Vacaciones en pandemia: claves para vivirlas de la mejor manera - Revista Para Ti
 

Vacaciones en pandemia: claves para vivirlas de la mejor manera

El Dr Walter Ghedín, sexólogo, plantea cómo deberían pensarse las vacaciones en épocas de pandemia para que no sean fuente de conflicto, tanto si se trata de ir a la playa o la montaña como si la elección es quedarse en casa.
Lifestyle
Lifestyle

Pensar en las vacaciones siempre es un objetivo deseado, una especie de aliciente que tenemos por delante y que nos permite continuar con lo cotidiano hasta ese momento de relax, cargado de ideales, como si después de vivirlas, la continuidad del año cambiase en forma mágica.

"Si el fin de año tiene significado de "balance", las vacaciones se relacionan con proyectos nuevos y planes con el denominador común de trabajar menos y disfrutar más. Y, aunque a poco de comenzar el año laboral nos olvidemos de lo pensado, es posible que algo de eso quede y se cumpla", explica el sexólogo Walter Ghedin.

La pandemia lo cambió todo

Sin embargo, todo se modificó durante la pandemia, no hay nada que no esté atravesado por esta nueva época de profundos cambios, incluidas las vacaciones, por supuesto, y todo lo que simbolizan. "Las ganas de cortar con la vida cotidiana tan castigada por el aislamiento, del reencuentro con la pareja y la familia, de sacar provecho del tiempo libre y distendido, no encontrarán, según parece, el alivio deseado. El contexto no ayuda a ese ideal de distensión; desde el vamos, preparar las valijas supone una serie de cuidados que más que alegrarnos nos tensiona", agrega el especialista.

"En general los placeres vacacionales se evalúan por el lugar a visitar, los servicios que se ofrecen, la distensión y las actividades recreativas, etc. Uno imagina todo lo que podrá hacer para recrearse y descansar. Sin embargo, el factor interno o emocional no es el mismo de siempre (de épocas pre pandémicas), tiene que adaptarse a una nueva situación que no brinda tanto placer como antes… Una adaptación más cuándo quería un poco de libertad ¿Otra más? Sí, otra más", añade el especialista.

¿Las rivalidades se calman o se incrementan?

Según Ghedín, los mecanismos de ajuste están siempre presentes y nos permiten afrontar las situaciones buscando soluciones. Esta capacidad interna es individual, es decir que, cada uno de nosotros en base a las experiencias y los rasgos de personalidad, buscará las maneras más adecuadas de evitar el dolor (en el mejor de los casos) y obtener placer o satisfacción personal. Sin embargo, en muchos casos, la ansiedad, el miedo, o estados afectivos negativos como la bronca, el resentimiento, la desconfianza, impiden optar por una salida venturosa apareciendo el conflicto siempre como eje central.

"En las vacaciones hay que hacer un esfuerzo para que las rivalidades ocultas no salgan a la luz o se incrementen. Pero ¿qué hacer cuando estos conflictos han sido constantes durante la convivencia obligada y se espera que en las vacaciones se calmen? Seguramente no será imposible, solo habrá que hacer un esfuerzo mayor, lo cual supone otra exigencia más para las ya recargadas vacaciones pandémicas", afirma.

Y agrega: "En todo caso, bajar las expectativas será la regla (una de las enseñanzas que deja la pandemia). Y si queremos salvar la relación deberíamos poner atención en las causas para no caer en el consabido mecanismo de conflicto".

Las causas de los conflictos

Estos meses de reclusión han sido como un laboratorio para detectar los puntos de eclosión de los problemas de cada pareja, es decir los chispazos que encienden la mecha de la contienda, según el especialista, quien enumera las causas de los conflictos.

1)     Estar mucho tiempo juntos: en realidad no es el tiempo en sí mismo, es la falta de espacios individuales. Muchas personas se sienten perdidas en su propio lugar ya que no encuentran un lugar fijo para realizar sus actividades laborales.

