Aya Taylor-Joy ha tenido diversos y heterogéneos papeles a lo largo de su carrera y justamente esas actuaciones, no han sido para nada convencionales. Y eso, en parte, es así a causa de su particular mirada, que ayuda a explicar su habilidad a la hora de expresar emociones sin hacer o decir prácticamente nada.
"No me gusta nada mirarme al espejo, mi cara es rara. Pero hace mucho tiempo comprendí que preocuparme demasiado por mi aspecto no era bueno ni para mi salud mental ni para mi carrera. Si los demás me ven bella, tanto mejor".
Verse a sí misma en una marquesina o en uno de esos carteles promocionales que empapelan las calles, eso sí, la sigue dejando boquiabierta. "Aún no entiendo muy bien lo que ha pasado en el último año y medio. Siento que no debo alegrarme mucho, teniendo en cuenta lo mal que lo ha pasado el mundo durante este tiempo. Además, tiendo a olvidar mis logros nada más alcanzarlos; a veces me obligo a recordármelos para mantener a flote la autoestima".
En estos meses, se ha convertido en actriz de moda para Hollywood, ganadora de un Globo de Oro e imagen de marcas como Miu Miu y Viktor & Rolf. Y ahora vuelve a primera línea, gracias a 'Última noche en Soho', en el que da vida a una aspirante a cantante en el Londres de los años 60, cuyos sueños se ven truncados en cuanto es absorbida por el sórdido inframundo de la ciudad y del show business. Además de una sucesión de escenas llenas de fantasmas amenazantes y sangre a borbotones, y de una espléndida colección de canciones en su banda sonora, la película propone una pertinente reflexión sobre los peligros de la nostalgia.
"Vivimos tiempos tan inciertos, a causa de la pandemia y el cambio climático y otros dramas, que resulta inevitable mirar al pasado en busca de cierto confort –opina la actriz al respecto–. Pero creo que es importante mantener los pies plantados en el aquí y el ahora, dispuestos a hacer frente a los retos que nos plantea el presente para asegurarnos un futuro".