Belén Silvestris González es una mujer argentina de 34 años, que este 21 de mayo se convirtió en la sudamericana más joven en cumplir el desafío de las Siete Cumbres, que consiste en escalar las siete montañas más altas de cada continente.
En exclusiva con Para Ti, González cuenta que nunca antes había hecho montañismo, aunque, hace 9 años atrás, cuando vio por primera vez el Everest, fue amor a primera vista, por lo que se preguntó a sí misma si podía hacerlo.
Así fue como comenzó a leer al respecto y a investigar sobre esta montaña. Allí, conoció este desafío, el cual lo comenzó en 2016 y lo finalizó en 2024. "Me da bastante orgullo saber que lo conseguí y me da confianza para decir nada es imposible, hasta inclusive el sueño más loco que parece inalcanzable. Si te esforzás, si le ponés foco y dedicación se puede alcanzar. No empecé por un récord, sino por un sueño", aseguró.
Belén Silvestris González contó cómo nació su deseo por hacer el desafío de las Siete Cumbres
- ¿Cómo nació el deseo de hacer el desafío de las Siete Cumbres?
- Nació en 2015 a raíz de que estaba haciendo un viaje por China y Tíbet. Llegué al campamento base del Everest, del lado de China, donde estaban los escaladores y por primera vez en mi vida vi personalmente la montaña. No sabía nada de montañismo, fui siempre deportista, a lo sumo algo de trekking, pero nunca nada relacionado, de hecho nunca había dormido en carpa.
Pero, cuando vi la majestuosidad de la montaña y empecé a hablar con el guía tibetano, que me explicaba la admiración que tienen los escaladores que suben el Everest, dije: "¿Por qué yo no puedo hacerlo?". Me encanta hacer deporte, me encantan los desafíos y me enamoré de la montaña, aunque lo único que sabía era lo que leía en las noticias o lo que cualquier persona que no hace nada de montañismo puede saber sobre el Everest.
Automáticamente, cuando cruzamos los Himalayas y llegué a Nepal, lo primero que hice fue comprarme un libro del Everest para empezar a leer e investigar en internet y ahí surgió este desafío de las Siete Cumbres, que es básicamente escalar la montaña más alta de cada continente.
Me pareció interesante y sabía que eso me podía ayudar a prepararme para subir al Everest, que era el gran objetivo final. Encima, esta montaña era parte, por lo que me cerraba porque me ayudaba a entrenar, a su vez viajaba y conocía lugares nuevos y ahí dije voy a intentarlo.
La primera fue Kilimanjaro, en África, que por lo que leí, era la más turística, eso significa que, quienes no saben mucho de montañas y quieren probar, ésta suele ser, además es medio emblemática.
A su vez, ahí empecé a entrenar, hacer trekking, dormí en una carpa, probé a ver si me gustaba porque no sabía nada y para eso me fui a Perú, a la Cordillera Blanca y tuve una experiencia similar a lo que era el montañismo.
La verdad que me encantó cuando lo hice, los paisajes eran increíbles, siempre me gustó mucho el contacto con la naturaleza y fue la primera vez que estuve en altura, llegué más o menos a 4.500 metros y después me mandé a Kilimanjaro, donde hay que tener cuidado al mal de altura porque se sube muy rápido y tu cuerpo puede no acostumbrarse a la falta de oxígeno. Aunque, me fue súper bien, me adapté, no tuve grandes complicaciones, sólo algún dolor de cabeza y así fui conquistando mi primera montaña, la cual me dio esa dosis de confianza.
En ese momento, parecía lejísimo el Everest y con cada persona que hablaba se me reía en la cara o era como decirles "Voy a ir a Marte" o ni me daban bola y mi familia ni siquiera me tomaba en serio. Yo un poco no me lo creía, lo quería, pero era un deseo más que sentir que lo podía llegar a hacer.
Confiaba en mí misma, sin embargo, no tenía un plan completamente trazado, de hecho, cuando comencé a ver lo que costaba escalar algunas montañas, eran carísimas y no tenía el dinero tampoco, por lo que habían mil cosas que no tenían respuestas.
