Gabriel Lage es una rara avis del mundo de la moda. Su mirada sobre la industria tiene un solo foco: las mujeres a las que viste. Cuando habla de ellas se apasiona y emociona. Quedan fuera de su radar las presiones de un medio que necesita figuras escandalosas que escupen comentarios a diestra y siniestra sin importarles ni siquiera su propia imagen. Aquí, en el diseñador, se priorizan su trabajo y su persona.
Una fresca mañana de diciembre Lage, de punta en blanco, nos recibió temprano para abrirnos no solamente las puertas de su atelier y charlar sobre su trabajo, también lo hizo la persona, Mario Gabriel Otero según reza en su DNI, para poder conocerlo un poco más íntimamente.
-¿Quién es Gabriel Lage?
-Un tipo sencillo que, aunque no le gustaba nada, aprendió con su padre a coser y armar moldería. Mi viejo aprendió este oficio desde los 5 años y llegó a los 19 o 20 desde una España devastada y complicada a una Argentina que supuestamente estaba fantástica. Me enseñó lo que aprendió de chico.
-¿Vos no querías aprender lo que te enseñaba?
-En realidad es muy difícil que a los 8 años te enseñen a coser y que te además te guste. Quizás en su España, la que dejó atrás, estaba bien, y por la situación no tenías opción porque era de lo que iban a trabajar después. Ayudaban a su familia, vivían de eso. Pero acá la situación era distinta. Yo para él hacía las solapas, continuamente, las cambreaba a mano.
-¿Sentías vergüenza?
-Me daba mucha vergüenza decir en el colegio que yo terminaba mis deberes y en vez de salir a dar paseo con mis amigos o a jugar a la calle con ellos, estaba en el taller de mi viejo primero cosiendo y después aprendiendo moldería. Era raro y además los chicos no entendían por qué yo cosía. Lo sufrí bastante en realidad. Después, cuando decidí dedicarme a esto, me vino bárbaro.
-¿Cómo fue aprender con tu papá?
-Mi viejo me enseñó todo, era muy buen sastre, era un tipo que sabía mucho, un tipo apasionado por lo que hacía. Era realmente bueno. Todo lo que sé me lo fue imponiendo y lo aprendí.
Entre la pasión y los sueños
Si bien de chico le costó mucho la tarea de ser el hijo del sastre y la imposición de aprender el oficio familiar, reconoce que luego se convirtió en la pasión de su vida.
"Soy un tipo que trabaja con mucha pasión, que cumplí, gracias a Dios, muchísimos sueños que nunca esperé que se fueran a cumplir. ¿Los soñé? Sí, pero que no sé si pensaba que se iban a cumplir", nos confiesa.
-Y cuando esos sueños se cumplían, ¿recordabas haberlos soñado?
-Sin dudas. Laboralmente hubieron tres cosas que realmente había soñado y que no esperé que llegaran, y que sin embargo, llegaron. Los disfruté de una manera espectacular y fui muy feliz en esos momentos. Y también hubo otras situaciones que me sorprendieron sin haberlas soñado.
-¿Está bueno soñar?
-Para mí soñar está muy bueno, porque cuando se van cumpliendo, querés seguir soñando.
-Es imposible, no soñar…
-Exactamente, pero creo y aplaudo a la gente que se pone una meta y llega a ella. Yo pienso que hay un momento en que el anhelo te tiene que llegar. Si me hubiera puesto más metas a lo mejor hubiese llegado más rápido.
-De todas maneras no perseguiste el sueño…
-Soy raro con eso. Es una buena pregunta. A lo mejor estoy equivocado, no significa que esté en lo justo. Yo creo que las cosas hay que soñarlas y hay que buscarlas aunque sin buscarlas. Para vestir a alguien que soñé toda la vida lo que traté siempre es hacer buenas colecciones, o sea trabajar y mejorar. Considero que las cosas te llegan por eso que hiciste, no solamente por buscarlo.
-Hablás de llegar, ¿llegar dónde?
-A quien soy hoy.
Los inicios y el presente
Gabriel Lage es de Mar del Plata. Vivía allí, era disc jockey, le iba bien y tenía tiempo. Sin darse cuenta le empezó a gustar la moda y comenzó a coser como hobbie. Se le daba fácil: el savoir faire estaba intacto.
"Miraba muchísimo lo que sucedía afuera, sobre todo los grandes talleres de los diseñadores. Era un apasionado de la moda de Valentino, me parecía un genio. La primera vez que pude viajar fui a Roma a conocer esos talleres. Allí apareció el primer sueño: tener un taller como ése, sentir orgullo de poder hacer eso en Argentina para poder dar batallas", cuenta.
-¿Cómo fueron los inicios en la moda?
