Cuando fue estrenada en 1974, "El exorcista" generó una verdadera conmoción en las salas de cine: había espectadores que se desmayaban, otros vomitaban y también quienes sufrían crisis de pánico. Cuentan que en Roma, se estrenó en un cine cercano a una iglesia en la que minutos antes de la función, cayó un rayo que hizo caer una de las cruces del templo. En Londres se dio una versión teatral en la que la actriz Mary Ure interpretaba a la niña poseída. Al día siguiente la encontraron muerta en la bañera de su casa.
¿De dónde surge la historia de la niña poseída que aterrorizó a generaciones? Dice la historia que la película se basó nada menos que en una historia real. William Peter Blatty, su creador, se encontró con una noticia que lo impactó mientras leía el Washington Post una mañana de 1949. La crónica narraba la experiencia de un chico llamado Robbie quien intentó contactarse con una tía fallecida a través de una ouija. Sus padres lo encontraron hablando con voz extraña en lenguas desconocidas, golpeándose contra las paredes con una fuerza anormal y maldiciendo todo objeto religioso. Los médicos que contactaron no pudieron hacer nada al respecto, motivo por el que decidieron consultar con un sacerdote quien aseguró que el chico estaba poseído y que solo se salvaría mediante un exorcismo. Entonces, realizó un ritual que duró seis semanas: en la sesión 30 el niño dijo “Christus, Domini” (“Cristo, el Señor”) y se despertó sin poder recordar nada. William Blatty cerró el diario, había encontrado una gran historia que escribiría veinte años después.
Así lo hizo, gestando una de las novelas más emblemáticas del género de terror. Pudo publicarla en 1971 y se convirtió en un best seller que vendió 13 millones de ejemplares.
En aquel entonces, la Warner Bros se hizo eco del suceso y decidió contratarlo para que se sumara al proyecto de transformar la novela en película. El director elegido fue Wiliam Friedkin, quien era un amigo personal que tenía desde su infancia. Se embarcaron en el proyecto creyendo que generarían un gran éxito, aunque desconocían las consecuencias que les traería a varios de los que participaron en él.
Un rodaje que comenzó mal (y siguió peor)
El 14 de agosto de 1972 se dio inicio al rodaje, entre ruidos extraños y el testimonio de algunos técnicos quienes aseguraban que habían visto sombras furtivas. Friedkin y Blatty intentaban tranquilizarlos asegurando que solo estaban sugestionados pero empezaban los rumores que la película estaba maldita. Y había varias razones que justificaban esta idea.
Solo unos días antes de iniciar la filmación se incendió el decorado que representaba la casa de la niña poseída y en ese accidente murieron tres operarios. Las llamas devoraron todo, excepto la habitación donde se representaba el exorcismo. De acuerdo a las pericias, una paloma había entrado al lugar y, asustada, había provocado un cortocircuito. Pero ante el hecho, muchos comenzaron a persignarse.
Después de seis semanas de retraso por el incendio, reiniciaron el rodaje pero tuvieron que suspenderlo nuevamente ya que el actor Max Von Sydow (que debía interpretar al padre Lankester) tuvo que ausentarse, ya que su hermano había fallecido.
Días después Linda Blair (la protagonista) tuvo que hacer lo mismo, ya que su abuelo había muerto. Y no sólo eso: los personajes encarnados por Jack MacGowran y Vasiliki Maliaros, que en la película morían, en la vida real no llegaron al estreno, ya que ambos murieron en la post producción.
Como si fuera poco, uno de los técnicos fue asesinado y el vigilante nocturno que custodiaba el estudio fue encontrado sin vida. La muerte también rozó a Jason Miller, otro de los protagonistas, su hijo estuvo gravísimo después de estrellarse con su moto.
La muerte seguiría persiguiéndolos aún mucho tiempo después. En 1979, el actor Paul Bateson -que tenía una pequeña aparición en la película- fue condenado por asesinar a un crítico de cine y fue sospechoso de otros seis crímenes.
Varios años después, en 1987 el hijo de Mercedes McCambridge (la mujer que le puso voz al demonio que poseía a Regan) mató a su esposa, a sus hijos y se suicidó.
Preocupada por las muertes, por los ruidos y las sombras, la actriz Ellen Burstyn -que interpretaba a la madre de la niña endemoniada- se negó a seguir filmando si no sacaban las líneas que decían “creo en el diablo”, ya que aseguraba que sufrirían consecuencias, a lo cual accedieron desde la producción.
En una de las escenas más fuertes, el guión marcaba que su hija debía estrellarla contra una pared, con lo cual le colocaron un arnés para protegerla. Pero en el momento del rodaje, el arnés se rompió y la actriz cayó con violencia dándose un golpe tan fuerte que gritó de dolor, el director lejos de cortar la filmación siguió y los alaridos que se escuchan son los reales.
Tras el ¿accidente? Burstyn exigió que el sacerdote Thomas Berningham, asesor del filme, realizara un auténtico exorcismo, pero el religioso dijo que eso pondría más nerviosos a todos y que mejor solo los bendecía. Le hicieron caso y obviamente, se siguieron encomendando a Dios.
Un director "endemoniado"
Algunos sucesos que también ocurrieron tuvieron que ver con comportamientos cuestionables de Friedkin: para obtener una auténtica cara de terror en Jason Miller (que interpretaba al padre Karras) entonces llevó -sin decir nada- una arma al set y la disparó reiteradas veces, con lo cual logró la cara de pánico del actor.
Además, para lograr la expresión Father O’Malley -otro de sus actores- le dio un fuerte cachetazo y, al ver su reacción, dijo “esta es la expresión que quería, ahora sí a filmar”.
El icónico momento en el que Regan vomita una sustancia verde y asquerosa sobre el padre Karras era realmente una mezcla de puré asqueroso y maloliente que logró la expresión del asco real que sintió el actor.
Para lograr la escena del aliento helado, Friedkin ordenó instalar en el dormitorio de Regan cuatro aires acondicionados que hicieron descender la temperatura a 40 grados bajo cero. La actriz estaba vestida solamente con un camisón, con el riesgo de contraer una pulmonía.
Otros episodios frecuentes durante el rodaje era la caída constante de focos y la desaparición de cintas con escenas ya grabadas. El relato más frecuente entre los que allí estaban era que se escuchaban ruidos, pasos, voces, que los objetos se esfumaban y que si atendían el teléfono se escuchaban susurros.
El director Friedkin daba muestras de cómo lo estaba afectando el rodaje: en los altos ponía la música de "Psicosis" y se ganó el mote de "loco" y de "endemoniado", ya que varios técnicos aseguraron haberlo visto rodando por el piso mientras emanaba espuma por la boca.
Durante el rodaje la relación de amistad entre el director y el guionista se deterioró: Friedkin le decía que la obra tenía demasiadas premoniciones, un estilo rebuscado y que debía ser más frontal. El guionista contraatacaba asegurando que él abusaba de los efectos especiales y que el que usaron cuando Regan giraba la cabeza era ridículo en vez de terrorífico.
Los modos de Friedkin hacían que no solo chocara con el equipo, también con los directivos de la Warner, lo que Blatty trataba de suavizar. No obstante, en el momento del estreno de la película se encontraba distanciado por completo de quien había sido su amigo, ya que había seducido a su novia, que lo abandonó para irse con el director.
Resulta llamativo que a casi 50 años de su estreno los sucesos alrededor de esta película continúen generando escalofríos y que, hasta los más escépticos, se pregunten si realmente "el diablo metió la cola" o si, simplemente, se trató de una sucesión de eventos desafortunados.