En octubre de 2023, María Pérez lanzó su libro "Todos los hombres que fui", un relato acerca del machismo que existe en la sociedad y el cual no le permite a las mujeres expresarse libremente. "Como mujer creo que tuve que cumplir roles masculinos para poder ser parte", contó la escritora en una entrevista exclusiva con Para Ti.
La autora estudió Abogacía luego de finalizar la secundaria. Sin embargo, decidió abandonar su carrera para dedicarse de lleno en la escritura, una rama del arte que le apasiona. "El libro fue una forma de liberarme de los mandatos, de empezar a ocupar un lugar que no tuviera que ver con ello, si bien ya los había roto porque estaba terminando con mi estructura laboral y mi carrera, no estaba cumpliendo con esos mandamientos", explicó Pérez.
Actualmente, está en pareja hace más de cuatro años y viven juntas en Bragado, donde poseen una huerta y conectan con la naturaleza. "Necesitaba dejar Buenos Aires", detalló la escritora. A su vez, ella es de La Plata, aunque vivió en diferentes lugares, como en España o en Junín.
"Soy de los 80, lo que significa que no fui emo ni tecno, que no soy pop, ni milenial, ni analógica. Simplemente no cuajo", así presentó "Todos los hombres que fui", donde refleja aquella falta de pertenencia que impone la sociedad con la que todos alguna vez nos sentimos lastimados.
- ¿Cuándo comenzaste a escribir tu libro, "Todos los hombres que fui", y qué fue lo que te inspiró?
- Empecé hace muchos años haciendo cuentos y, a principios de la pandemia, me di cuenta que estaba escribiendo todo el tiempo sobre lo mismo y lo resumí en un libro, que me llevó todo el 2020 y después otros dos años y medio más de corrección.
Me inspiraba mi historia familiar, el campo y el feminismo sobre todo. Qué lugar quería ocupar como mujer y cuánto me había costado identificarme como una, pero no tan hegemónicamente, sino tratar de poder ser una mujer que no cumplía con tantos roles hegemónicos sin tener que identificarse como un hombre en ese juego y, bajo ese dilema, empezó "Todos los hombres que fui". Qué roles masculinos yo sentía que cumplía para poder ser parte de la sociedad, de mi familia, del trabajo, de la vida, de mis relaciones amorosas y, a partir de ahí, me di cuenta de que tenía algo para decir, que habla un poco de mi historia familiar, del campo, de la conexión con la ciudad, pero también del hecho de ser mujer y entrar en esta ola de feminismo.
- Vos contaste en una entrevista que en tu familia querían un hijo varón
- Sí, no técnicamente querían un hijo varón, pero yo fui la primera hija de un clan familiar con características tradicionales, entonces es muy típico esperar un primer hijo varón, no en mi familia, sino en los esquemas tradicionales. A veces, la mayoría que tiene un primer hijo aspira a que sea varón, pero después no sé si técnicamente lo deseaban así, aunque yo cumplí ese rol de primogénito, de persona que se iba a hacer cargo de todo este clan en la medida que iba creciendo.
- ¿Por qué hombres y no "Todas las personas que fui"?
- Porque como mujer creo que tuve que cumplir roles masculinos para poder ser parte. Para hoy ser la mujer que soy tuve que cumplir muchos roles de hombres. Creo que a la mayoría de la gente le importa. Algunos de los roles que cumple son masculinos sí o sí. Para protegerse o para ser parte de la mesa chica. Siempre hay algún rol que por satisfacción tiene que cumplir para otros hombres. Y, paradójicamente, la mayoría de los hombres en esquema patriarcal o machista se van a identificar mucho más con hombres.
- Mientras escribías "Todos los hombres que fui", ¿sentías que era una forma de quitarte esa mochila de las etiquetas que te habían impuesto a lo largo de tu vida, tanto en la sociedad como en tu familia?
- Totalmente. Era una forma de liberarme de los mandatos, de empezar a ocupar un lugar que no tuviera que ver con ello, si bien ya los había roto porque estaba terminando con mi estructura laboral y mi carrera, no estaba cumpliendo con esos mandamientos. Era un poco hacer el espejo y creo que es la escritura la que termina con todos los paradigmas.
