"Para saber una historia y su línea de tiempo, hay que empezar por la raíz del asunto y aprender a ponerse en los zapatos del otro, cada elección de vida tiene un por qué y cada uno de nosotros, por más livianos que hayamos podido lograr ir por la vida, tenemos detrás los colores que alguna vez formaron parte de una paleta acorde a las emociones y circunstancias que tuvimos que atravesar.
Rota, entera, reconstruida, y por partes vuelta a armar... Soy ésta y todas las que fui. Soy la mejor versión de mí misma que pude.
Mi infancia tuvo exceso de "mundo adulto", muchos cambios repentinos que me hicieron madurar precozmente para entender el caos y un hogar que si bien provenía de gente de buen corazón que hacía lo que podía, no dejaba de ser un hogar disfuncional para una nena.
Fue todo un desafío crecer y salir ilesa, saltear etapas sin que dejara de emocionarme juntar figuritas abrillantadas de Sarah Kay y a su vez comprendiendo, con cabeza de adulta, que la vida muchas veces te desdobla y de jugar a la rayuela pasás sin solución de continuidad a sensaciones de abismo, que lamentablemente se terminan haciendo costumbre.
No fue gratis la ausencia de cierta estructura contenedora, y eso me obligó a aprender a encarrilarme sola, "tocando de oído".
La adolescencia llegó con grietas que tapé canalizando en la comida, y un nuevo conflicto a la hora de encajar en los grupos de mi generación acompañada a diario de alguna frase cruel que me recordase mi exceso de peso (hoy se llama bullying) pero que en 1988 era solo un fantasma, que si bien asustaba, estaba naturalizado.
La rebelión interna de la edad, el odio a uno mismo, las limitaciones, la necesidad de "aceptación" para "pertenecer" y la búsqueda desesperada de un modelo a seguir fuera de casa y de lo que me rodeaba... Todo eso era un montón y la ansiedad me hacía caer en "la falta"... Siempre la falta... Nada alcanzaba para sentirme parte.
Recuerdo haber buscado incentivos que me hicieran volver al eje, pisar firme, estaba agotada de hacer equilibrio en un mundo que me mostraba su lado más hostil... La necesidad de elevar al menos un poco aquella autoestima herida que fue la puerta a muchas malas elecciones y decisiones.
Atravesé la adolescencia como pude y sintiendo ir a contrapelo, con modelos a seguir desdibujados, valores revueltos, el ego roto, el amor propio desacomodado, y una confusa percepción de mi misma...
Parí en 1992... A los 19 años ( ese año cumpliría los 20 con un bebé a mi cargo) y un viento en contra que sentía no aflojaba nunca.
Pero esta vez sería distinto, ya había alguien más a quién proteger... Evidentemente no me alcanzaba mi dolor, yo no me bastaba lo suficiente como para salir de ese espiral tóxico. Mi primer hijo venía a hablarme de resiliencia y valores, y conecté con una fuerza desconocida en mí hasta ese momento.
Las alarmas eran evidentes y sostenidas en el tiempo pero yo estaba inmersa en callejón de trampas sin salida, mi vida era cada vez más triste y la violencia de la que parecía "merecedora" se acomodaba cada día un poco más...
Nada bueno se puede esperar con una autoestima en pedazos, en mi caso particular, solo recién supe/pude darle magnitud a la gravedad del tema con una vida a mi cargo como la responsabilidad de un hijo.
Elegí un hombre roto, y muy triste... Más triste que yo, más roto que yo... Y con una cuota extra: una violencia física y psicológica que no cesaba... Ésa a la que no solamente le corresponden las palabras por el peso de las acciones, sino que además una siente que se queda corta...
En vano fueron todos mis intentos por rescatar a alguien que no quería ser ayudado y elegía la amenaza como bandera para retenerme, me hundía con él en un círculo tóxico de víctima victimario que cada vez se hacía mas oscuro y peligroso.
El morbo no está en saber detalles... El morbo es saber que sucede y callamos... La realidad filosa y descarnada no es para todos, la empatía es el lente que no deforma la verdad .
Golpes de puño en la cara, en el pecho, en el estómago. Patadas en piso, apuntando repetidas veces en la espalda, en la nuca... Recuerdo incorporarme de un tiron en el pelo y ser arrastrada hasta otro rincón con la orden de no llorar e insultos, ofensas y agravios de todos los colores que se imaginen...
Sí, una vez menguó ese castigo diario sin razones... Porque la cosa era así... En el lapso que su mente le jugaba alguna idea loca producto de la graduación alcohólica constante en su sangre más el combo de la cocaína... Pero mi panza crecía... El miedo también, sin embargo el fantasma de su ira a medida que el embarazo avanzaba se desdibujaba...
