Marcos Villamil vivía en Recoleta, trabajaba en un banco y tenía dos emprendimientos. Se había recibido de ingeniero agrónomo y tenía un buen puesto en un banco, vinculado con temas afines a su especialización.
Su arduo trabajo y sus virtudes le valieron un ascenso pero, en lugar de aceptarlo hizo un giro drástico en su vida, con el objetivo de hacer realidad un sueño que tenía hace tiempo: recorrer a caballo nuestro país. Entonces, junto a Mora, Wayra y Tordo, partió -el 7 de septiembre del año pasado- de General Alvear, con los que ya pudo recorrer toda la Patagonia. Su plan es bajar a Tierra del Fuego y luego subir hasta Jujuy. “Con lo que me gusta nuestro país y conocer gente e historias, creo que esta es la mejor manera de poder viajar para conocer Argentina de primera mano. Con el animal podés llegar a lugares que de ninguna otra forma podrías llegar. Me fascina eso”, cuenta.
En un año y tres meses espera recorrer 9000 kilómetros y conocer 300 pueblos. “Disfruto de los lugares, andar en silencio y de todo lo que nuestro país tiene”, confiesa Marcos desde un campo en Neuquén.
El joven, de 28 años, da cuenta de su hazaña a través de una cuenta de Instagram (@abrazarte.argentina) que armó especialmente para la ocasión. “Quiero hablar de esta Argentina de caminos de tierra, mirada tranquila y familias que reciben. Es una Argentina alucinante que existe y en la que no hacemos mucho hincapié”, enfatiza.
Marcos publica diariamente imágenes y videos de paisajes, atardeceres y familias rurales, que son una pieza clave de su viaje, ya que son quienes lo hospedan en sus campos. “Tenemos una Argentina con grandes valores y hospitalidad. Todos me reciben muy bien. Mi viaje está totalmente en manos de la gente”, resalta. Y cuenta que si bien lleva todo lo necesario para acampar, la mayoría de las noches las pasa en casas de familiares. “Es un viaje en el que no se gasta mucho, sólo en herraduras y cosas pequeñas”, explica. Aunque tiene un itinerario programado, es flexible al ritmo que le marca el viaje.
Su rutina es bastante exigente: se levanta a las 4 de la madrugada para salir lo más temporano posible a su próximo destino. Hace un promedio de 30 kilómetros por día, en cabalgatas que duran aproximadamente, 5 horas. “El horario es más que nada para que los caballos no sufran el calor. Llego a media mañana y ellos pueden andar libres un rato”. Se encarga de que los animales roten sus labores cada día, para no cansarlos. Uno es montado, otro carguero y el tercero va suelto.
Los imponderables pueden surgir en todo momento, pero trató de prepararse para enfrentarlos: tiene una cinta eléctrica (para armar un corral en caso de necesitarlo), ropa de abrigo, bolsa de dormir, carpa, un juego de ollas, una parrillita, un poco de comida y una muda de más con una bombacha de campo, una camisa y un par de medias. Además, carga un diario de viaje y un cuaderno en el que le pide a las personas que lo hospedan que le dejen un mensaje.
Un sueño hecho realidad
A pesar de ser porteño, Marcos conoce en detalle la vida de campo, dado que todos los veranos visitaba el campo de su familia, ubicado en en la provincia de Buenos Aires.
Diez años atrás, a su tío le regalaron un caballo de San Antonio de Areco y en ese entonces hizo su primera cabalgata larga. “Él no sabía cómo hacer con el flete, porque son casi 300 kilómetros, y le dije que yo lo iba a buscar y volvía andando”, narra. Pero nada salió como esperaba. En el viaje perdió la billetera, pasó cuatro días sin comer y durmió al costado del camino. “¿Viste cuando te sale todo mal? Pagué el derecho de piso. Fue la primera experiencia y a pesar de todo, ví que se podía viajar a caballo”, argumenta.
Con esa experiencia a cuestas, más todas las enseñanzas también, Marcos comenzó a hacer trayectos cada vez más largos. Su primera travesía fue en 2014 junto a dos amigos y ocho caballos con los que recorrieron toda la provincia de Buenos Aires. En un mes y medio peregrinaron por 1000 kilómetros y entraron a 40 campos, “pidiendo permiso”. “Ahí ya me impresionó cómo nos recibía la gente y te das cuenta de que no necesitás nada. Es ensillar, acomodarte y salir”, sintetiza.
Esa experiencia lo llevó a la proyectar lo que hoy es una realidad en marcha: “hacer Argentina a caballo. Soy una persona enamorada de mi país, me encanta compartir con las personas y amo a la naturaleza y a los caballos”, indica.
Después de mucho planificarlo, decidió lanzarse. Consideró que si no avanzaba, nunca iba a poder cumplir su sueño. “Vi todo en perspectiva y me di cuenta que tenía que jugármela por este sueño y después, todo se va a volver a acomodar”, insiste.
“Yo ya me considero multimillonario. Puedo vivir en un rancho con cuatro cosas, pero mi alma va a estar explotada de lugares, momentos y personas”, afirma.