Sentarme a escribir o sacar un libro, romper del todo con el mandato de sostener una figura tradicional o de ser abogado y considero que estudié esta carrera como creo que estudia la mayoría de las personas una carrera. Tenés 18 años y tenés que elegir una carrera para poder irte de tu casa y yo estudié derecho, pero podría haber sido medicina o arquitectura. Nadie me dijo "tenés que estudiar esto", aunque es una autoimposición dentro de los esquemas tradicionales. Hubiera sido raro que dijera me voy a estudiar teatro o música. Al haber tenido una vida de lo más intelectual y razonable, como niña que cumple mandatos, el camino era abogacía.
- ¿Sentís que encontrás algunas características de la abogacía en la escritura?
- Sí, obvio, porque el derecho es el arte de la oratoria y además te la pasas escribiendo y leyendo. Sin embargo, no uso todo lo que aprendí en la universidad porque son cuestiones muy técnicas. Lo fundamental fue leer desde muy chica para poder informarme, por ahí inconscientemente lo hice, pero sí empecé a incorporar la escritura.
- ¿Te inspiraste en la abogacía?
- No. Me inspiré en tratar de tener una voz propia dentro de las cosas que a mí me pasaban, aunque el derecho no es completamente anecdótico, ya que fue la columna vertebral que me terminó ayudando para poder escribir el libro. Dentro de lo que cuenta "Todos los hombres", el derecho es una de las cosas con las que rompe, pero creo que no es la más importante.
- ¿Y cuál es la más importante?
- Ser mujer en un mundo que no está preparado para ser mujer. Tratar de ocupar un espacio en un lugar que no te lo van a dar o que te van a tratar de mil maneras distintas y cumplir con los estereotipos femeninos tradicionales para poder llegar a tener un trabajo. Si tu carrera fuera de ascenso rápido, más de una mujer y más de un varón te van a tratar posiblemente de puta o de lesbiana o de macho. No vas a encontrar la manera de poder satisfacer a todo el mundo, por lo que la inspiración parte de tratar de ser una mujer que no sea juzgada dentro de su esquema, aunque la mayoría lo somos. Ese fue el click y es muy difícil encontrar el lugar porque, si te gusta la pelota, porque te gusta la pelota; si no te gusta la pelota, porque no te gustar la pelota; si usás pollera, porque usás pollera; siempre va a haber una mirada que está puesta sobre la mujer y que le impide desarrollarse naturalmente.
- ¿Y en qué situaciones te sentiste juzgada a lo largo de su vida?
- En todas. Como mujer, te pasa en todos lados. En la abogacía, me ha pasado porque, para hacer una carrera, fue el primer complejo para introducirme. Además, hice muchos años de derecho penal, más cerrado y machista que el esquema que mueven los hombres, ya que la mayoría de los delitos los mueven los hombres.
No sé si hay de la misma manera que sentarte a escribir. Pero juzgada en todo, cuando empecé a crecer por mis con mis pares, por los mismos compañeritos con los que jugaba a los 7 años. Una vez que te crecen las tetas, te convertís en otra cosa y sos juzgada. A partir de ese momento, vos empezás a tener algo que el varón no tiene: miedo.
- ¿En la escritura también te has sentido juzgada?
- No, porque creo que tengo la suerte de estar metida en este momento, donde hay muchísimas referentes argentinas que están escribiendo y que son muy reconocidas, como Camila Sosa Villada, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Ana Navajas o Adriana Riva.
Hay un montón de mujeres que están muy metidas en la mente y, de hecho, hoy es mucho más fácil en el mundo editorial. Hace 20 o 25 años sacar un libro como mujer tendría que haber tenido un sí de muchos varones que manejan el mundo editorial. Nosotras tuvimos una referente feminista como Victoria Ocampo, que no fue lesbiana ni tenía ninguna intención de serlo, su hermana lo mismo.
Hoy creo que es al revés, por ahí la cuestión de la orientación sexual influyó muchísimo más en los esquemas laborales. No sé si a María Moreno le resultó más o menos fácil alguna vez haber estado con una mujer. Creo que no, de hecho, en esos esquemas, si te lo pones a pensar, era más complejo todavía. Isabel Allende también, que fue la escritora de los noventa y cumplió con los esquemas más hegemónicos y heteronórmicos que hay. Florencia Bonelli también cumplió con esos esquemas. Considero que hoy me pareció mucho más sencillo entrar porque está puesto sobre la mesa todo esto, todo este baraje de minas que empezaron a escribir y está buenísimo.