Recuerdo despertar contenta cuando no me pegaba... y caminando de cara al sol agradecía al cielo... Aunque mi ventana daba a un techo lleno de basuras que tiraban los de arriba... Vivíamos en una pensión, la pieza era diminuta, recuerdo que quedaba en avenida Elcano.
Cada vez que salía a dar una vuelta lanzaba deseos fuertes al universo, algunos días eran de libertad, otros de salud, otros ya no quería vivir...
Muchas veces en soledad me preguntaba si la vida era eso que me estaba pasando o si tal vez había esperanzas de algo más feliz... Algo en alguna parte seguramente sería mejor para mí y para este hijo que venía en camino y que ni por un minuto imaginé permitiendo que viva esta barbarie al llegar al mundo. Pensaba la puerta de salida, la planeaba conforme pasaban los días pero algunos días el miedo me amedrentaba y ganaban la pulseada sus amenazas...
Todo mi mundo estaba teñido de dolor, de impotencia y la sensación de una justicia que no terminaba de jugar con los colores de mi camiseta... Sin respeto y sin piedad, así también llegué a parir aunque pocos lo notaban... Me invadía la emoción de la llegada de un hijo...y a su vez tenía terror del caos al que lo traía.
Mamá, papá y mi abuela no sabían nada... Sospechaban y yo negaba. Lo cubrí por miedo. Ellos hicieron lo que pudieron y acompañaron hasta dónde yo les permití (en mi cabeza era para no ponerlos en riesgo)...
Las contracciones aquel 22 de mayo a las 7 AM eran cada vez más seguidas... Sin cama de hospital, sin ninguna cobertura médica, sin un mango, sin medico/obstetra o partera de cabecera, y sin idea de lo que me esperaba llegué al Hospital Fernandez a dar a luz.
El trabajo de parto duró 12 horas, en la guardia porque no había camas, para cuando llegué a la sala de partos, luego de todo el día, ya estaba exhausta y días después supe por las enfermeras que me desmayé 3 veces entre pujos, maniobras y fórceps, finalmente decidieron cesárea de urgencia. Federico llegó a este mundo antes de medianoche y a partir de ese momento nos abrazaríamos fuerte para atravesar el tramo que quedaba hasta encontrar la salida de ese infierno.
Quedamos internados post parto casi una semana, con inyecciones de hierro para mi anemia y una debilidad extrema.
Nosotros habíamos logrado mudarnos a un mini departamento interno, para no recibir a Fede en un cuarto de pensión y la verdad, los primeros días estaban teñidos de la emoción del nacimiento, y todo parecía haberse calmado... Una dudosa luz de esperanza me hacía volver a creer que algo cambiaría.
Hoy, con el diario del lunes, me resulta muy sencillo juzgar mi ingenuidad e inocencia... Mi boludez y torpeza al creer que alguien así podría cambiar... Pero con 19 años y sumergida en aguas tan turbias nada era claro... y la idea de escapar a cualquier rincón del planeta se ponía en pausa esperando un nuevo episodio para volver a activar el modo supervivencia.
Aquella calma engañosa, fue la que precedió al huracán... Volvieron las excusas para salir y consumir: el combo que lo transformaba... Alcohol y cocaína... Y de nuevo el horror y lo impredecible.
Un bebé... tan sólo 4 meses tenía Federico Tomás V. Ayos cuando vio por última vez a su papá biológico decirle "adiós, guatón" e irse "de vacaciones"... 4 eternos meses en los que tuve que hacer equilibrio bordeando el abismo más que nunca frente al miedo que esa bomba de tiempo un día decidiera que yo ya no era el blanco y se enfocara en Federico...
Era una posibilidad y ante ese pánico siempre le pedía a una amiga o un familiar que se quedara a dormir... Pero lógicamente no siempre podían... Él fingía muy bien delante de la gente como buen sociópata, pero no era gratis... Acumulaba violencia contenida y se descargaba a solas... Siempre... Irremediablemente y sin explicación más que la de los insultos que lo hacían sentir en un lugar de poder...
Cuando algunas veces oímos decir que la realidad supera la ficción no se dan una idea lo absoluto y acertado que es...
Hubo un hecho que aceleró el final anunciado, y fue un martes de agosto... mientras amamantaba a Federico una madrugada, su papá dormía luego de una seguidilla de estupefacientes, violencia verbal y psicológica, violaciones reiteradas desde el parto y amenazas... Días sin dormir y resaca: en un llanto de Fede, él se despierta y grita: "Hacelo callar".
Pero extrañamente no tuve nada de miedo por mí... Tampoco por Fede... Tuve miedo por él. Porque sabía que si tocaba a Federico lo mataba sin dudarlo, me cuesta pensarlo y me cuesta ponerlo en palabras, pero en aquel contexto era su vida o la nuestra.
