La noticia sorprendió a todos. Magdalena Ruíz Guiñazú no quería dejar de trabajar, de hacer lo que más amaba en la vida: ser periodista. En una de sus últimas entrevistas, que dio a Clarín, habló de su necesidad de no retirarse e incluso, se refirió a la muerte. La frase hoy suena fuerte: "No miro la hora a ver cuánto me queda", decía en mayo del año pasado.
Trabajó hasta último momento en radio Mitre. Descansar no era una posibilidad para ella. "Es un tema de hacer lo que te gusta, de vivir feliz. Me parece una cosa normal y lógica seguir siendo periodista", expresaba.
"El periodismo es mi vida misma. ¿A quién le importa en que año nací? A nadie. Lo importante es lo que estoy haciendo, fijate en las mediciones de Mitre, seguimos a la cabeza. Lo que importa es pasarlo bien. No me pongo a pensar cuántos años tiene cada uno. El que no está conforme con su edad, lo debe pasar mal. Yo estoy muy conforme, tengo más de 90", aseguraba.
Magdalena, en casa
Adoraba "Los 8 escalones", los temas relacionados con los ovnis y tomar sol. Era famosa en su equipo por los sandwichitos de tomater, huevo, jamón y queso, de panadería, con los que insistía en alimentar a los que trabajaban con ella.
Sufrió la pérdida de su hijo Edmundo, "Prica", a los 28 años: tuvo un infarto a los 18 y falleció 10 años más tarde. Ella siguió viviendo por y para sus otros cuatro hijos: Alejandra, médica; Mimí, antropóloga forense; Paula, docente ligada al arte y César, arquitecto. Se casó dos veces y tuvo una última relación con "El Tano", su último compañero, durante 27 años.
Magdalena decía que la felicidad era ese segundo en que hacía radio. "Mientras tanto, disfruto. No voy a estar mirando la hora a ver cuánto me queda", le había dicho a Clarín.