Además, en el pasado, tenían la plata para sentarse a escribir, y los hombres también. Borges o Bioy Casares tenían un bolsillo que les permitía estar seis o siete meses en Europa por año. No es que no existiera Roberto Arlt, que tenía muy pocos ingresos, pero eran excepciones. O Manuel Puig, que era un tipo muy particular, que también había sido aprobado por el establishment. Sigue pasando.
Los contactos también te permiten llegar a tener reconocimiento e ignorarlo es una pavada, sería una tontería a mi parte, porque hay un montón de mujeres que seguramente tienen libros increíbles, pero que no pueden llegar a ser leídas porque no se los permite el establishment y está bien. Pero está bueno denunciarlo, mostrarlo, exponerlo. Y, sucede lo mismo con los hombres.
Muchos varones se sienten identificados o tienen la sensación de empatía, porque todos vamos cumpliendo con los parámetros establecidos y también habla de la falta de pertenencia. A mí me tocó mucho por ese lado, por no cumplir un lugar. Venimos al mundo a cumplir un lugar, a ser parte de un grupo.
- La falta de pertenencia que mostrás tanto en "Todos los hombres que fui" le llega a muchas personas. ¿Vos en qué lugares has sentido esa falta de pertenencia?
- Creo que es tener empatía y tanto en hombres como en mujeres. Te enseñan a ser de una manera, siendo hombre o siendo mujer, que tenés que cumplir determinadas requisitos: a la hora de formar una pareja, a la hora de salir con hombres, a la hora de salir con mujeres. Lo fui sintiendo en todo. Fui ocupando esos lugares y pensando que en el amor, en la parte hegemónica, con mis abuelos, los que tenían más citas, los que tenían menos. En el caso de la voz propia que tiene el libro, es el paso del tiempo, que también es un tema para nosotras muy importante porque yo tengo 40 años y la sensación que tengo es que no puedo envejecer. No son los 90, no es todo plástico, pero vemos a la mujer, sobre todo la mujer estereotipada argentina, y no puede tener canas, no puede tener arrugas. Lo empezás a sentir, te empezás a mirar de una manera donde decís "claro, pero tengo 40 años, es lógico que me salgan arrugas". Sin embargo, hay algo de todo esto que termina siendo muy presionante y es lo que cuento en el libro, ya que también me pasa, porque soy parte de eso, porque negar que soy parte también es una tontería, es mentira. En el proceso del paso del tiempo, se vuelve a poner en el foco qué lugar jugamos nosotras.
- ¿Y qué lugar jugamos nosotras para vos?
Hoy, creo que es un lugar interesante porque lo estamos cuestionando. Me parece que las nuevas generaciones rompieron un montón de cosas, desde ponerte una bikini y decir no quiero mostrar el culo, o usar un short, o no llevar tacos todo el tiempo. Yo fui parte de una generación que estaba muy estereotipada y de golpe estamos empezando a ocupar un lugar mucho más igualitario. Es lo que se viene pidiendo y va a haber un montón de gente, un montón de hombres y un montón de mujeres que se opongan a eso.
Actualmente, se cuestiona tener hijos, pero también pasa por ahí: elecciones. La elección de ser mamá o poder decir no quiero tener hijos sin que pase nada. Era como impensado no tener hijos y tal vez ni los quería. Por ahí, el varón siempre tuvo mucho más la libertad de elegir y la sigue teniendo, por lo que necesitamos un montón de leyes para que los hombres no se vayan de su esquema de padre. Hay un montón de cosas que empiezan a ser disruptivas o que las mujeres empezamos a cuestionar.
- ¿Sentís que te sacaste un peso de encima al escribir "Todos los hombres que fui"?
- No, porque no sé si liberé una parte mía. Siempre tuve la suerte de poder estar muy afuera, de no esconder nada. Cuando terminás una obra, lo que liberás es como una sensación de "al fin terminé. Ahora, puedo escribir otra cosa". Hay un momento donde la liberación pasa por el fin de la obra, porque podés decir no la pinto más. Aunque, yo no tenía algo escondido, sólo que ahora lo saben todos. Igual, todos siempre supieron todo, ya que es mi forma de ser, de tratar de comunicar, de expresarme o de ver de qué manera me planto en el mundo. El derecho de decir lo que sentía me lo daba a mí misma. No sé si estaba permitido literalmente, pero sí.
