer lo perdona y vuelve a creer en su marido o pareja, debido a su escasa capacidad de simbolización (es decir, su imposibilidad de poner en palabras lo que siente y piensa). Él se comporta como el hombre ideal, muy arrepentido: suele hacerle regalos a ella, comportarse como aquel hombre del cual la mujer se enamoró. Y lamentablemente, frente a tal comportamiento, la mujer deja sin efecto la denuncia, la retira del juzgado.
En las fases del ciclo se manifiestan claramente los diferentes tipos de violencia que ya comenté al comienzo. Es importante aclarar que tanto las estadísticas como el análisis de los casos hablan de que estas diferentes manifestaciones de violencia siempre están relacionadas.
No hay una violencia física sin una previa y paralela violencia psicológica. En realidad, en primera instancia la violencia sexual es también física y psicológica. Es más: en algunos casos, una golpiza culmina con una violación marital.
Es importante recalcar que este carácter de circularidad o espiral violento en el que se desarrolla la violencia de género implica una repetición de síntomas. Esto quiere decir que, si bien hay un reconocimiento de una dificultad en el vínculo –e incluso una intencionalidad de revertirla–, esto no puede ser modificado desde lo volitivo.
Para resolver este conjunto de síntomas y signos que dan cuenta de dificultades de carácter social, vincular y de personalidad no alcanza la voluntad.
La violencia de género no es un episodio aislado que irrumpe en el ámbito del hogar. Son situaciones cronificadas, con características que implican altos niveles de riesgo y un profundo deterioro psicofísico y sexual de los miembros de la familia.
Como siempre sostengo, ningún hombre nace violento, se hace violento.
Por la Dra. Silvina Bentivegna /www.bentivegnaestudio.com.ar