Belén Silvestris González explicó cuánto tiempo le llevó hacer el desafío
- ¿Cuántos años te llevó en total?
- En total, me llevó 9 años. Me puse el desafío en el 2015, pero empecé realmente en 2016 con Kilimanjaro y termino en 2024 con el Everest. No lo hice por el récord, ahora todo el mundo salió por esto del récord, pero ni siquiera sabía que estaba cumpliendo una meta porque tampoco tenía un plan.
Simplemente, lo quería hacer y veía cómo lo iba haciendo, dado que al mismo tiempo también trabajaba en una empresa multinacional estadounidense de bienes de consumo y no estaba dispuesta a dejar mi carrera profesional por la montaña.
Es más, quería seguir creciendo profesionalmente, por lo que no me quería dedicar a esto, como la mayoría de los montañistas, sino que era algo que hacía en paralelo.
Lo pensaba como "tengo dos trabajos", uno es el corporativo, que es el que me da el pan para comer y el otro es el de la montaña. Asimismo, le dedicaba muchas horas a entrenar porque, a medida que fui avanzando, iba empezando a hacer montañas más técnicas.
- ¿Cómo hacías para entrenar? ¿Te tomabas un mes?
- Generalmente, la expedición, sacando el Everest, la más la más larga me duró 21 días, entonces lo pude manejar con vacaciones. Sin embargo, para la montaña de Asia fueron dos meses y ahí me tuve que pedir licencia, aunque la empresa me re bancó, esa fue la única que tuve que pedir una excepción a la compañía.
Por otra parte, se entrena mucho la parte de musculación, necesitás mucha fuerza de pierna, estar bien armada y la parte aeróbica es fundamental para la falta de oxígeno. No obstante, cada vacación que tenía, durante muchos años, me intentaba ir a las montañas porque tenés que exponer a tu cuerpo a la condición lo más parecida posible, ya que eso es lo que va a vivir y así ves cómo te vas adaptando.
El Aconcagua, un momento de inflexión en el desafío de Belén Silvestris González
- ¿Qué sentiste cuando llegaste al Aconcagua?
- Fue muy icónico. Fue mi tercera montaña, tenía mucha carga emocional por varios motivos. La primera era porque, cuando sos chiquito, es la montaña más alta que escuchás, además parece imposible, y encima vivís en la Argentina, es un ícono nacional, es súper icónica.
Por otro lado, es la montaña más alta fuera de los Himalayas, es un 7000, y por cómo está ubicada y la presión atmosférica, mucha gente dice que se parece a un 8000. Era una prueba espectacular para ver si realmente tenía potencial para subir el Everest.
Asimismo, era en mi país, lo hice con guías argentinos con los cual conectaba, eso fue todo una experiencia, fue increíble, ya que comía mi comida, estaba con mi gente, era la única que subía tomando mate.
Cuando pude subir el Aconcagua, que fue la tercera y todavía me faltaban cuatro, fue la primera vez que dije: "Puedo subir el Everest". Fue un punto de inflexión, donde realmente ahí gané mucha confianza para decir puedo cumplir este desafío.
El viaje a la Antartida
- ¿Qué sentiste en la Antartida?
- Después, vino la Antártida, que también era un sueño que tenía, más allá de subir la montaña, ya que me parecía alucinante conocer el continente. De hecho, fue la más linda que escalé y la que más me gustó porque era diferente, eran paisajes increíbles, un terreno blanco, inhóspito, donde solo estábamos escaladores, pero ahí también te juntabas con otras personas, dado que estábamos todos en los mismos campamentos, con la misma agencia y te juntabas con escaladores, con gente que iba a hacer un documental, con científicos que iban a analizar, con gente que iba al polo sur. Fue muy especial.
- ¿Cómo fue llegar?
- Llegué con un avión de Icelandair, de Islandia, que se monta especialmente para la expedición porque nosotros estábamos en el medio de la Antártida, no es que estábamos en la parte que toca con el agua.
Nos subimos en Punta Arenas, en Chile, y no es que es diferente a cualquier proceso de inmigración, estás medio aparte, y el avión es gente que va a escalar, o va a hacer el polo sur, o va a hacer un documental. Además, son pilotos específicos, que saben aterrizar en hielo y despegar en hielo.
