Si hay algo que la familia real inglesa sabe es afrontar los flashes y vivir grandes eventos en cada uno de los momentos personales de sus integrantes. Pero hay dos de ellos que hace tiempo decidieron romper esta regla para abandonar los palacios en la búsqueda de una nueva vida que desilusionó a la máxima monarca.
El príncipe Harry y Meghan Markle anunciaron el 6 de junio el nacimiento de Lilibet, la pequeña que llegó a la familia en esta nueva etapa que atraviesan en Estados Unidos. Mucho se habló en su momento de cómo la noticia fue comunicada a la Reina Isabel II y ahora circuló que los papás estarían preparando un bautismo secreto, según informó el especialista en realeza Richard Fitzwilliam.
Es que a diferencia de lo que ocurrió con Archie, que recibió el sagrado sacramento en la Capilla San Jorge, en este caso la ceremonia religiosa se llevará a cabo en las tierras de Joe Biden ante un minúsculo grupo de familiares y allegados que integrarían el círculo íntimo de la pareja.
Esta decisión rompe con la tradición de la corona, al igual que la determinación de no haber comunicado –hasta el momento- los nombres de los flamantes padrinos de la beba. Harán las cosas a su. Parece muy probable que el bautismo de la beba será en el estado natal de Meghan y en secreto, sin la controversia que rodeó al de Archie”, confirmó el periodista en un artículo que escribió en el portal Express.
Otro gesto de distancia con la familia real
A diferencia de lo que hicieron el príncipe William y Kate Middleton, ellos buscarían el camino de la privacidad. Los duques de Cambridge parecen ser los que más conforman a Isabel II con sus multitudinarios eventos: por ejemplo, los bautismos de George, Charlotte y Louis tuvieron lugar en el marco de ceremonias con una larga lista de invitados y con la posibilidad de que los medios tomen fotos de las criaturas.
