Hace unos días, Gastón Recondo decidió contar a sus seguidores de sus redes sociales su dura infancia en la cual su madre, luego de separarse de su padre, lo involucró en una secta Umbanda cuando era tan solo un niño de 10 años.
En el posteo, el periodista deportivo compartió una selfie con la Parroquia Virgen Inmaculada de Lourdes de fondo y un emotivo relato:
"En mayo de 1983 la Justicia de Familia me dio mi tenencia a mi papá. Ellos estaban separados desde hacía 7 años y yo llevaba más de uno sin verlo. La desesperación de mi mamá por “perder” a su único hijo la llevó a hacer cualquier cosa. Entre ellas, se metió en el Umbanda. Y me metió a mí también. No tengo nada en contra de lo que cada uno elija como credo personal, simplemente no lo recomiendo para un niño de 10 años", comenzó diciendo.
Y continuó: "Ya en noviembre de 1984 mi papá decide devolver mi tenencia a mi mamá y comenzó un viaje inesperado para mí. Entrar a mi casa en Pasaje Timbó y ver que mi vieja había empeñado todo (cocina, heladera, TODO) salvo las camas, la mesa y las 4 sillas. Era imposible vivir en esas condiciones y apenas terminé las clases me mandó a Cipolletti".
Cipoletti, la ciudad que le salvó la vida
En cuanto a la decisión que tomó su madre de mandarlo a la ciudad de Río Negro, Recondo afirmó: "Sabia decisión. Mi familia cipolleña me salvó la infancia. Volví apenas después de Año Nuevo porque había que trabajar para salir del fondo del mar. Todavía no había empezado 7mo Grado, fue ese verano previo. Trabajé enero y febrero en el kiosko de la Agencia de Lotería de mi Tío Ernesto en Diagonal Norte y Esmeralda (siempre gracias, Ernesto)".
"Cuando empecé las clases ya no pude seguir yendo a trabajar y después del colegio tenía un rato libre. Volvía caminando a mi casa por Av Rivadavia y al pasar por la Parroquia de Lourdes me dio por entrar. Me senté en un banco y me dispuse a rezar. Ni me acuerdo qué pedí, seguramente Paz. Al salir del templo veo un cartel pegado a una puerta que decía “Inscripción para Confirmación”. Fui directo a Secretaría, me anoté y me fui a mi casa a esperar a que mi mamá llegara de trabajar. “Me anoté para hacer la Confirmación acá a la vuelta, al Umbanda no voy más” le dije. "Está bien”, me respondió. Ni ella ni mucho menos yo sabíamos que esa decisión me estaba salvando la vida.
Y finalizó: "Mi Parroquia de Lourdes en Flores me salvó la vida. Me dio amigos que aún conservo, me permitió vivir una adolescencia sana y feliz. Le debo mucho a este lugar. Por eso vengo cada 11 de febrero. Vengo a decir GRACIAS. Gracias a toda la gente adulta que me contuvo, curas, monjas, seminaristas, laicos, coordinadores. Los recuerdo a todos y agradezco a todos. Y gracias a Dios y a mi amada Virgencita de Lourdes".
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