Los miedos que sufrió Belén Silvestris González
- ¿Tenías algún tipo de miedo, tanto cuando escalabas como cuando estabas en la cima?
- Siempre miedos tenés, pero me empezaron a ganar en las últimas dos montañas, ya que antes no sentía, iba para adelante. Sin embargo, en Denali, que queda en Alaska, y en el Everest, por diferentes motivos, sí ya empecé a tener, porque la cabeza me jugó en contra.
Allí, empecé con un coach deportivo, que es muy normal en la gente que hace deportes de alto rendimiento, dado que la mente es fundamental, y, en la montaña, la psiquis es tan importante como el físico. Mucha gente abandona por miedos, o porque cree que está exhausto, o porque no puede controlar la cabeza. Entonces, tener la mente fría y que te ayuden a controlarla.
El miedo que tuve en Denali se desencadenó porque es una montaña muy física, en donde tenés que cargar el peso de todo lo que se va a usar, sea ropa, comida, equipamiento técnico, carpas, entre otras cosas. Eso significaba que tenía que soportar unos 50 kilos, casi mi peso corporal, por horas y algunos días. Entonces, el primer miedo que me surgió fue que no iba a poder.
Era inhumano cargar tu mismo peso por tanto tiempo, mientras caminás entre 6 a 7 horas, por lo que me pareció imposible, sentía que no tenía fuerza, dado que soy chiquita de cuerpo. Por ello, me entrené muchísimo, tuve que reforzar mucho la parte muscular y mi coach deportivo me ayudó a sobrepasarla.
Obviamente, por los temores, me enfermé antes de viajar, tuve neumonía, entonces también puse en riesgo la expedición sin saber si iba a poder ir. Tuve suerte y fue un doble logro para mí.
El segundo fue en el Everest, porque si uno ve todo lo que sucede allí y lo que se comunica, generalmente son todas tragedias. Es lo que vende, obvio que hay muchas cosas buenas, pero es verdad que es un 8000 y hay una zona muy peligrosa, que se llama la zona de la muerte, que es de 8000 a 8900, donde tu cuerpo no tiene suficiente oxígeno para operar, entonces se va apagando.
Por eso, se usa oxígeno suplementar para que puedas estar más seguro, especialmente en esa parte. Por lo tanto, tenía miedos, ya que nunca lo había, pensaba en que podía fallar. Me daba más miedo el riesgo de muerte y de no poder conseguir subirla. De hecho, cuando subí, estuve en el medio de un accidente y tuve suerte de estar viva porque fue bastante terrible.
El terrible accidente que vivió Belén Silvestris González
- ¿Qué sucedió?
- Cuando estaba en el paso Hillary, que es la parte de la cornisa de la montaña, que es a una hora y media de llegar a la cumbre, mi persona y seis otros escaladores estábamos parados en una plataforma de hielo, la cual colapsó y se cayó a ocho mil seiscientos metros. Cuatro escaladores estábamos agarrados a la cuerda de seguridad y quedamos colgando en el abismo, pero dos que no estaban sujetados, se los llevó y fallecieron. Cuando se desmoronó el hielo y me empecé a ir para abajo, creí que me moría. Creo que fue la más cerca que estuve de la muerte.
- ¿Cómo salieron de esa situación?
- Yo estaba con el yerpa que me acompañaba en el Everest, Sonam. Usualmente, ellos son hombres muy fuertes, que cargan el peso y son los que arman muchas veces las cuerdas para que después nosotros podamos subir. Él me ayudó a salir un poco y después yo pude utilizar una técnica, que se llama sumar, con la que logré subir un poco. A Sonam le debo la vida, la montaña básicamente y el éxito de haber subido. Los otros escaladores hicieron lo mismo.
- ¿Cómo hiciste para adaptarte a las bajas temperaturas de las montañas?
