Esteban Bullrich y María Eugenia Sequeiros se conocieron en 1992, en la compañía frutícola San Miguel S.A. donde ambos trabajaban. Un tiempo atrás, él se había recibido de licenciado en Sistemas y Computación y, meses después, conoció a la mujer de su vida.
Se enamoraron, comenzaron a salir, se pusieron de novios. Lo cierto es que se casaron el 13 de noviembre de 1999. Una fecha muy especial que el ex Senador recordó, tiempo atrás, en sus redes, para saludar a su amada cuando se cumplían 22 años de aquel día en el que formalizaron su amor.
“A mi mujer, María Eugenia, con quien hace dos días cumplimos 22 años de casados. María Eugenia es una santa. Ella es mi conexión con el cielo y mi cable a tierra”, le dedicó.
Esteban y María Eugenia tuvieron cinco hijos: Luz, Margarita, Agustín, Lucas y Paz Bullrich. Componen una familia muy unida que tuvo que atravesar las pruebas más difíciles: cuando Luz, la mayor, tenía 7 años, fue diagnosticada con cáncer de útero, momento que el ex Senador calificó como el "más difícil" de su vida. Hoy, Luz tiene 21 años y superó la enfermedad: "Ella nos iluminó el camino, y yo aprendí a enfrentar la enfermedad con ella por primera vez", expresó en una nota anterior Bullrich.
Un antes y un después
Pero el destino tenía para esta familia un nuevo y enorme desafío. Un golpe en seco que los pondría a prueba como nunca.
Después de varios exámenes, los médicos le comunicaron a Esteban Bullrich que padecía de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad progresiva que produce debilidad muscular y dificulta, por ejemplo, el habla y la movilidad del paciente. María Eugenia lloró con él cuando le dieron el diagnóstico, y a diario lo alienta, lo contiene y lo admira.
"Lloré mucho. Él me consolaba a mí, porque ya había leído todo, ya había atravesado antes, tomándolo con mucho optimismo, diciendo ‘no importa lo que sea, le voy a dar batalla’, fue ahí que empecé a caer en lo que iba a ser". Así, María Eugenia Sequeiros le contó a La Nación cómo fue esa situación tan impactante como dolorosa.
"Fue un golpe muy fuerte, porque pasó de ser un esposo con capacidades increíbles y súper activo, a perder un montón de cosas, empezando por el habla", reveló ella.
Enfrentar a sus cinco hijos al diagnóstico de su padre fue otro de los duros momentos que tuvieron que atravesar: "Desde el principio los sentamos y él les dijo lo que nos decían los médicos, me encantó la manera que tuvo de explicarlo, diciendo que se iba a hacer viejito más rápido... Pasamos por todo, lloramos, y ellos a veces se enojan. Pero lo que prepondera es la paz, y podemos seguir con nuestra vida, no es que estamos todos frenados", se sinceró.
En una habitación equipada para que el ex Senador se encuentre lo más cómodo posible, cada día es un desafío y un triunfo. María Eugenia acompaña a su marido con entereza y con amor. Es frecuente verla, cuando aparece en alguna imagen en las redes o en una nota, portando una sonrisa.
"Acá en casa no hay desesperación, te diría que hay paz", reconoció María Eugenia.
Además de afectar la salud, la enfermedad trastocó las emociones y modificó rutinas en su casa, pero tanto ella como Bullrich se aferraron muchísimo a la fe. La familia se concentra en vivir el hoy, porque el futuro es incierto: "Trato de vivir cada día, entonces no sé, al tener la confianza puesta en Dios y en que él nos va guiando me entrego a su voluntad", expresó.
Entera, valiente y muy consciente de la batalla que libra cada día, María Eugenia afirma: "Entendí que el sufrimiento tiene una misión transformadora. El sufrimiento nos hace mejores, más humanos, y yo ofrezco este sufrimiento todos los días a Dios para que él me de la fuerza para vivir cada día. Aprendimos con Esteban a vivir cada día sin saber qué va a pasar, porque nadie sabe qué va a pasar mañana. Ese es nuestro lema, ‘hoy es el día’. Lo lindo de todo esto es que Dios está para todos y que nos dejó libres, así que mi mayor deseo es que todo el mundo vuelva a Dios, que lo reconozca para vivir de la mejor manera", dice María Eugenia dejándonos la mejor lección de vida.
Y también es humana y el sufrimiento, por momentos, la agobia: "Obviamente, no voy a negar que tengo momentos tristes. Obviamente lloro y grito, pero en paz. Es como un sufrimiento, pero en paz. Duermo todas las noches, no tomo ninguna pastilla y todo eso se lo atribuyo al Espíritu Santo que me acompaña a mí y a toda mi familia", reconoció.
