Enfrentar un diagnóstico como el de un cáncer siempre tiene una cuota de temor extra. Es una palabra que hasta se intenta evitar, pero que con fuerza se puede enfrentar. En las últimas horas fue Leandro Rud el que decidió relatar los duros momentos que atravesó desde que a mediados pasado le dijeron que tenía esta enfermedad.
Todo comenzó cuando se hizo estudios porque no se estaba sintiendo bien y, aunque los resultados no demostraron nada anormal, su cuadro continuó agrabándose y hasta llegó a perder diez kilos de peso. Lo cierto es que llegó un momento en el que no toleraba la comida y se le dificultaba alimentarse.
La verdad se conoció el 1 de noviembre cuando, después de realizarse estudios específicos, dieron en la tecla: “El médico me dijo ‘las biopsias dieron mal’”. El diagnóstico fue cáncer en las glándulas salivales de la parótida.
“Era lo que nunca había querido escuchar. Me fui a mi casa, llamé a mi hermana, que me había acompañado en la internación. Le dije a ella y a mi madre que tenía cáncer. No quería ver a nadie, vivía durmiendo, me agitaba al afeitarme. Lloré un rato y dije, me voy a caminar”, le dijo a Infobae.
Su estado clínico está controlado
A tres meses de ese encuentro con su médico se puede decir que fue avanzando positivamente. “Mi cáncer no tiene cura pero, si se logra detener, queda como una enfermedad crónica, como una diabetes. Hoy estoy asintomático, me quedo mucho tiempo en la naturaleza, con mis perros, nado mucho en agua fría porque me hace muy bien, me relaja, me deja cansado y me hace dormir”, contó.
El agente de modelos reconoció que “no todos los días son buenos, le pongo garra. Hay días que me levanto mal y digo ‘me tengo que levantar igual’ y me voy a la pileta y nado hasta que me agoto. Y me voy de mi casa porque no me voy a quedar tirado. Hay que meterle mucha voluntad”.
Uno de los grandes aprendizajes que se lleva es saber prestar atención a lo que dice el cuerpo. “Yo venía muy cansado hacía muchos años y siempre se atribuía a un tema de estrés, de trabajo, de separaciones, de la vida, la angustia, pero lo que tenía era que las células del cáncer, que iba muy despacito, me iban comiendo la energía y me dejaban agotado. Cuando uno está mucho tiempo cansado ya no es estrés, hay algo en el cuerpo”, destacó.