-Tuve a mi favor el saber hacerlo, eso me ayudó muchísimo. Ese saber creo que fue el punto inicial de mi trabajo.
-¿Siempre hiciste la moda que quisiste?
-Siempre me enfoqué en hacer la moda que quería.
Gabriel Lage estuvo siete años en Mar del Plata haciendo colecciones que no se conocían en Capital. Fue en 1995, una vez instalado aquí, que presentó la primera colección.
-¿Cómo fue ese primer desfile?
-Aquí se presentaban colecciones con un hilo conductor, es decir, en la pasarela había varios vestidos de una misma tela. Lo mío era más difícil de armar porque no existía ese hilo conductor. Yo volaba mucho con lo que quería crear y no pensaba tanto en la progresión de la colección.
-¿Qué repercusiones tuvo?
-Al principio la prensa no fue benévola conmigo. Dijeron que no tenía estilo.
-¿Cuál es el estilo de Gabriel Lage? ¿Existe?
-Uno de los primeros comentarios de la prensa del 95 fue de la periodista especializada en moda Sara Braceras quien dijo que era una colección que no tenía estilo. Entonces creo que un poco fue lo que hice en toda mi carrera, o sea, no tener un estilo marcado sino que el estilo fuera de la persona que lleva una pieza mía. Inclusive con la modelo en la pasarela necesito sentir que esa modelo siente y entiende lo que lleva puesto. Entonces, ¿para qué te sirve tener un estilo si el estilo lo va a dar la persona que va a llevar puesta mi ropa?
-Para vos, ¿qué es la moda?
-Es crear sueños para diferentes personas, ocurre cuando visto a una novia, una madrina o alguien que viene para que le haga el vestido. Visto mujeres en momentos muy especiales de su vida. Es realizarle el sueño a alguien especial que quiere hacerse una prenda que también es especial para un momento único.
-¿A qué mujer vestís?
-A una mujer que quiere verse bien, que quiere estar muy feliz ese día, que quiere que los suyos, y los no tan suyos, la admiren. Visto a muchas mujeres con cuerpos reales. En ellas, lo que se usa o lo que nos encanta, a lo mejor no va. A mí me encantan los vestidos fluidos y amplios, con escotes rígidos, y la verdad es que casi toda esa línea está guardada y a mí me sigue encantando. Lo mismo pasa con los estampados.
-¿Con qué no transarías en la moda?
-Con un montón de cosas. Primero y principal con cosas que no me seducen por más que sean de moda. Si no me seduce lo voy dejando pasar. Tampoco transo si una cliente quiere ponerse algo que sé que no es para ella.
-¿Considerás que un diseñador llega a su meta en algún momento?
-Por supuesto que sí, aunque eso no quiere decir que no puedas seguir creciendo.
-Y la consagración, ¿cuándo llega?
-Cuando las clientas vuelven, esa es la consagración más fuerte. Cuando vuelven a lo largo de los años junto con sus hijas. También cuando reconocen el trabajo artesanal de cada prenda en mercados internacionales como me pasó en Milán hace unos años. Todo eso me emociona.
-¿Te seguís emocionando con lo que te pasa?
-Todo el tiempo, cada vez más. Estoy llorón (risas).
Crecer más allá del nombre
La moda es una industria donde muchas veces los egos se anteponen al trabajo. Las redes sociales exacerbaron eso consagrando muchas veces más el nombre que el resultado del trabajo. Aquí la cosa se diseña de otra manera.
-Sos hijo único, tu nombre es tu marca, ¿cómo manejas el ego?
-Tengo ego. La verdad, me quiero mucho (risas). Considero bueno tener ego, me lleva a hacer cosas cada vez mejores, a seguir creciendo. Yo creo que es bueno tener un ego manejado. A mí me lo bajan mi pareja, mi socio y, a veces, también mi asistente (más risas).
-¿Qué te pasa cuando ves tu nombre que es tu DNI en una etiqueta?
-A ese nivel no tengo el ego tan armado. Lo tengo respecto de lo que hago y con lo que voy a hacer.
-¿Porqué tu marca se llama Gabriel Lage?
-Me parece que fue un poco en homenaje a mi viejo con quien tuve una relación difícil. Se llamaba Mario Delfín Otero Lage y siempre peleó porque se pronunciara bien su apellido. En realidad es con acento en la e porque era un doble apellido vasco francés.
-El apellido de tu padre hoy empuja el de tu marca...
-Exacto. Por eso digo que fue un poco por él, porque siempre se esforzó porque se entendiera bien su apellido. No lo pensé como ego, también era un momento en que todos los diseñadores tenían su nombre en las etiquetas.
-¿Cuál creés vos que es el peor problema cuando el ego está aplicado a la moda, cuando el ego te come como persona?
