Pocas personas han sido tan cuestionadas en las últimas semanas por su comportamiento sexual como la China Suárez. La actriz, que es una mujer libre desde que se separó del padre de sus hijos más pequeños, Benjamín Vicuña, ha estado en la primera plana de los medios y en boca de todos por haber sido la tercera en discordia en la pareja de Wanda Nara y Mauro Icardi, siendo catalogada como "roba maridos" (situación que ya había vivido en anteriores oportunidades de su vida, como cuando comenzó su relacion con Vicuña y, antes, con Nico Cabré).
Sin embargo, entre la separación de Vicuña y el estallido del affaire con Icardi, la actriz habría estado con otras personas, como el actor Nico Furtado y el empresario español Armando Mena Navareño, nombrado ahora como su nuevo novio. Y todo esto en menos de dos meses. ¿Estaríamos entonces frente a un perfil determinado, de una persona que siente necesidad de seducir como si fuera una adicción?
Aclara este interrogante y analiza el caso el doctor en psicología Flavio Calvo, M.N. 66.869, docente, tallerista y autor.
La palabra del Dr. Flavio Calvo, psicólogo
Desde pequeños se aprende, de acuerdo a cómo se premien o castigan las conductas, que podemos ser aceptados o no, de acuerdo a si se hacen cosas que complazcan al otro. Es así que, en el proceso de desarrollo, muchas personas van desenvolviendo la necesidad de agradar, como una necesidad imperiosa, casi como que se necesita para subsistir.
Si no estamos agradando a otros, no tiene valor. Esto es muchas veces llevado al campo de la seducción, donde el seducir constantemente y la necesidad de ser aceptado, se convierten en una pata de la construcción de la autoestima.
El gran problema es que, como estas conductas de seducción suelen no ser aprobadas, el resultado no termina siendo el deseado, sino que genera más necesidad de aprobación. Como la herramienta conocida y desarrollada es la seducción, el asunto se convierte en una bola de nieve creciente de seducción, complacer, falsa autoestima, sentimientos de inferioridad y necesidad de seducir nuevamente.
Necesidad de gustar
A esto se suma que en la sociedad competitiva en la que vivimos actualmente, se provoca una necesidad por agradar y gustar a los demás, ya sea por supervivencia y adaptación, por obtener lo que se desea y lograr no salir de cierta normalidad; de hecho, hay personas que no soportan que otros no puedan quererlas, y van a buscar ser miradas de cualquier manera.
Cuando el hecho de querer seducir se convierte en una necesidad de supervivencia, de tal modo que se hace lo posible por gustar y enamorar a todas las personas, se está perdiendo la esencia de la persona, conformándose a los otros. Es imposible gustar a todo el mundo, razón por la cual la frustración será una constante, llevando a la persona a una ansiedad creciente, que se libera solo cuando se consigue un nuevo objetivo.
Sexo como forma de reconocimiento
En muchas ocasiones se busca en el sexo una forma de reconocimiento, ya que el hecho de percibirse como alguien deseado es una manera de sentirse valorado, una forma de intentar tapar un vacío emocional y de una autoestima descendida. Esta necesidad constante de poder seducir y excitar a todos quienes se pueda es, también, una carencia que surge del niño interno, de la parte más interna del ser humano.
Cuando desde pequeños queda una necesidad insatisfecha, esta necesidad tiende a repetirse una y otra vez en busca que un cierre. Cuando en la infancia hubo falta de caricias positivas o de demostraciones de afecto, en otros momentos de la vida la sexualidad y la búsqueda de "enganchar" al otro se convierte en una forma de querer encontrar ese afecto que se necesitó. Como esa no es la manera de suplir lo que en la infancia faltó, la necesidad estará siempre presente, llevando a conductas que se convierten en una rueda, en un ciclo de búsqueda y frustración constantes.
Necesidad de seducir como una adicción
A estas causas emocionales se suman, además razones biológicas. Entender esta necesidad de seducir como una especie de adicción, ayuda a comprender que también está en juego la actividad dopaminérgica cerebral.
La dopamina es un neurotransmisor relacionado con la búsqueda de la satisfacción y el refuerzo de esta búsqueda. El organismo la segrega cuando se activa en nuestro cerebro el área de la búsqueda de placer. Esto pone en acción las sensaciones asociadas a la dopamina.
Si alguien se vuelve adicto a un tipo de conductas o de estímulos, esto se convierte en una dependencia física y psicológica y al hacerlo continuamente, con el tiempo se genera mayor tolerancia a esas acciones. Lo que significa que para alcanzar el mismo efecto fisiológico se requiere una dosis cada vez mayor de esas conductas.
Muchas de las personas que viven esta realidad no son conscientes del tipo de conductas que están teniendo, por lo cual es difícil que busquen un espacio de terapia para poder trabajarlas. De todas maneras, suele suceder que la angustia y frustración que las consecuencias de estas conductas producen, son las que los llevan a buscar algún tipo de ayuda profesional. El tratamiento psicológico es fundamental para superar estas conductas y buscar llenar esos vacíos emocionales que esas acciones tapan.