Claudia Schiffer reside en Inglaterra, en una increíble mansión de estilo Tudor, rodeada de arquitectura histórica y arte moderno. La propiedad se ubica en el distrito inglés de West Suffolk, a tan solo unos 43 kilómetros al este de Cambridge.
Nacida en Alemania, la supermodelo fue la icónica chica Guess, protagonista de más de mil tapas de revistas y sagaz empresaria. Hace más de 20 años atrás, Claudia y su marido -el director de cine Matthew Vaughn- se presentaron en la propiedad con muchas ganas de comprarla y le preguntaron a sus dueños si les interesaba venderla.
“Básicamente llamamos a la puerta y dijimos: ‘Nos encanta este lugar’ –le contó la modelo a Architectural Digest–. Ellos no tenían ni idea de quiénes éramos ni qué estábamos haciendo allí”. Meses más tarde, habiendo cerrado el trato, la pareja se casó allí frente a 120 invitados.
La hsitoria de la casa estilo Tudor de Claudia Schiffer
La mansión fue construida en 1574 en forma de H en honor al rey Enrique VIII, aunque debe su nombre a Isabel I, a quien le entusiasmó que le sirvieran jamón frío cuando durmió allí, por lo que se la bautizó como Coldham Hall.
Si bien la familia tiene otras propiedades en diferentes ciudades, esta es su residencia habitual y la de sus tres hijos, Caspar, Clementine y Cosima, de 19, 18 y 12 años respectivamente, además de una horda de perros, gatos, una oveja, un cerdo y una tortuga.
La casa, que cuenta con 14 dormitorios, sirvió de refugio a sacerdotes católicos durante las purgas que llevó a cabo esta reina y todavía se mantienen bajo las tarimas de los suelos los cubículos donde estos se escondían.
La propiedad también fue el punto de reunión para los conspiradores del Gunpowder Plot de 1605 y permaneció en la misma familia durante 300 años. “Hay mucha historia que revivir”, admite Schiffer. Además de respetar su rico pasado, ella y su marido han abordado la decoración de una manera deliberadamente pausada y meditada. “Nos hemos tomado tiempo. No hemos comprado nada de forma rápida”, afirma.
Cómo es la mansión de Claudia Schiffer
Los muebles son una mezcla de confortables piezas tapizadas, antigüedades y herencias. “A las grandes casas a veces les falta un toque personal. Yo quería que todo en esta fuera importante para nosotros, que estuviera llena de recuerdos e historias”, explica Claudia a AD, señalando una cómoda de roble en la sala de pintar que proviene de la casa donde creció en Alemania o el escudo de armas de la familia de su marido en el gran hall.
“Sumamos mucho color y telas de tapicería estampadas”, continúa. Las paredes de casi todas las habitaciones de huéspedes están empapeladas con motivos tradicionales, como una tela con un árbol de la vida o un papel de pared con un huerto.
Pero aunque el fondo sea clásico, los dueños de casa de encargaron de aportarle su impronta: cuentan con una impresionante colección de contemporáneo con exponentes como Andreas Gursky, Damien Hirst o Candida Höfer.
Entre sus más recientes adquisiciones, unos dibujos con iPad de David Hockney de la campiña inglesa que atrajeron a la alemana porque “podrían ser la de los campos que nos rodean”. Ella comenzó a frecuentar galerías de arte cuando iniciaba su carrera como modelo en París y vivía en Le Marais. “Hubo una gran retrospectiva de Andy Warhol en el Pompidou y recuerdo haber pensado en que si un día tenía dinero, me compraría algo de él”, dice.
Una década después, ya estaba adquiriendo su primer Warhol, una pintura de camuflaje que ahora cuelga en su estudio.
En principio Coldham Hall era el lugar perfecto para escapar de Londres cada fin de semana, pero la familia acabó mudándose a tiempo completo hace unos cuantos años.
Además de tener una cantidad de dormitorios para invitados comparable a la de un exclusivo hotel, Coldham Hall está deliberadamente diseñada a prueba de chicos y de animales. La mayoría de los muebles están tapizados en prácticas esteras, panas o algodones “que duran para siempre. No somos muy formales –comenta Schiffer–. La idea de la casa era que todo el mundo pudiera deambular. Quería una decoración rústica, para que los perros corriesen llenos de barro y mis hijos pudieran ir con las manos manchadas de mermelada”.
Durante el fin de semana la finca se llena de amigos y todos disfrutan de sus instalaciones. Son soñadas las noches alrededor de la chimenea.