-Yo creo que cada uno sabe lo que hace y puede estar orgulloso de eso. Por otro lado hay que saber dividir el orgullo del ego. Es genial estar orgulloso de lo que hacés. Yo estoy orgullosísimo de mi taller, del que pudimos armar, estoy orgulloso de la gente. Me da un ego increíble haber armado ese taller, es un ego que viene desde el orgullo.
-¿Le das mucha importancia a la mirada externa?
-Sí y no. La mirada externa puede llegar a doler mucho. Me duele mucho la injusticia, la paso fatal, se me estruja el estómago. La crítica y los críticos sin fundamentos me hacen mal. Yo soy muy respetuoso de dónde y cómo, y siempre que hay una crítica tiene que haber un asidero.
-Estamos en una época en la que el impacto de la crítica, no importa de donde venga y cuanto más escandalosa sea, mejor. Lo que pasa es que después nadie pide disculpas…
-Absolutamente. Yo tengo algo con respecto a eso y es que contesto. No me parece lógico no responder, a mí me parece que si algo te duele no tiene mucho sentido quedarte callado y llevártelo adentro.
-¿Fama y prestigio, cuál es más importante?
-El prestigio sin ninguna duda.
-¿Y cómo te llevás con la fama?
-Muchos años no me llevé bien con la fama, me costaba muchísimo. Yo soy un tipo muy simple en mi vida, y me costaba a veces tener que estar un poco armadito porque soy tal persona. Aprendí que no tiene que ser así. Mi vida privada no la muestro mucho, muestro lo que me parece que está bien.
La moda en el aquí y ahora
-¿Te inspirás en alguna década en particular?
-Todas las colecciones vienen hacia el Art Déco, me sale solo, es una cosa impresionante. Me encanta la arquitectura de la época. Me parece también que tiene un tema con la liberación de la mujer de una manera especial, hay un montón de situaciones en esa época donde la mujer cambió su forma de vida y su forma de pensamiento. Aunque no quiera, ese período siempre está presente.
-En tu moda, ¿contemporáneo y nuevo son sinónimos?
-Para mí no. Mi moda es contemporánea.
-¿Por qué? ¿Acaso tiene que ver con la venta?
-No, me parece que justamente tiene más que ver con el trabajo, con el tipo de trabajo que propongo, con la línea. Con la durabilidad de las prendas.
-¿Por qué no presentás colecciones en las semanas de la moda argentina?
-Me da más tranquilidad hacerlo fuera de ese sistema. Prefiero elegir la fecha que quiero en función de mis tiempos de trabajo, de organización, etc. Y presentar una colección en las semanas de la moda de otros países tiene que ver con un tema de costos. Además que siento que tienen otra manera de trabajar, una manera con la que me siento más identificado.
-No es, como se dice, porque estás agrandado…
-¡Para nada! No es como muchos dicen que me separo del resto porque estoy agrandado. Prefiero que simplemente sea de esa manera.
-¿Y desfiles en el interior?
-Ahí tiene que ver más que nada para también apoyar a los diseñadores de las provincias que no son tan conocidos. Los diseñadores aprovechan el envión de nuestro desfile para ser conocidos.
-¿Cómo te llevás con tus colegas?
-Me llevo fantástico con casi todos y quiero a muchos de mis colegas. Cuando puedo voy a los desfiles de muchos de ellos, a veces me da bronca, no poder acompañarlos. La mayoría son buenas personas además de buenos diseñadores.
-Por trabajar en este medio tampoco uno tiene por que ser amigo de todos…
-¡Por supuesto! Y también hay un par con quienes no me llevo bien, no me caen bien… No siento que sean buenas personas. Y ojo que tampoco sienta que sean malos diseñadores, ¡para nada! Simplemente no los siento buenas personas, nada más que eso.
-¿Creés en el poder de los premios?
-Según como estén concebidos. Los premios dan prestigio y fama, sobre todo cuando están bien concebidos. Si no es así, al contrario, creo que son malos.
-¿Qué te pasó con el Martín Fierro de la Moda?
-En la primera edición en el 2019, nos subieron a una terna que nosotros consideramos que no era alta costura, que es lo que hacemos. La explicación que me dieron fue que acá el término alta costura no está utilizado como corresponde. Además el mismo día que dieron las ternas me escribieron diseñadores del interior diciendo que no estaban considerados, un sastre de moda masculina que tampoco se sintió incluido, y así otras personas del medio. Ante eso invitamos a todo el jurado y los organizadores a que vinieran a nuestro taller para que cada uno decida si realmente hacemos alta costura o no. Eso no se dio y decidí separarme del premio, como varios otros colegas, y mediante un comunicado pedí que me sacaran.
-¿Y en 2023?
