Al abrir la puerta, me encuentro con una mujer de unos 57 años. Es de estatura mediana, lleva el pelo corto, de color miel y con rulos naturales. A su vez, con una timidez que con el pasar de las horas se va yendo, me saluda con un beso en la mejilla y se presenta con un simple: "Soy Fernanda". Sin embargo, detrás de ese nombre, se esconde una historia tan humana como audaz.
Fernanda Méndez Baggi es médica gineco-obstetra y es la presidenta de Médicos Sin Fronteras Latinoamérica. Desde el año 2001 trabaja para esta organización médico-humanitaria independiente e internacional destinada a salvar vidas, con quien ha viajado durante 17 años.
Médicos Sin Fronteras (MSF) es una organización médico-humanitaria internacional sin fines de lucro, que brinda atención a personas amenazadas por conflictos armados, desastres naturales, brotes epidémicos y enfermedades olvidadas, sin ninguna discriminación por pertenencia étnica, de género, religión o ideología política, y guiándose siempre por los principios de independencia, neutralidad e imparcialidad. Con más de 50 años trayectoria, actualmente cuenta con proyectos en más de 70 países. Conocé más sobre el trabajo de MSF en www.msf.org.ar
Fernanda recorrió diferentes partes del mundo como, por ejemplo, El Congo, Angola, Uganda, Sierra Leona, Guinea-Conakry, Níger, entre otras. A cada lugar al que iba, llevaba consigo sus conocimientos, y allí también se encontraba con un grupo de colegas con quienes trabajaba.
No sólo ayudaba a quienes más lo necesitaban en países en donde los recursos médicos eran y son escasos, sino que además aprendió de otras culturas totalmente diferentes. Sin embargo, en 2018, decidió dejar de viajar debido a que estaba "agotada" y se instaló en la Argentina.
Por ello, en este especial de Para Ti por el Día de la Mujer, fue elegida como una de las representantes por los derechos de las mujeres.
Sus inicios en Médicos Sin Fronteras
- ¿Cómo tomaste la decisión de trabajar para Médicos Sin Fronteras?
- Tuve la inquietud desde que estudiaba en el secundario. Siempre quise hacer trabajo humanitario. Me presenté en las oficinas de Callao en noviembre de 2001 y, como a los dos meses aproximadamente, ya estaba trabajando. Necesitaban mi especialidad en El Congo, por lo que en marzo de 2002 fue mi primera misión.
Sucedió en la República Democrática del Congo, un pais marcado por la violencia debido a enfrentamientos entre grupos armados y las fuerzas gubernamentales. En una aldea, había que montar una maternidad, así que trabajé con las parteras tradicionales y con mi equipo.
- En vez de tener tu propio consultorio, ¿qué fue lo que te llevó a trabajar para Médicos Sin Fronteras?
- Creo que el trabajador humanitario escoge eso como quien elige una especialidad dentro de la medicina. Hubo un momento en el secundario que decía: "Sea lo que fuera que vaya a estudiar, quiero aplicarlo en un contexto diferente".
Y en ese orden de vida me atrajo el trabajo humanitario y, sobre todo, conocer cómo es aplicar todo ésto en contextos, en personas y en comunidades tan diferentes a la nuestra y qué impacto se puede tener.
Por otro lado, Médicos Sin Fronteras cumplió con todas mis expectativas porque puedo dar asistencia médica, entre tantas actividades que tengo, y también tengo la posibilidad de dar voz a las personas que no la tienen.
El desafío de trabajar en sitios con sistemas de salud limitados
- ¿En qué contextos has tenido que trabajar con Médicos Sin Fronteras?
- En mi experiencia, la conclusión al final del día es excelente. Creo que he aprendido mucho más de lo que pude haber yo enseñado. Creo que no estamos para enseñar, es más lo que cultivamos después de tantos años. Culturalmente aprendemos a bajar un poco la soberbia que tenemos algunas especialidades y algunas personas. Y siempre he sido recibida como una más por mis propios colegas de otros países.
A su vez, los contextos en los que he trabajado han sido muy diversos. Por ejemplo, en El Congo, estuve con parteras tradicionales, que son empíricas, que no tienen conocimientos científicos, pero tienen mucho que aportar de la sabiduría ancestral. Sin embargo, no siempre fui médica asistencial, también tuve roles de coordinación.
En Colombia, que es un país muy complejo porque tienen un conflicto crónico, la aceptación es importante porque hay actores armados, que están permanentemente en las comunidades y creo que, a pesar de todo, nuestros equipos eran respetados, pero porque nosotros infundíamos el mensaje principal de dar ayuda médica a todos. No nos interesaba a qué partido o a qué bando pertenezcan. Somos neutrales, independientes e imparciales. Y creo que esto también nos ayudó a trabajar en todos los contextos en los que estuve.
Hay otros países que ya me tocan mucho más y que tengo más guardados en el corazón por diferentes motivos. Por ejemplo, en Angola, trabajé y viví tres años debido a que mi pareja es de allí. Lo conocí ahí y es un país encantador, prácticamente me sentía en mi casa y antes incluso de conocerlo. Nos enamoramos ahí y, además, tengo familia.
- ¿Cómo eran los recursos médicos que te solías encontrar en los países a los que ibas?
- Hay de todo un poco. En El Congo, no había nada. Recuerdo que había una casa chiquita de madera, en donde el techo era bajito, que estaba desde hacía mucho antes, que se rehabilitó en un hospital con una maternidad y con un quirófano. Una vez que Médicos Sin Fronteras consideró que era pertinente hacer una intervención, se adaptó a la estructura de trabajo, se llevó a cabo la capacitación suficiente y allí las mujeres parían, abortaban espontáneamente, sangraban o dejaban de sangrar.