Teníamos una lámpara de hierro que dejó la dueña en ese departamento y supe que podría ser el objeto con lo que si hacía falta yo le haría frente a un hombre de 1,87 mts desencajado, loco, enojado y con fuerza...
Sí, muy al límite y desde esa oscuridad fantaseaba con posibles situaciones, finales, comienzos... Huidas truncas y el arrepentimiento de tantas denuncias que retiré por piedad y después por miedo...
(Retomo) Luego de escuchar "hacelo callar" varias veces y cada vez más fuerte, dije muy bajito para mí misma: ("esto se acabó, hijo de puta")... Fue un pensamiento susurrado que me salió del alma mientras tanto lloraba enmudecida, forzando a abrir la boca y prenderse a la teta a mi bebé invitándolo a elegir la leche y no el llanto, pero aquel murmullo lo escuchó y voló un zapato con fuerza desde la cama de ese monoambiente, dándome en la frente de lleno y cayendo en el brazo de Fede tomando teta...
Ese fue el final de todo. Esa noche mastiqué impotencia y en mi desvelo planeé su vuelta al país de origen transandino, pero sin retorno...
Fue una gran actuación, preparé el desayuno como si no hubiese pasado nada... Le dije que en horas tendría la noticia de una sorpresa, y disfracé el regalo como un viaje para que haga él solo a su país ya que no teníamos dinero para ir todos... Y le inventé que le iba a comprar el pasaje con la tarjeta prestada de una amiga que me había ofrecido.
Él extrañaba a su familia, y ya había viajado meses antes a visitarlos (también pagado por mí) y cada vez estábamos peor económicamente... con lo justo, sin nada de resto... Algunos días ni para comer porque los pañales eran un gasto extra muy caro... No había forma de hacer realidad ese plan si no conseguía los medios pero estaba decidida.
Alguien muy especial me dijo SÍ, y pude contar con ella una vez más...la mujer que siempre creyó en mí... mi abuela Juana, ella no me preguntó para qué era el préstamo ( que prometí devolver peso por peso ) pero con Abu estábamos conectadas desde el alma, por más que yo le negase todo, ella intuía algo malo en él... Mi abuela cumplió un rol muy parecido al de una Mamá... Ella fue una suerte de Mary Poppins en mi vida.
Nadie de mi familia sabía lo que yo estaba viviendo porque me había dejado en claro incontables veces que si contaba algo iba a matarme a mí y a ellos...
Pero con la plata de mi abuela compré el boleto que representaba mi salvación y la de mi hijo... Ya corría septiembre y ese hombre partiría "feliz", sin importarle si me quedaba con algo para comer mientras el viajaba en avión.
Se iba muy tranquilo y entusiasta pensando que regresaría en 15 días ... Hasta se atrevió a pedirme que consiga efectivo para costear la "estadía "en casa de sus padres. Todo era surrealista, cruel, tremendo, una reverenda mierda.
Al llegar a Ezeiza, me aseguré de acompañarlo hasta la hora del embarque, para saber que estaba arriba de ese bendito avión...
Y ahí tomé coraje y le dije todo: "Que éste era el final. Que aquel viaje no tenía regreso, que mi familia ya estaba enterada de todo lo que nos venía haciendo y que la policía lo estaría esperando si planeaba algo para quedarse y hacernos mal... Que ya no permitiría que se nos acercara a Federico y a mí..."
Mientras me miraba creyendo que era un chiste... Atónito... Le enumeré con calma (y segura de estar rodeada de gente en un lugar público) donde ya no podía hacerme mal... La cantidad de veces que permití que pusiera mi vida en riesgo, la cantidad de veces que me olvidé de mí para ayudarlo a él a salir de su caos mental.
Las corridas que hice para evitar intentos de suicidio suyos, que me dejaban sin aliento y que ahora con un hijo a mi cargo no iba a permitir que viva y sienta lo mismo que yo, que ese hijo necesitaba estar a salvo de su locura y que cerca suyo corría peligro extremo, le dije que él necesitaba pedir ayuda con urgencia, que estaba enfermo de violencia y excesos, y la negación y los pedidos de perdón eran parte de esa toxicidad.
Le dejé claro que no volvería a vernos, y que ya no le tenía miedo, y que todas las denuncias que había retirado, si fuese necesario las llevaría nuevamente a la justicia para mantenerlo lejos nuestro sin excepción de nada... No había más chances... Más tiempo ni más locura... Fueron 2 años de calvario sin tregua.
Quedó en shock ... Su mirada era distinta... Tal vez de impotencia porque estábamos en un lugar público y Ezeiza está lleno de policías, él no podía reaccionar.
