Existe un patrón de conducta que se puede observar en muchas personas de nuestro entorno cuando reaccionan de forma exagerada y se mantienen en una actitud defensiva de manera constante.
De alguna manera estas personas, al relacionarse con otros, siempre se están defendiendo a sí mismos, lo que hace que estén en un constante estado de alerta viendo lo que viene desde afuera como si fuera una amenaza.
Aunque cada individuo posee una identidad única, existen ciertos aspectos en la personalidad que podrían ocasionar tensiones en nuestras interacciones con los demás. Generalmente, quienes tienen conflictos no resueltos o situaciones de su infancia sin cerrar, suelen levantar un escudo protector que los ayude a esquivar el sufrimiento.
Es por esta razón que, habitualmente, ante lo que otros proponen, actúan de manera defensiva, opositora y en términos que muchas veces no llegan a un acuerdo. Para algunas personas la confrontación se convierte en una necesidad para sentirse plenos y fuertes.
Sostener una controversia perpetua puede evolucionar en una dinámica negativa con resultados previsibles, es decir son discusiones que “siempre terminan mal”.
¿Por qué hay personas que tienen estos patrones?
Las respuestas son muchas, ya que no todos los seres humanos vivieron las mismas experiencias. Por un lado, es importante reconocer en qué ambiente familiar crecieron estas personas.
Habitualmente, cuando de niño las opiniones o las emociones no fueron validadas, no se les dio importancia, esto hace que se aprenda a volverse muy sumiso o a imponer su opinión a la fuerza.
Este tipo de crianza invalidante puede poner a la persona en una situación de escasa autoestima o de inseguridad, ante la cual las personas actúan reactivamente defendiéndose. Cuanto más indefensa se siente una persona, más fuerte se vuelve su armadura.
Por otro lado, muchas veces se genera una comunicación ineficaz porque la persona no logró desarrollar habilidades de comunicación, esto puede llevar a malentendidos y conflictos. Las personas que no saben cómo expresar sus pensamientos y sentimientos de manera efectiva pueden recurrir a la defensividad como respuesta automática.
Muchas veces esta falta de habilidades comunicacionales es naturalizada, por lo que la persona percibe que está siendo agresiva o violenta en su forma de interactuar con otros.
Personas que se autosabotean para terminar perdiendo
Existen personas que fueron desarrollando a lo largo de su vida lo que se llama un “locus externo”, es decir que siempre son los otros los culpables de lo que sucede. Y hay pocas posibilidades de que se hagan cargo de las consecuencias de sus propios actos.
Esto hace que desarrollen ciertos sesgos cognitivos, es decir, la interpretación selectiva de la información o la tendencia a buscar evidencia que respalde sus creencias, lo cual puede contribuir a la defensividad y la agresividad a la hora de querer razonar con los demás.
Puede suceder también que haya personas que fueron muy sobreexigidas, por lo cual no desarrollaron la capacidad de sentir placer o de alcanzar sus propios objetivos. Estas personas muchas veces se autosabotean para terminar perdiendo.
Este autoboicot suelen llevarlo a sus relaciones sociales, por lo que, sin ser totalmente conscientes de eso, confrontan y pelean en lugar de establecer vínculos que puedan ser agradables.
Más allá de estar o no a la defensiva, la mirada del otro es muchas veces una cuestión desafiante. De todas maneras, muchas de estas personas pueden tener un miedo elevado al juicio del otro. Esto puede llevar a estos individuos a estar a la defensiva como una forma de protegerse de posibles críticas o desaprobación.
Es importante recordar que el hecho de defenderse es una respuesta natural, pero cuando se convierte en un patrón constante de comportamiento puede dificultar las relaciones interpersonales y la resolución de conflictos.
El trabajo terapéutico puede ser positivo para aquellos que luchan con la defensividad crónica, ya que puede ayudarles a explorar sus experiencias pasadas, mejorar sus habilidades de comunicación y desarrollar una mayor autoconfianza.
Por Dr. Flavio Calvo (MN: 66869), Dr. en psicología, docente, tallerista y autor, @calvoflavio
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