Lo que hacemos siempre es llevar insumos médicos. A mí nunca me ha faltado ningún material para trabajar, aunque recuerdo que había algún material que había quedado de alguna obstetra que había pasado antes que yo, pero luego sí comenzó a llegar más materiales quirúrgicos.
Por otro lado, hay países que han tenido sistemas de salud, pero que han colapsado por las guerras, por decisión de los gobiernos, por indiferencia. Por ejemplo, Sierra Leona es un país fantástico, en donde hay profesionales con una calidad inigualable, aunque el sistema está quebrado, entonces nos encontrábamos con que habían personas que podían trabajar en cualquier parte, pero que no tenían los medios.
El machismo que se encontraba en los países a los que viajaba
- Al ser médica gineco-obstetra ¿qué tipos de casos de violencia sexual has visto en tus viajes con Médicos Sin Fronteras?
- Trabajé con colegas, como médicas, enfermeras o psicólogas, que ellas mismas habían sufrido de mutilación genital femenina. Y creo que hay que desmitificar la aberración de la infibulación porque tiene que ser erradicada del mundo.
Es una forma de violencia sexual aberrante, que no es solamente el hecho de realizar una práctica clandestina, ya que lo realiza una persona que no tiene ni idea, sino que además el material que utilizan es indescriptible y las secuelas que tienen las mujeres son de por vida, como la incontinencia urinaria, las dificultades para orinar y el dolor cuando tienen relaciones. A su vez, no es verdad que sólo se practica en los países musulmanes, sino que sucede alrededor del mundo porque las migraciones llevan consigo la cultura.
Asimismo, asistí el parto de dos mujeres mutiladas. Una tenía una mutilación más leve y la otra una más severa. En el caso del grado extremo, tenía un pequeño orificio, por lo que tuvimos que reparar esa fístula de la mutilación. Sin embargo, mis colegas me decían que, cuando ella volviese a su comunidad, la iban a resuturar.
Es claro que la violencia sexual es un arma de guerra. En muchos de los países donde trabajamos, como, por ejemplo, en El Congo, en Colombia, en la Región del Darién, ésto es un arma de violentamiento. En los países en conflicto, una de las formas para que las comunidades se sometan a lo que está ocurriendo es destrozar la moral y una de ellas es la violencia sexual. Para eso tenemos prevención, un paquete de atención a las víctimas, sobre todo el soporte médico y psicológico, que es clave, y la prevención a nivel social y la desnormalización.
- Has trabajado en países que relegan a la mujer por el simple hecho de su sexo. ¿Cómo fue tu experiencia?
- Trabajé en Uganda, en donde tengo a dos de mis mejores amigas, una médica y una clinical officer. Ellas sufrían ser relegadas porque eran mujeres, sin embargo, tenían un gran coraje. Cuando volvían a sus hogares, no eran vistas con admiración porque lo hacen, sino que todo lo contrario. Las miraban como "abandonaste a tu familia".
De hecho, en ocasiones, como en Guinea, que también hay muchísimo machismo, el equipo era mixto. Había un 50% de mujeres y un 50% de hombres y no recuerdo haber escuchado ni un comentario discriminatorio.
Pero sé que puertas adentro hay un machismo impresionante, que a las mujeres no les permiten llegar a puestos en hospitales o en centros de salud y a los hombres sí.
- ¿Y los pacientes te respetaban por ser médica o hacían algún tipo de discriminación por ser mujer?
- Me respetaban. Hay que considerar que, en situaciones muy extremas, de vida o muerte, que un paciente no tiene la posibilidad de elegir. No recuerdo que me digan "no quiero que me toque una mujer". Éramos todos iguales.
Su último viaje y su consagración como presidenta de Médicos Sin Fronteras Latinoamérica
- En 2018, fue tu último viaje con Médicos Sin Fronteras. ¿Por qué decidiste dejar de viajar?
- Porque fueron muchos años permanentes, en donde terminaba una misión y empezaba otra. Eran en diferentes países, contextos, y volvía muy cansada. En 2018, regresé de Angola de una emergencia, que hubo un brote de fiera amarilla y estaba realmente agotada. No podía pensar, por lo que hablé con mi pareja y decidimos que ya era hora de parar un poco.
Obviamente que extraño porque fueron muchos años de hacer este trabajo, pero creo que fue un momento en el que el cuerpo me lo pidió.
- ¿Cómo lograste ser la presidenta de Médicos Sin Fronteras Latinoamérica?
- Estoy asociada a Médicos Sin Fronteras hace mucho, entonces, hace tres años aproximadamente, me presenté como candidata para formar parte de la junta directiva y mis colegas me votaron.
Así fue cómo entré y durante un año fui vicepresidenta. Al año siguiente, me candidaté para la presidencia, por lo que me votaron y me gané.
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- ¿Qué te llevás de todos estos viajes que realizaste desde 2001, cuando comenzaste, hasta 2018?
- Me llevo la cara de los pacientes, que no me voy a olvidar jamás y todo lo que aprendí de mis colegas de los países en los que trabajé porque además de tener un compromiso con su trabajo muy grande, cuando vuelven a su casa están padeciendo la misma problemática que asisten.
Fotos: Ale Carra
Make up: Karina Aranda, Make up artist de L'Oréal Groupe @karinamarcelaarand Egresada de Belleza por un Futuro L’Oréal y Pescar.
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