Es uno de los libros más esperados del 2021 y en breve sale a la venta: Máxima, la construcción de una reina (de editoria Penguin Random House), escrito por los periodistas Paulla Galloni y Rodolfo Vera Calderón.
Para ti tuvo acceso a un adelanto de este libro que cuenta detalles inéditos de cómo se conocieron Máxima Zorroguieta y Guillermo de Orange, anécdotas de su noviazgo, su vida en el palacio y hasta explican cómo Máxima logró imponer su decisión de que las hijas del matrimonio aprendieran a hablar español.
Hoy haremos un breve resúmen de uno de sus capítulos relacionados con el noviazgo de Máxima Zorroguieta y Guillermo de Orange.
Hora de rendir exámen
Uno de los capítulos del libro habla del primer viaje de Guillermo Alejandro de Holanda a la Argentina: corría el mes de agosto del año ´99 cuando Máxima invitó a su novio a conocer su país. Hasta ese momento, nadie sabía quién era este jóven pelirrojo y un poco regordete del que Máxima parecía locamente enamorada.
Cuentan los allegados a la pareja, que aquel viaje fue, realmente, una experiencia muy particular para el heredero al trono: no sólo porque fue tratado como cualquier novio plebeyo que había tenido Máxima hasta el momento sino porque, además, tuvo que “rendir un exámen” del que nadie le había hablado.
¿De qué hablamos? En Bariloche vivía una amiga de la adolescencia de Máxima -Florencia Firpo- y estaba allí, de vacaciones, otra ex compañera del Northland d la actual reina de Holanda: Valentina Velardi. Para este grupo de amigas era, una condición necesaria, que sus parejas cumplieran ciertos requisitos y, uno de ellos, era que fueran expertos esquiadores.
Prueba superada
Máxima llegó a Bariloche con su novio -al que que llamaba Alex, para que nadie supiera su verdadera identidad- , su familia y dos discretos guardaespaldas del príncipe.
Cuando el grupo de amigas conoció a Guillermo -que parecía más bien torpe y muy poco deportista- intuyó que, dificilmente, lograría cumplir con el reto del esquí. Obviamente, Guillermo no tenía idea que estaba siendo evaluado por el grupo de amigas de su novia y, mucho menos, que su destreza como esquiador era clave para ser aceptado.
La realidad es que, desde el primer día en la montaña, demostró tener una técnica perfecta -aprendida en Lech (Austria), lugar al que viaja la realeza y el jet set europeo para practicar deportes de invierno- que dejó maravillados a todos.
Hábil y con estilo, Guillermo deslumbró a todos en las pistas de esquí para avanzados y luego -ya sentado junto a Máxima y sus amigos, en la terraza del refugio El barrilete- bebió cerveza y se rió mucho cuando supo que había superado, con creces, el desafío del esquí de este selecto grupo de amigas.