-Sucedió lo mismo: nadie de la organización se acercó a ninguno de los diseñadores, que somos los partícipes absolutos de la moda, para saber bien qué hacemos. Entonces también me borré. Gracias a Dios, el año pasado, no me tuvieron en cuenta salvo para criticarme en algunos programas de televisión y la verdad, no le di importancia. Es más, alguien de la organización salió a decir que soy complicado. No tengo idea cómo cree que soy complicado cuando en realidad nunca habló conmigo… Sí me puedo considerar complicado si las cosas no se están haciendo como corresponde. Me parece que hoy los premios Martín Fierro de la Moda no están bien armados y siento que tampoco están tan bien vistos por la gente. Admiro a quienes lo ganaron, una cosa no tiene nada que ver con la otra.
-¿Considerás que es un premio injusto?
-Siento que hay injusticia, y esa injusticia es lo que realmente me da dolor. No me duele no estar nominado en un premio, me duele la injusticia. Por ejemplo, la mayoría del jurado, no sabe quién hizo las colecciones y en algunos casos esas colecciones no se hacen en Argentina. No es de malo, sino de justo. Y no digo que esté mal, digo que una colección no hecha en el país que se vende en Argentina tendría que tener un premio especial de colección no hecha acá. Hay una parte muy importante y es que quien gana con vos también es tu taller.
-Cambiamos de tema, ¿cómo es diseñar para mujeres siendo hombre?
-(Risas) Hace poco escuché a una diseñadora que dijo que los hombres no deberíamos diseñar para las mujeres. ¡Que raro, nunca había escuchado algo así! Quizás es una frase sacada de contexto. A mí me parece que en mi caso yo pongo la vista de diseñador, que podría ser hombre o mujer, porque el estudio y la práctica te llevan a lo mismo. En eso somos iguales. Sin ser machista, me parece que las veo con una mirada también de hombre, no solo de diseñador y tiene una perspectiva más sensual. También considero que hay excelentes mujeres diseñadoras que pueden tener, desde otra perspectiva, algo mejor que yo.
-Pienso que hay un tema desde la mirada del hombre quien también diseña desde la ignorancia de ponerse un vestido…
-Coincido. Aprendí mucho sobre eso y cambié mucho mi estilo en la manera de construir los vestidos. Cuando empecé la corsetería era muy rígida y creo que fui uno de los primeros en cambiar esa rigidez por una más blanda. Nosotros logramos modernizar esa rigidez y que nuestras clientas estén mucho más cómodas. La comodidad es fundamental en nuestros vestidos para que las clientas se vean fantásticas.
-¿Cuánta importancia le das a las celebridades?
-Son muy importantes porque son una sociedad con la marca, eso es acá y en todo el mundo. En mi caso no sé buscarlas. Cuando me llaman, ahí estoy. Quizás debería tener muchas más sociedades con algunas de ellas.
-¿Preferís que vengan a buscarte?
-No lo digo como un tema de divismo. Me encanta cuando vieron algo mío que les gusta y me llaman. Más allá de prestar un vestido para un evento, me fascina que algunas de esas celebridades me elijan para momentos especiales de su vida. Es muy fuerte porque va más allá de la relación diseñador-celebridad, se forja una suerte de amistad, una complicidad. Me emociona, me agrada.
-¿Qué se siente haber sido nombrado personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires?
-Un orgullo gigante. No podía parar de llorar, tenía una emoción absoluta. Nunca lo había soñado. Siempre tuve y tengo pasión y orgullo por la gente que trabaja conmigo, y en ese momento hice pasar a quienes trabajan conmigo porque por ellos hoy soy quien soy. Hay mucho de mi trabajo y todo del trabajo de ellos, un equipo que trabaja con honestidad, con pasión, con corazón. Personas mayores que trabajan conmigo desde hace años y les gusta hacerlo, gente que ha estado en buenos y en malos momentos, en momentos de corridas y en momentos tranquilos. Es un galardón que no lo sentí mío en absoluto.
-¿Sabés hacer un vestido desde cero?
-¡Sí, por supuesto! La última vez fue hace unos cuantos años. La vorágine de trabajo lamentablemente te hace salir de eso, ¡pero estoy en todo! Estoy continuamente viendo todo. Por ejemplo la primera parte de un bordado la comienzo yo.
-¿Tenés una carrera académica o solamente la experiencia familiar de haber aprendido costura con tu padre?
-En ese momento aquí no existía la carrera de diseño. Fueron muchos años todos los días de semana y desde muy chico. Aprendí y absorví mucho con él.
-Si mirás hacia atrás, ¿cambiarías algo de todo lo que hiciste?
-Sí, creo que sí, porque aprendí muchísimo a lo largo de la vida. No cambiar sería no evolucionar. Lo primero que trataría de cambiar es mi terquedad. Creo que si hubiera podido cambiar mi terquedad, hubiera volado muchísimo más todavía.
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