Esta vez el miedo no me paralizó ni tampoco temí que se arrepintiera de viajar... porque en el fondo siempre supe que era un cobarde frente a quienes me querían bien... y toda esta información que el resto ya tenía, no le daba chance de retorno... Pero sin merodear cerca, ya subiéndose a un avión de regreso a su lugar.
Sentí que me volvía más enorme, más fuerte, más sólida y contundente... Ya no me iba a hacer cargo de "la culpa" , él como adulto había elegido que persona ser y esta vez yo también elegía que tipo de vida quería vivir...
Volví a mi monoambiente en colectivo, Fede había quedado al cuidado de mi vieja... Llegué con solo 50 centavos en el bolsillo pero sin el peso de ese mochilón en mi vida...
Sentí que el sol era más brillante en aquel septiembre y pude disfrutar de cada paso sin él... Libre y con una suerte de luz esperanzadora en el camino, un destello en medio de tanta oscuridad... La promesa de una vida distinta a la que conocí y de la que me costó tanto salirme....
Esta experiencia que marcaba mi vida no sería otra cosa que un nuevo comienzo... barajar y dar de nuevo...
Fue un despertar a aceptarme quererme y respetarme para dar paso a mejores elecciones.
Me reinventé... Costó tiempo... Pesadillas de recuerdos, miedos y una metamorfosis necesaria de adentro hacia afuera que se pareció mucho a evolucionar... Sin mirar atrás, abrazada a Fede y ya sin espanto ...
Nunca más vi al papá biológico de Fede, yo no era conocida, corría el año 92 y con 20 años recién cumplidos y un bebé me mudé de casa, de barrio, de vida!!! Por suerte al vivir él en otro país en aquel momento no teníamos gente en común, con lo cual no me pudo ubicar nunca más.
No voy a negar el terror por el que pasaba cada vez que llevaba a Federico a la plaza, miedo a que apareciera, a que se lo llevara a la fuerza, a que lo buscara en la puerta del jardín y me acechara, o que finalmente cumpliera alguna de sus amenazas....
Era un alivio sentir un día a la vez que no estaba rondando...
10 meses después pero ya con un trabajo fijo pude devolverle la plata del pasaje a mi abuela y ella, feliz de verme a salvo enterándose de aquel calvario y sin poder creerlo.
Fede crecía sano y feliz, yo de a poco sentía mi autoestima en proceso de reconstrucción.
4 años después supe que aquel hombre no solo siguió con su inestabilidad emocional y repitió patrones de conducta... Sino que decidió terminar con su vida.
Claro que lloré.
Fue una rara mezcla de sensaciones encontradas.
Cerré ese capítulo llevando a Federico de 5 años al país de su padre biológico a llevarle una flor a su tumba...
Hoy Federico tiene 28 años, es un hombre que recuerda su infancia con felicidad. Fede es un buen tipo, sensible y empático, responsable y generoso. Tiene carácter y es un apasionado, se dedica a lo que ama, se formó durante años y hoy se luce como actor forjando un carrerón en México a base de esfuerzo responsabilidad,talento y pasión.
Siempre supo la verdad de la historia pero a cuentagotas conforme a la edad y a las etapas, fuimos a terapia y de a poco le quité el esmerilado del relato para no ir a fondo y de golpe.
¿Yo? Bueno... Muchos saben lo que me fue pasando a través de los años en lo personal y en lo profesional... Más en una era de redes sociales y mundo globalizado donde ya las distancias no existen...
En honor a la verdad tengo mucho más de lo que soñé que podía alcanzar... El agradecimiento al despertarme cada día creo que no se irá nunca...
Soy esta mujer y todas las que fui, soy mis decisiones acertadas y erradas, soy la mejor versión que pude de mí misma... No puedo pedirle más a la vida.
A partir de esta historia durante años escribí un poco de lo que iba sintiendo... También hice mucha terapia, y pifié como loca hasta volver a confiar.
En el camino desarrollé una intuición aguda y a pesar que los primeros años iba por la vida algo rota, fui juntando esos pedazos de mí, permitiéndome el tropezón ya sin condenarme, cada vez con mas aciertos pero a prueba y error...
Hoy y ya de unos cuantos años a esta parte me volví muy selectiva a la hora de las batallas por las que elijo ir al frente... y la ventaja es que con tanto thriller detrás, ya no me asusta cualquier fantasma..."
Te invitamos a ser parte de esta experiencia utilizando en las redes #Principios2021, #NiUnaMas2021.
Para denunciar violencia de género podés comunicarte de manera gratuita las 24 horas, los 365 días, a través de un llamado al 144, por WhatsApp al +5491127716463, por mail a [email protected] o descargando la app.
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