El esquema donde yo crecí no era un precisamente conservador, era más bien patricio. Por lo que, estaba bien romper. Estaba permitido pensar y pensar distinto. Si cumplías con la norma, mejor, ya que hacemos un montón de cosas para satisfacer a alguien, para que alguien te quiera. Y es una cagada porque empezás a trabajar para otros, pero esos son los mandatos. Por eso, el libro es empático en ese sentido, dado que los mandatos son de cualquier familia, sin importar el contexto económico o social que hayas vivido. El mandato empieza a ser algo que uno asume incluso por espejismo, ya que vos ves cómo es la relación con tu padre o con tu madre o con quien sea y empezás a copiar determinadas cosas, a asumir que, para tener una vida en pareja, tenés que hacer esto; o, para tener una vida laboral, tenés que hacer aquello; o para satisfacer al dueño de la editorial, tenés que hacer lo que le guste. Son cosas que empezás a pensar que tenés que hacer. Vos tendrías que ser vos y que alguien te quiera por eso. Sin entrar en la liviandad de sé vos y te van a amar porque tampoco por ser vos lo van hacer.
- ¿Dónde queda la abogacía en "Todos los hombres que fui"?
- Yo creo que va a ser siempre parte de mí porque tiene que ver con mi construcción, pero hoy ya no lo elijo más. Cumplió su ciclo. Las luchas políticas o legislativas siempre van a ser parte de mi forma de ver el mundo. Siempre voy a tener ese punto de vista, por lo que nunca voy a dejar de ser abogada o de sentirme así. Todo lo que fui haciendo es parte de mí. Me parece que eso también es una buena manera de estar en paz conmigo misma.
- Cuando vos fuiste a romper todos esos esquemas que ya estaban escritos ¿cuál fue la respuesta que recibiste?
- Mi madre fue muy amorosa y mi padre me dijo que sea yo. La respuesta fue aceptación. En algún momento, habrán pensado que era otro acto de rebelión. Me parece que son formas en las que vamos encontrando el camino más indicado para cada uno y que no necesariamente te hace feliz porque igual la vida puede ser una mierda, podés estar mal, podés levantarte triste y no pasa nada. Cuando fui a romper todas esas estructuras, tampoco me lo planteé, fue más un acto de juventud y no te das cuenta qué es lo que estás haciendo, solamente lo hacés. Además, tenés una pulsión y vas haciendo cosas que te gustan.
Intento irme de los lugares donde no funciona mi vida, aunque no es tan fácil. Pero, en algún lugar, si sentí esa incomodidad, por lo que fui tocando puertas y rompiendo con esas estructuras. Fui probando y, cuando terminé la carrera dije: "voy a vivir a España". Sin embargo, probé 6 meses y me volví corriendo y eso no es de rebelde, es de persona.
- ¿Y tu pareja te ha inspirado también a la hora de escribir?
- Hace más de cuatro años que estamos juntas y convivimos. Por lo que, sobre todo, me ha aguantado. No fue mi fuente de inspiración, pero hay que aguantar a una persona que cree que tiene algo para decir y que quiere publicar. Es aguantar un ego. Y después me la paso leyendo y soy una floja. Me encanta no trabajar, prefiero hacer una huerta y aprovecho vivir en el medio del campo.
- ¿Y por qué te pusiste a vivir en el medio del campo?
- Porque tenía que ver un poco con mi infancia, con mis abuelos, con estar en contacto con la naturaleza. El verano particularmente me encanta. Vivo con una persona hiperactiva y eso también está bueno porque siempre hay algo para hacer ahí. Necesitaba volver a esas raíces. Me encanta Buenos Aires, es el lugar donde más viví en toda mi vida porque vine del interior a estudiar y me quedé, pero en un momento me empezó a agobiar, ya que necesitaba que la gente frene y, al vivir a doscientos kilómetros, puedo equilibrarlo. El pueblo te genera esa sensación de conexión.
Foto: Alejandro Carra @alejandrocarra
Video: Ramiro Palais @ramapalais
Edición de video: Ramiro Palais @ramapalais
Locación: Librería Yenny, Jorge Luis Borges 2008.
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