2)     Suponer que si el otro está debe compartir las actividades de la casa en cualquier momento. Este punto puso en evidencia lo que hace cada uno en la casa cuando el otro está ausente, colmando la comunicación de reproches varios. No es lo mismo comentar todas las actividades cotidianas cuando el otro no está, que cuando está presente y puede observar la desigualdad en las tareas cotidianas. Acordar el reparto de tareas es fundamental, pero no pretender que el otro lo haga cuando uno lo desea.

3)     La convivencia dio lugar a que los conflictos aparecieran en cualquier hora del día, sin importar si los hijos estaban presentes. Las quejas o reproches que se dejaban para la noche, ahora, se podían decir en el momento que ocurrían y con toda la carga emocional del hecho actual.

4)     No extrañarse, no esperar al otro. El tiempo en el cada uno está fuera de la casa ayuda a esperar, a estar con el otro y compartir los momentos vividos en el día. Y como los sucesos suelen ser varios las buenas noticias atemperan las malas. Cuando falta esta distancia necesaria, que además ayuda a morigerar y a regular las emociones negativas, la comunicación se resiente, ya sea para decir todo sin filtro o directamente hablar lo menos posible.

5)     Prepararnos para salir, más aún para trabajar, supone el aseo y la indumentaria adecuada. Todas estas acciones de cuidado personal ayudan también al vínculo. Si la atracción física, sexual, o simplemente ver al otro cuidando sus formas en el rol social, es un apoyo a los códigos de conexión interpersonal. Dejarse estar, no cuidar la higiene ni la presencia, no lleva pensar que el otro “está cómodo”, sino a suponer que el otro “se está dejando estar”, “que no le importa sentirse bien”, “no piensa en los demás” o “muestra su peor imagen”.

6)     Los rasgos de personalidad que aparecían en los espacios de trabajo ahora se muestran en el hogar en toda su dimensión. Muchas personas son de una manera en el ámbito laboral y de otra en la casa, ejemplo: no es lo mismo ser obsesivo y perfeccionista en el medio laboral que ponerse a controlar y a marcar las imperfecciones en cada acción cotidiana. También la desconfianza se exacerbó, con su manifestación estrella que son los celos.

Las personalidades temerosas se volvieron más aprensivas en pandemia, llenando de alcohol todo lo que ingresara a la casa, tanto objetos como personas. Los rasgos solitarios se pusieron más en evidencia. No es lo mismo estar encerrado en un box o en una oficina, con escaso contacto social, que estar adentro de un cuarto sin saber qué hacer con el tiempo libre.

Si estas personalidades obsesivas, desconfiadas, temerosas y retraídas no se llevan tan bien con el medio social, las que más sufrieron fueron aquellas que necesitan de la presencia de los demás, para socializar, para tener la opinión de los demás contándoles sus cuitas, o para simplemente, referir intimidades que solo pueden ser contadas a algunas pocas personas.

Si bien, las redes y todas las plataformas virtuales sirvieron para la interacción, no es lo mismo dentro que fuera de la pandemia. Hubo muchas ganas de contar, pero también más selección de lo que se cuenta “no voy a cargar al otro con mis cosas”.

Restricciones, viajes, Argentina, pandemia

7)      La falta de trabajo y la incertidumbre laboral provocó (y provoca) un malestar que altera la convivencia, sobre todo cuando el aporte de los dos queda reducido a uno solo y no hay esperanzas de que se vuelva a equiparar.

8)     La tensión diaria no ayudó para nada a la sexualidad, la cual se vio retraída por la falta de deseo o bien por una baja en la satisfacción sexual.

9)     El cansancio, el aburrimiento y el uso permanente de las redes sociales alentó a que muchos se animaran a reencuentros con compañer@s de la escuela o de algún amor adolescente. También hubo un aumento de situaciones de “infidelidad virtual”, con pocos recaudos para no ser descubiertos.

10)  La presencia constante de los hijos y las actividades escolares por las plataformas digitales sumó conflicto a las parejas, tanto por el desigual reparto en las tareas (levantarlos, hacerle el desayuno, controlar que estén despiertos frente a la máquina, hacer las tareas, generar actividades extras, etc.).

