De chico, Gustavo Pucheta ya jugaba con géneros y formas en Concepción de Bermejo, el pueblito chaqueño que está ubicado a la vera de la ruta nacional 16 en el que creció siendo el hijo del oficial de policía y la directora de escuela. Flor de la V tenía 5 años cuando descubrió la máquina de coser, ese objeto que "tenía prohibido" desde la muerte de su mamá. Detalles intimistas como estos fueron parte de la charla que tuvieron el diseñador y la conductora de "Intrusos" en este capítulo de Para Ti Fashion Talks, vol. 4.
"Hoy me di cuenta que de muy chico me encontraba haciendo lo mismo pero de una manera espontánea... Siempre estuvo este juego con los cuerpos, con las muñecas, con las telas. Nunca hubo un encuentro con qué hacer y qué no hacer. Tuve una familia que nunca me dijo "esto tenés que hacer por esto", tuve mucha libertad... No fue difícil transitar este vivir en el interior de la Argentina, en el interior del Chaco. Nací en Saenz Peña, en un pueblo que se llama Concepción de Bermejo", es lo primero que contó Pucheta sobre su infancia.
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"En mi caso, no era así pero me encanta que lo cuentes. Tenías absoluta libertad para soñar o crear que es lo más importante en la construcción de cualquier criatura", le comentó Flor de la V. Y enseguida aclaró: "Mi papá era oficial de policia y mi mamá era directora de una escuela, cuestiones muy estructuradas, muy prepensadas para algunas cosas y creo que ser, -por decirlo de alguna manera-, la oveja distinta (porque aplicarle un color a algo me parece que no corresponde), les pareció divertido y motivacional para ellos".
Flor de la V y el origen del amor por la costura
"Yo vengo de familia de costureras. Había una máquina de coser que se convertía en una caja. Mi mamá murió cuando yo era muy chica, tenía 5 años, y siempre era una incógnita qué había en esa caja perfecta, de fórmica... Cuando abro la caja encuentro que había una máquina de coser adentro. Con 6 años la fui abriendo a medida que la iba descubriendo, abría una puerta, la otra. Hasta que descubrí cómo sacar la máqina y ahí me encontré con un mundo que hasta ese momento me fascinó por completo. Pero siento que tenía que ver con mi historia, conmigo, a pesar de que nunca había cosido", confiesa Flor.
"Mi mamá cuando me llevaba en el vientre cosía todos los días, -esto me lo contaron mis tías muchos años después-, entonces el traqueteo de la máquina de coser me resultaba familiar. Yo abro esta máquina, es como que descubro en pequeños detalles a mi vieja, a mi mamá. Porque estaban sus bordados, porque habán quedado cosas sin terminar. Estaba su costurero que es algo muy personal, está tu dedal, la tijera... Yo digo que es como el cajón de tu mesa de noche, es tu construcción. Al principio, tocar esas cosas, me hacía sentir cerca de ella. También me producía muchísima fascinación el tema de coser, de lo que significaba", cuenta.
Y siguió contando: "Primero la armé, después la volví a guardar. Porque después de la muerte de mi madre, la máquina había quedado... se había apagado. Eso como que de alguna manera era el corazón de la casa, porque yo vengo de familia de costureras, se había apagado. Entonces había algo como que yo sabía que no la tenía que tocar. Pero era más fuerte lo que me provocaba, el querer estar cerca de ella, que un día no solamente la armé sino que la enhebré. Y así empecé a coser a escondidas. Y a medida que iba cosiendo, empecé con el vestido para una muñeca de una prima, despés otro y otro. Fui descubriendo algo que tiene que ver con el arte de mi familia, con la costura y esta cosa de los géneros. El enhebrar, el traqueteo de la máquina... Y eso fue una de las cosas más importantes que me sucedieron en la infancia proque me sirvieron para toda la vida".
Flor contó que con su primer trabajo se compró una máquina de coser. "Yo no quería ser igual a todas. Yo no me identificaba, cada vez que tenía que ir a un lugar estar igual a las demás. Yo quería estar distinta y eso lo hacía cosiendo con mi máquina", reveló. Incluso contó que compraba telas en el barrio de Once y que ella se cosía los vestidos con los que iba al programa de Mirtha Legrand.
Gustavo sumó que una prensa es el primer ítem con el que uno dice algo. "Es lo que primero tapa nuestra desnudez, es lo que nos representa. Es lo primero que cuenta de nosotros, esté bien o mal elegido...", agregó.
El valor del diseño local
Flor comentó que cuando era chica le daba verguenza ir a comprar zapato por el tamaño de sus pies. "La Cenicienta calzaba 35 y tenía el zapatito de cristal", expresó provocando risas. Y agregó: "Cuando me preguntan dónde compro los zapatos, les respondo que ¡Jackie Kennedy calzaba 42!".
"Hay muchas que compran Gucci y van a pedir vestidos prestados a diseñadores locales... Me parece pésimo", le planteó Flor a Gustavo. "A eso quería llegar. Una cuestión es abrir el abanico y ver estas cuestiontes de consumo. Te lastima un poco porque la puesta en marcha de una producción es muy difícil y te hace ruido. Me empiezo a revalorarme y digo hasta acá", respondió el diseñador.
La moda circular fue otro de los temas de la charla. Flor cuestionó los millones de desperdicios que genera la moda y compartió que por eso desarma "sus vestidos para darle otro uso a esa prenda que tengo ahí", señaló.
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Fotos: Chris Beliera
Agradecemos a Abugar por ser parte de esta temporada de Para Ti Fashion Talks con los sofás individuales Chesterfield.