Se trata de un combo robado al guardarropas masculino. Vestir trajes nació en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX, cuna de las prendas sartoriales. Fue modificando su forma a lo largo del tiempo y se convirtió en un aliado incansable del guardarropas femenino.
Los años 80 tuvieron al power suit como estandarte de las mujeres yuppies, aquellas trabajadoras que encontraron su lugar a la par de los hombres de la city neoyorquina. Hasta el famoso Black Monday de 1987 cuando que desplomaron los mercados. Aquel lunes negro fue también un momento social que influyó en el cambio y el estilo del vestir. A comienzos de los 90 se instaló una tendencia que desestructuró la rigidez original del traje.
En los 90s aquella versión se relajó y renovó su imágen con formas generosas. Se trató de una suerte de revelación a una década ostentosa: los 80s fueron el culto y la exposición del cuerpo con hombros y cinturas marcadas y, aunque no se trató de dejar de cuidar el cuerpo, los 90s fueron lo opuesto, la tendencia era envolverse en prendas cómodas. Como si el capitalismo se hubiera relajado, como si el yuppie corporativo de los 80s se hubiera convertido en un artista bohemio.
Los diseñadores japoneses Matsuda, Comme des Garçons y Yohji Yamamoto impusieron sacos y prendas holgadas que permitían, además de comodidad, perderse con garbo en esos volúmenes. En Occidente Giorgio Armani tomó la posta y comenzó a diseñar trajes que fueron el epítome del chic del momento. Las hombreras exageradas de la década anterior relajaron tanto sus formas que algunas desaparecieron y acompañaron la caída natural de los hombros.
Hoy el vaivén propio de la moda trae la tendencia y la instala cmo una manera más de vestir y convive de manera pacífica con el famoso y poderoso traje de antes.
MODELO @sofiaravasi para @lomanagement
FOTOS @chrisbeliera
ESTILISMO @alegarcia360
MAQUILLAJE @nataliflormkp para @sebastiancorreaestudio con productos @givenchybeauty
PEINADOS @nataliflormkp para @sebastiancorreaestudio