Alberto de Mónaco anunció que el 19 de noviembre su esposa, la princesa Charlene, volverá al principado después de estar ausente nada menos que seis meses. Si bien se ha dicho que la princesa contrajo una infección en boca, nariz y garganta y que esa fue la razón de su larga permanencia en Sudáfrica, donde se crió y donde vive su hermano y parte de su familia, no son pocos los ciudadanos del principado que sospechan que detrás de la larga ausencia, se esconden otras razones.
Se habló de separación de la pareja real, pero ambos, tanto Alberto como Charlene, lo han desmentido, fotografiándose abrazados en el mes de agosto, cuando el príncipe fue con sus hijos a visitarla. En esa ocasión Charlene, que está muy desmejorada físicamente, había sido operada por segunda vez. Aun faltaba una cirugía más para que la esposa de Alberto, a la que han apodado "princesa triste", se terminara de recuperar. O, al menos, eso es lo que se ha informado.
Sin embargo, hoy se habla de otros motivos que habrían mantenido a Charlene lejos del principado. Al parecer, ella tiene muy pocos motivos para tenerle cariño a ese pequeño país, donde casi todo el mundo es millonario o tiene títulos de nobleza.
Según una investigación llevada a cabo por la edición francesa de una revista, la princesa es víctima de bullying en Mónaco. Y si tenemos en cuenta las declaraciones que ella misma ha hecho en los últimos años, es posible determinar que su vida como princesa no ha sido del todo agradable.
En una entrevista reciente hablaba de sus dificultades para encajar y de que en el pequeño principado plagado de multimillonarios nadie comprendía su sentido del humor. Pero no poder compartir risas con nadie fue su declaración más triste.
Por otra parte, además de ser conocida como la princesa triste, Charlene sería apodada también como la "princesa muda". Y el por qué de su mutismo tendría que ver con el bullying cortesano y mediático que recibió desde que se casó, ya que han sido motivo de burla su acento sudafricano y su dificultad para hablar en francés.
Por otra parte, la corte monegasca siempre ha pensado que la princesa no tiene el nivel necesario para ser la esposa de Alberto. Siempre comparada con la "primera dama" oficial del principado, la princesa Carolina, ha trascendido que la hermana mayor de Alberto, que es poseedora de todas las joyas del principado, no cedió ninguna de las tiaras a Charlene para su boda y que sólo "le prestó" un broche.
Charlene, de quien se dijo que estuvo a punto de ser una novia fugitiva, fue perdiendo con el correr de los años y a partir del día que dio el Sí, la alegría que tenía cuando era novia de Alberto. Al ser parte de la familia, se convirtió en una mujer fría y distante, apocada y silenciosa, como respuesta a la campaña de desprestigio de la que fue víctima.
Qué pasará cuando regrese, es una incógnita. Lo que si parece ser cierto es que lejos de Mónaco, en su tierra, la princesa Charlene es un poco más feliz.