"Ustedes dos deberían conocerse y charlar. Tienen mucho para conversar”. Alicia Bagur (59), médica osteóloga y Patricia Imamura (60), reumatóloga, siguieron el consejo de una amiga y colega en común y nunca más dejaron de acompañarse. Ambas estaban desoladas y angustiadas: acababan de recibir un diagnóstico de cáncer de mama. Desde entonces son equipo en la vida y en los circuitos más insólitos.
El año pasado y el anterior celebraron diez años sin enfermedad con una aventura loca. Nada de un tecito o un día de spa: festejaron participando del Trophée Roses de Andes, un rally exclusivo para mujeres que cada mes de abril recorre Salta y Jujuy.
Bajo el nombre de Rosas Argentinas, manejaron diez horas por día una camioneta cuatro por cuatro, a 4000 metros de altura, sin GPS ni señal de celular, guiadas por la salida del sol y los puntos cardinales, durmieron en campamentos, aprendieron a cambiar cubiertas en medio del desierto y a salir del barro.
Aunque a la vuelta de la segunda edición (en 2017) Patricia volvió enfermarse, enseguida recupera la entereza y la sonrisa calma cuando piensa en aquellos días a pura adrenalina, a solas con su amiga que, por estos días, le hace compañía en su departamento de Palermo, donde vive con su marido y su hijo (Gonzalo, de 18).
El mes pasado, doce años después de aquel primer tumor en la mama izquierda, le descubrieron un tumor en la vejiga y a continuación otro en la uretra. Por las dudas, el pasado 25 de enero, le sacaron todo: en una intervención compleja que la tuvo cuatro días en terapia intensiva y otros cinco en el piso del Hospital Italiano -“su segundo hogar”, y donde atiende a sus pacientes tres veces por semana-. Recién la semana pasada dio su primer paseo, sin faja y sin sonda, y empezó a hablar con más soltura.
-El lazo entre ustedes sigue siendo un gran pilar para salir adelante...
-Bagur: Sí, en esos momentos tan duros, cuando te enfrentás con un diagnóstico así, es muy importante sentir que alguien al que le está pasando lo mismo te comprende de verdad, que entiende exactamente lo que estás viviendo. Nosotras nos conocimos bajo quimio, y ya nos vimos con pelucas, peladas, en los peores estados. Además, pensá que hasta hace apenas algunos años no se hablaba con apertura del cáncer como ahora. Era una mala palabra, asociada a la muerte. Cuando en realidad es algo que sucede y a lo no hay que tenerle miedo porque se puede salir adelante. Incluso a mí, como todo lo malo que me pasó en la vida, me ayudó a modificar cosas que no me hacían bien. Es un sacudón importante que te hace ver cosas que quizás una ya sabe, pero no termina de hacerse cargo.
-¿Por ejemplo?
-Bagur: Empecé a priorizar espacios y situaciones que antes no ponía en primer plano. Una siempre sabe lo que le hace bien, pero muchas veces deja de hacerlo porque las obligaciones te llevan por delante, te arrastran, te invaden. Pateás lo que te gusta para adelante, cuando una, en realidad, no sabe si después vas a estar. Obvio que es muy difícil y es un trabajo continuo. Más cuando te gusta lo que hacés. Apenas me enfermé, dejé el Hospital de Clínicas y me quedé con el consultorio privado, pero me sigue pasando que me sobrecargo de actividades y vuelvo a tener que ponerme un límite. -Imamura: Lo mismo yo. Después del primer diagnóstico estaba full time en el hospital y luego de la operación decidí quedarme como médica asociada, con muchas menos horas de atención. Porque una se contenta con pensar “dejo lo que me gusta para más adelante, total hay tiempo”, cuando en realidad lo que viene es realmente incierto.
EMPATÍA. Padecer como sus pacientes, cruzarse de escritorio, sentarse del otro lado, entender el significado de la escucha real, exacerbó y modificó para ambas mujeres la relación médico paciente. Más cuando piensan que lo emocional tiene un efecto concreto en la salud. Alicia acababa de separarse del padre de sus dos hijos, Azul (34) y Juan (30), cuando supo que algo andaba mal en su cuerpo. En Brasil, en las primeras vacaciones sola (antes de conocer a su actual marido), notó un bulto extraño en su mama derecha.
“Se sabe que uno nace con un patrón genético, con un mapa de las enfermedades que puede tener, pero los genes se expresan o no de acuerdo a lo que te pase en la vida. Pueden saltar o no, según los golpes fuertes que tengas. Las actitudes derrotistas frente a lo que nos pasa, sin duda, tienen un impacto negativo en la salud. Igual que no cuidarse, dormir mal o comer cualquier cosa”, comparte. Atrás quedaron las reacciones adversas que le trajo la quimio, los rayos y la medicación que tomó durante cinco años después de la operación. El cáncer no volvió aparecer y luchó contra los fantasmas que volvían con cada mamografía. “Cada vez que vas a buscar el resultado revivís el momento del diagnóstico. Es inevitable, pero el paso del tiempo ayuda para todo”.
-El hecho de ser médicas y contar con más información y recursos, ¿vuelve diferente el proceso?
-Bagur: No, lo que cambia es que sabés todo mucho más rápido. Mi ginecóloga estaba de viaje, así que hice lo que no hay que hacer: miré yo la mamografía y ya supe que algo andaba mal. -Imamura: Yo me enteré en el hospital haciéndome los controles de rutina. Cuando vi la cara de la especialista que me hacía la ecografía, me di cuenta de que algo feo venía. Antes de la biopsia.
-Alicia, ¿cómo manejaste el tema con tu hija?
-Lo conversé especialmente con ella porque es grande y porque así como yo no tuve antecedentes familiares, ahora sí los hay y tiene que hacerse los controles con mayor rigurosidad. Imamura: Siempre es complicado con los chicos. La primera vez que me enfermé el mío tenía seis años, y si bien no podía expresarse tanto, estaba muy nervioso y agresivo en el colegio. Ahora habla más, pero sé que guarda mucho.
-¿Y a vos Patricia?, además de las amigas, ¿qué te está ayudando a salir adelante?
-Diferentes tratamientos complementarios que hice, como reiki, terapias de sanación y cadenas de oración. El humor también. Lo más importante es tratar de no deprimirme porque de esto tengo que sacar algo bueno. Lo tomo como una oportunidad para mejorar cosas. Intento no enroscarme en cosas que no valen la pena y disfrutar como estoy. Tengo bastante para ocuparme de la adolescencia de mi hijo que viene brava. El por qué a mí y el enojo no ayuda demasiado, nunca me llevó a buenos lugares. Pero es difícil correrse del lugar negativo y de la mala onda. Otro empuje positivo es imaginar planes hacía adelante.
-¿Cuáles son los tuyos?
-Dejé postergado ikebana y tengo pendiente aprender a tocar el bombo japonés; se necesita bastante fuerza y está bueno para sacar adrenalina y bronca. Y tengo postergado un cursito de medicina forense de dos años. Empiezan ahora en marzo, por ahí el año que viene. Y obvio, con Alicia no descartamos, si es que nos aceptan por la edad (se ríen) entrenar nuevamente para volver a participar de otro rally y sumar más aventuras juntas.
Textos: MARA DERNI ([email protected])