Vacaciones: un páramo para poner en calma a los conflictos

Con estos temas expuestos (y otros a considerar) las vacaciones más que un ideal de superación y de relax, se convierten en un reducido páramo para poner un poco de calma a los conflictos que el año potenció. Si bien hay muchas parejas y familias que no se pueden ir o deciden no ir de vacaciones, la temporada estival ayuda a salir más, a generar actividades que se pueden compartir, pero también respetar que hay actividades que la persona prefiere realizarlas en solitario o con otro grupo que no sea la pareja o la familia. Y esos respiros son necesarios para descomprimir, tanto de un lado como del otro. Acordar tareas individuales debe ser un acto de equidad y no de desigualdad “aprovecho para salir a correr ya que vos estás en casa”. Una vez todo ok, dos no.

Las decisiones deben ser consensuadas. Programar a último momento una salida o invitar a amigos a una reunión al aire libre más que un acto espontáneo es una carga para quien no intervino en la decisión.

Los días más largos ayudan a encontrar más espacios para la comunicación. Si el invierno acorta y retrae, el verano expande y mejora el ánimo. Reunirse al atardecer, con un aperitivo, unos mates, o lo que gusten, puede ser un hábito a repetir. Estamos más acostumbrados a asociar los hábitos a la vida cotidiana, como actos automáticos, que al placer.

¿El año de pandemia es un año perdido?

Se escucha decir con frecuencia, a la hora de hacer un balance, que este fue un año perdido. Sin duda, existieron muchas pérdidas: vidas, trabajo, sociabilidad, aprendizaje escolar y académico, tolerancia vincular, contactos íntimos, etc.

Sin embargo, y casi sin darnos cuenta hemos realizado un trabajo interno de ajuste a lo nuevo, lo cual supone un arreglo profundo del mundo interno modificando la forma de percibir, de valorar, de emocionarnos y de comportarnos. "La vida estuvo presente que cada acción para enfrentar la contingencia riesgosa de enfermar y morir. Y casi sin darnos cuenta, fuimos modificando la forma de estar en un mundo en peligro, apelando a la responsabilidad individual, al pequeño grupo, para protegernos y proteger a los demás. Como nunca, el compromiso personal estuvo (y está) en primer plano frente a una amenaza que ni los estamentos médicos ni los Estados sabían demasiado. Fuimos aprendiendo todos juntos", añade Ghedín.

Y agrega: "Cada uno de nosotros organizó la vida cotidiana con la esperanza de tiempos mejores. Y los nuevos hábitos adquiridos representaron un cambio vital que afectaron las diferentes áreas. Y como estamos acostumbrados a valorar las ganancias en términos objetivos, concretos, es posible que no le demos significado y un valor especial a las modificaciones subjetivas que se han venido produciendo, como el significado de la vida misma, la libertad, el cuidado, la temida incertidumbre, el “aquí y ahora” y aprender a lidiar con la ansiedad, la tolerancia, con el miedo, hasta con la audacia. Todos estos aspectos internos surgieron ocupando un lugar especial en la conciencia personal reclamando que se los tenga muy presentes".

"Creo que, más allá de las acciones concretas desplegadas en la cotidianidad, esta dimensión interna de lectura, valoración y aprendizaje de lo que está ocurriendo, también merece un descanso. Es un tiempo para generar encuentros que ayuden a recuperar la intimidad de la pareja, sin olvidar la necesidad de respetar los espacios individuales", explica.

Y aconseja: "Pasear y compartir actividades debe complementarse con aquellas que se desean hacer en soledad, sin culpas, sin reproches. Para aquellas personas que han tenido que convivir sin espacio para lo propio, recuperar el “estar con uno mismo” es tan saludable como estar con compartiendo con otros".

Asesoró: Doctor Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo

También te puede interesar

Más información en parati.com.ar

 

Más Para Ti

 

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig