En una charla imperdible con la sección Protagonistas de Para Ti, Gabriela Arias Uriburu recordó su incansable lucha por recuperar a sus hijos, lo que tuvo que hacer a partir del día que su ex marido, Imad Shaban, los raptó y se los llevó a vivir a Jordania, hace casi 25 años.
"Si tengo que definir con una frase fuerte toda esta historia que ha sucedido y todo el trabajo que realicé desde mi corazón para mis hijos desde Occidente, es que logré entrar al mundo oriental. A Jordania no le quedó otra que tomarme. Yo te lo digo y es muy fuerte, porque tenemos un tema no resuelto de las razas a nivel mundial, a pesar de que si nos hacemos un estudio de ADN, todos tenemos una mixtura de razas tremenda", comenzó explicando esta luchadora por los derechos de los niños.
"Así que este año para mi, con el casamiento de ellos (N. de la R.: hace pocos meses se casaron sus dos hijos mayores, Karim y Zahira) pude sintetizar lo que ha sido que una mujer occidental entrara a Oriente y se hiciera valer bajo los valores musulmanes, no bajo mis valores. Es muy dificil que Argentina entienda esto porque vos estás sentado viendo la historia desde Occidente, pero hay que entrar al mundo musulmán".
Entrar a Oriente sin dejar de ser una mujer occidental
-¿Te llevó todos estos años de lucha poder entrar a ese mundo?
-Fue desde el principio, desde que él (Imad) se lleva a los chicos y se instala en Medio Oriente. Digamos que mi trabajo fue con Medio Oriente. Y entrar a Medio Oriente no era imponer mi valor, sino que llegáramos a respetar ambos valores. Yo no iba a dejar de ser la madre occidental para recuperar a mis hijos vistiendo medio oriental, que fue una de las propuestas que me hicieron, que me tapara, que cumpliera un tiempo en él y después me los llevara, hubo mil maneras propuestas...
-¿Te proponían eso al principio para poder entrar a Jordania?
-Me propusieron eso y hasta hacer un contrasecuestro... A mucha gente le cuesta comprender todo lo que hice en mi lucha por la maternidad y me preguntan "¿por qué no se instaló en Jordania?" o "¿por qué le pidió ayuda al Estado argentino?"... Cuando hacés ese tipo de preguntas es que no tenés idea de con quien estás luchando... O no tenés idea de la cultura y las leyes. El otro día una señora me decía que le parecía "muy light" mi lucha... Entonces yo te invito con valentía a que entres a la profundidad de la cultura y veas si lo podés sostener. Porque es una de las cosas más grandes que he podido hacer en todos estos años, y lo digo ahora que mis hijos son grandes.
Y esto lo digo además porque desde la cultura musulmana él (Imad) me podría haber prohibido entrar a Jordania, y no es una interpretación mía. Esto le ha ocurrido a mujeres que no han podido ingresar al mundo musulmán. O han podido ingresar y no han podido salir nunca más. Es decir, para poder luchar estratégicamente en favor de mis hijos tuve que empezar a estudiar y comprender cómo es esto para Oriente. Y hacer la reparación y el menor daño posible, porque el daño ya estaba hecho. Mi función era reparar en los chicos. Como mamá, reparar y reparar.
"Sacrifiqué mi maternidad"
-¿Cuánto tardaste en volver a ver a los chicos después que Imad se los llevó?
-Un año. Y después fue dependiendo de las negociaciones de Estado, porque yo no podía llegar sola, tenía que llegar con el Estado argentino, con la fuerza y la estructura de una democracia y de un presidente. Y no estoy hablando solo de mi historia. Estamos hablando de muchas historias de niños que quedan atrapados en las legislaciones de dos países. Por eso hay mucho por hacer. Mi trabajo tuvo que ver con crear un formato para que sea lo mejor para los chicos, no lo mejor para los adultos. Yo sacrifiqué toda mi maternidad. Que yo siempre digo que cuando uno pierde un padre pero gana un hijo, finalmente terminando ganando el padre, ¿no? El problema es cuando, en estas circunstancias, los padres se ponen a pelear sobre sus instancias pero ninguno ve al hijo, los hijos se vuelven rehenes.
¿Sentiste que fue tu misión en la vida?
- Sí, no era mi intención pero es lo que sucedió. Cuando yo llegué a las Naciones Unidas a hablar de Karim, Zahira y Sharif, ahí me encontré con ciento un mil casos en el mundo. Y yo fui la que le dije a UNICEF y a la Secretaría de la Mujer en la ONU que estos casos no se llaman Gabriela o Imad. Se llaman Karim, Zahira y Sharif, tienen nombres de niños. Entonces ahí se quedaron todos helados y eso para mí fue el inicio de de un cambio paradigmático. O sea, los periodistas trataban estas historias como una pelea conyugal entre el hombre y la mujer o entre un marido y una mujer. No, esto es un problema familiar y ahí fue donde vino todo el cambio, porque ahí ingresa un Estado. Jordania me decía "¿por qué a un problema personal lo trata una cuestión de Estado?". Porque hay niños de por medio y cuando hay niños es una obligación del Estado arbitrar. Esto no digo yo, lo dicen todas las convenciones. Se quedaban helados.
Esta es la primera historia que le habla al mundo y le dice que no se habla de un conflicto de adultos sino que se generó a través de ellos y que muestra a los niños, entonces es urgente accionar. Entonces empezó a mirarnos Inglaterra, España, que tenían miles de casos y Argentina lideraba eso. Y después, como mamá tuve que pasar las instancias más difíciles del mundo, porque pasó lo de las Torres Gemelas y eso complicó mi gestión con Jordania. Empecé a estar en riesgo, era la única mujer occidental que entraba en Jordania en estado de terrorismo mundial. Yo no lo podía creer y entonces me di cuenta que era una cuestión humanitaria.
El enorme trabajo de entrar a la cultura de Oriente y ser respetada
-¿Te arrepentís de algo?
-No. Esta historia yo la gesté. Es una historia muy dinámica y de mucha revolución porque trae algo que está en el haber y el debe de la humanidad, que es la relación entre Oriente y Occidente. Nosotros vivimos en un mundo comunicado que está unificándose pero todavía nos queda muchísima tarea por hacer en relación a las culturas, los valores, cómo se relaciona la cultura asiática con Dios... Cada cultura tiene una tradición y no hay respeto frente a eso. Yo no le puedo decir a un asiático cómo tiene que hacer las cosas porque yo no fui concebida en esa tierra...
Karim, Zahira y Sharif tienen una mixtura de sangre que va a traer algo nuevo a esa cultura donde están viviendo, donde eligieron vivir. Entonces también me abro a esa elección que ellos hacen por más difícil que sea para mi, porque yo hubiese querido que eligieran América Latina, pero también entiendo que es el lugar donde más tienen que trabajar ellos. América Latina ya tiene ensayado el tema de las mixturas de razas por los migrantes que han llegado de todo el mundo.
En cambio, la cultura musulmana es muy cerrada. Por eso te digo que todo mi trabajo está en el entrelazamiento de ambas culturas... Cómo una mujer de Occidente entra en la cultura de Oriente y desarrolla una transformación, pero no por imposición. Esta historia me dio la posibilidad de entrar y de ser respetada sin tener que usar un chador para poder ver a mis hijos... En serio, fue un trabajo enorme...