Se llamaba Augusto Daniel Jesús. Había nacido el 21 de diciembre de 1974 en Mar del Plata. Era hijo de María Lourdes Jesús que murió junto a él, bajo los escombros, en el atentado de la AMIA, el 18 de julio de 1994. Sin embargo, él pudo ser identificado recién el 10 de agosto de 2016 gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense y de la UFI-AMIA.
Un pedazo de hueso y otro de músculo permitieron su identificación por ADN, 22 años después del atentado a la AMIA. Vivía en Juncal 876 de Capital Federal. Esa dirección pertenece a la Parroquia del Socorro. Allí –a una cuadra del lugar donde estaba la embajada de Israel, volada el 17 de marzo de 1992– funciona un refugio para indigentes, donde vivía con su madre.
La mañana del 18 de julio de 1994, Augusto acompañó a María Lourdes hasta Pasteur al 700, la AMIA, donde ella hacía un curso para atender a adultos enfermos. Minutos más tarde, a las 9.53, el edificio voló por un atentado con explosivos. La voladura se cobró 85 vidas. Los cuerpos de madre e hijo fueron hallados uno junto al otro, bajo los escombros, pero no se supo quién era él hasta 2016. El de Augusto estaba casi completo: le faltaba solo una pierna. Hasta 2016, la voluminosa investigacion de la masacre adeudaba su nombre entre las víctimas.
El Equipo Argentino de Antropología Forense, junto con la división Huellas Digitales Genéticas del Cuerpo Médico Forense, cotejaron el ADN de madre e hijo y consiguieron identificar a Augusto. Hoy, sobre la calle Pasteur, en el muro que recuerda a las víctimas de la mutual judia, debajo del nombre de María se agregó, con letras blancas, el de Augusto.
Su abuelo había llegado en barco
El abuelo de Augusto Daniel Jesús fue un portugués llamado José Barbosa Torres, que había llegado al país en 1937. En Manuel Ocampo, un pueblo cercano a Pergamino, se conchabó en una estancia y se unió a Apolinaria Leonor Jesús. Juntos tuvieron cinco hijos. Pero el hombre solo reconoció a los dos primeros. Los otros tres, Juan Roberto, María Lourdes y Marta Angélica, fueron anotados con el apellido materno. Tambien vivían con ellos Rodolfo y Julio César, hijos anteriores de Apolinaria.
La madre de Augusto, según los documentos con los que cuentan ellos, nació el 2 de agosto de 1943. María Lourdes y Marta Angélica se fueron a Mar del Plata poco después de cobrar su parte de la venta de la casa paterna, tras la muerte del progenitor. Cuando regresaron, cuatro o cinco años más tarde, Maróa Lourdes volvió con su hijo en brazos. Nunca supo su familia quien era el padre. Se dedicaban a cuidar personas mayores o trabajaban de sirvientas. Paraban en hoteles, y muchas veces no les alcanzaba la plata. Daniel Augusto Jesús tenía la piel cetrina, le gustaba dibujar y soñaba con ser arquitecto.
Por qué estaban en la AMIA ese 18 de julio de 1994
La reconstrucción de su historia dirá que en la mañana del 18 de julio de 1994 Augusto acompañó a María Lourdes hasta la calle Pasteur 633, donde ella asistía a un curso que dictaba la AMIA para atender a adultos enfermos. A las 9.53, el edificio fue demolido por los explosivos que llevada una Trafic conducida por un suicida. Los cuerpos de madre e hijo fueron hallados uno junto al otro, bajo los escombros. Al de Augusto, que estaba casi completo, solo le faltaba una pierna. Ignorando que había fallecido, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°3, con el DNI del muchacho en su poder, había pedido encontrar a Augusto Jesús para que compareciera como testigo en el juicio oral.
Nada explicaba quién había sido Augusto Daniel Jesús en vida. Ni cómo era su rostro. Hubo que tener mucha paciencia para tirar del hilo de la madeja. De siete tíos que tenía Augusto Daniel sólo dos vivían en el momento que su nombre salió a la luz: José Barbosa Torres e Ismael Torres Barbosa. Hoy, ambos murieron.
De Augusto y su madre quedaron un par de fotografías y unas cartas que él le había dedicado a su mamá. Antes de la explosión de la AMIA, María Lourdes había ido a la casa de una tía. Los habían desalojado del lugar donde estaban viviendo y ella le quiso dejar unas bolsas con pertenencias, para buscarlas cuando encontraban un lugar fijo donde vivir. Había ropa y un álbum pequeño, de plástico, con fotos de Augusto y cosas personales.
Así se recuperó la única foto de Augusto, de chico, en blanco y negro, con flequillo y sonriente. Junto a la foto, había una carta por el Día de la madre. "Feliz día te desea tu hijo que te quiere mucho... Dedicación, amor, cariño, paciencia, eso significás, mamá", había escrito. Y un certificado de estudios primarios de la Escuela Nº 10 de Adultos, ubicada en el barrio de la Recoleta, fechado en 1989. Él fue la víctima 85 de la AMIA y hoy tiene un nombre y un rostro.