- He tenido situaciones de menos 40 grados, pero lo más terrible es el viento porque es lo que hace que la sensación térmica baje muchísimo y es el que aumenta el riesgo de congelamiento. Entonces es una combinación entre adaptarse al clima y tener mucho cuidado con estas fuertes brisas. Es fundamental la ropa y existen prendas técnicas, que te ayudan a poder vivir a esas bajas temperaturas. Por ejemplo, en el Everest, llega un momento a partir del campamento 2 para arriba que utilizas un enterito que es de expedición y se utiliza sólo para este tipo de montañas.
Hay equipamientos muy buenos y es algo donde no se puede intentar escatimar, tenés que estar bien preparado porque si no el frío puede ser un problema y el congelamiento es una causa normal que pasa en las montañas, que la gente pierde dedos, pies, entre otras cosas. Por ello, hay que tener cuidado.
- ¿Tu pareja acompañó todo este trabajo que vos has ido haciendo durante estos 9 años?
- Sí. Estaba casada antes y me divorcié y ahora tengo un nuevo marido. El actual me acompañó al Everest, vino los primeros 15-20 días y fue una montaña de 6100 que yo necesitaba hacer para adaptarme y aclimatarme. Pero, no subió a arriba de todo. Siempre me re bancó en todo y hasta mi papá también viajó. Fue fundamental porque cada vez que estaba bajoneada o sentía que no podía más o me sentía débil o necesitaba que alguien que me levante el ánimo tanto él como mi familia estaban para mí.
El momento en el que llegó a la cumbre del Everest
- Me imagino que aquel 21 de mayo, cuando llegaste a la cumbre del Everest, fue un antes y un después para vos porque se terminó un trabajo que te costó 9 años.
- Fue súper especial por varios motivos. Primero, porque hacía una hora que había pasado el accidente, por lo que creí que la expedición se había terminado, que no iba a llegar y de repente pude. Casi viví el trauma más grande de mi vida y lo logré superar y cumplí el desafío igualmente. Entonces, fue doblemente especial.
Fue un sueño que empezó, donde no sabía absolutamente nada y después de mucho trabajo, consistencia, disciplina, foco y garra pude llegar a la cima del mundo, a la cumbre del mundo. De sólo pensarlo, se me caen las lágrimas. Todavía no me lo creo porque todavía lo proceso, todavía me sigo emocionando y, a medida que uno lo va digiriendo, cada vez más lo disfruto.
También, lo que te pasa en la montaña es que, en el momento que llegás, hay una sensación de felicidad y alivio, pero, a diferencia de cualquier otro deporte que cuando vos ganás el partido, ganás y se terminó, acá estás a mitad de camino porque después tenés que bajar sana y salva y tenés que tener mucho foco.
- ¿Y cómo bajaste?
- Cuando llegás, estás feliz, tenés mucho alivio, pero ahí es recién la mitad del camino, sin embargo, necesitás demasiado foco, no te podés relajar demasiado porque tenés que llegar sana y salva. De hecho, el éxito no es solo subir, sino subir y bajar sano y salvo y llegar al mismo lugar de donde saliste.
- ¿Es más difícil subir o bajar?
- Físicamente es muy difícil subir, pero tenés una motivación atrás. El bajar te come más piernas, pero a mucha gente lo que le pasa es que se termina agotando la energía para subir y después no tiene más para bajar o está más desenfocado y va más rápido. Generalmente, los accidentes pasan más bajando que subiendo porque la gente ya está demasiado cansada, o desconcentrada, o despistada. De hecho, las dos personas que no estaban atadas a la cuerda se murieron bajando. La meta no es llegar a la cumbre, la meta es llegar a la cumbre y volver sano y salvo.
- ¿Qué sentiste al saber que sos la sudamericana más joven en haber cumplido el desafío de las Siete Cumbres?
- Me da bastante orgullo saber que lo conseguí y me da confianza para decir nada es imposible, hasta inclusive el sueño más loco que parece inalcanzable. Si te esforzás, si le ponés foco y dedicación se puede alcanzar. No empecé por un récord, sino por un sueño y de repente, cuando me enteré que podía cumplir este récord, se volvió aún mayor y me daba más dosis de motivación. Además, ser argentina y mujer fue un plus, ya que es un deporte que todavía es principalmente practicado por hombres.
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