Agustín Barletta es un chico trans. Cuando era un niño no se sentía cómodo con quien era y elegía ponerse la ropa de su hermano a escondidas para evitar el reto de su familia. Esa era la única forma de expresar su verdadero ser. Hoy es influencer y tiene una cuenta de Instagram, @unpapahipster conmás de 30 mil seguidores, donde comparte contenido sobre su vida cotidiana y de su hijo. A su vez, trabaja en la ONG Trans Argentinxs.
Otro año más celebrando el amor sin límites y la libertad de poder ser uno mismo junto a @jeanpaulgaultier 🌈 #GaultierLovesPride #JeanPaulGaultier
En esta nota, Agustín abre su corazón y expresa todo el recorrido que tuvo que atravesar para poder llegar a donde está hoy en día. Desde el pequeño que jugaba a la pelota hasta el actual padre de Jere. "Soñaba con ser papá. Para mí, era como tocar la luna con las manos", aseguró.
Cómo fue la infancia de Agustín Barletta
- Contaste que cuando eras chico, te ponías a escondidas de tu familia la ropa de tu hermano. ¿Sentías culpa por ello?
- No, ni en pedo. Creo que porque era muy chiquito y, cuando sos un niño, todo es un juego.
- ¿Era como disfrazarte, por ejemplo?
- Sí, claro. Sabía que estaba mal lo que estaba haciendo porque lo hacía a escondidas. Siempre fui muy masculino y tengo la suerte de haber tenido a mi hermano, que me acercó también a ese mundo indirectamente. Tenía acceso a sus juguetes, a su ropa y me decía que no hiciera ciertas cosas, pero estamos hablando de hace 30 años atrás.
La sociedad era distinta. Primero, las personas trans prácticamente no tenían visibilidad. Se estaba asomando Flor de la V y Cris Miró, pero era como "no lo hagas", "no juegues a esto", "vos tenés que jugar a la casita". Lo que lamentablemente, sigue pasando, este tema de los juguetes para nenas y para nenes.
Me decían: "No juegues a la pelota". "Vestite de esta forma". Me hacían usar vestidos y yo odiaba todo eso, por lo que te vas escondiendo. Aparte de que sabés que no sos eso, no tenés herramientas para andar explicando.
Hoy, creo que sí hay más, ya que las cosas cambiaron un montón, hay más información, aunque, en ese momento, no tenía información como para decir "hasta acá está bien y hasta acá está mal". Yo sabía que estaba mal porque no me dejaban hacerlo.
Me acuerdo que amaba las fotos de cuando era bebé porque mi mamá nos vestía igual con mi hermano. Me gustaba esa ropa porque estaba igual que él. Por ahí, si los varones se hubieran vestido siempre con pollera, yo habría querido usarlas. Es algo cultural. Veía a mi hermano y quería ser como él.
Quería que no me dijeran que todo lo que hacía estaba mal. En definitiva, no me acuerdo qué pensaba a los tres años, pero mi mamá me cuenta que, cuando arranqué a caminar, ya me vio distinto. Primero, porque empecé a caminar al lado de una pelota. Sin emabrgo, hoy no juego a la pelota ni en pedo.
Hace 30 años el mundo era sexista, entonces tenías que hacer ciertas cosas, como no jugar a la pelota, depilarte y, si no lo hacías, estaba mal. No hay la libertad que hay hoy, ni siquiera para jugar.
- La adolescencia es una etapa de vulnerabilidad que viven todas las personas. En ese momento, ¿tenías bronca por no poder expresar quien realmente eras?
- Sí. Me enojaba mucho, pero por el tema de que me empezaban a gustar chicas y a ellas les gustaba mi hermano. Siempre querían venir a mi casa para verlo. El enojo era mayor porque pensaba: "A mí me gusta, pero no lo puedo decir, tampoco lo puedo disfrutar y encima, le gusta mi hermano".
Lo amo con toda mi alma a mi hermano, Juan. Vivimos muchas cosas juntos, como mellizos encima. Crecimos al mismo tiempo. Mi cuerpo iba cambiando, pero el de él no y me reflejaba en él. Quería todo lo que él tenía y él lo dada por sentado. Esa bronca tenía. Tenía bronca con él de "por qué no disfrutás", "por qué te quejás", "no te estás dando cuenta de lo que tenés". No podía disfrutar ni hablar.
La discriminación en la vida de Agustín Barletta
- ¿Y la discriminación cuándo vino?
- Afortunadamente, muy de grande. Cuando fui chico nadie me discriminó, siempre fui muy sociable. Tenía un montón de amigos, pero creo que era como una especie de mecanismo de defensa porque si tenés un montón de amigos, ¿quién te va a bardear?: Nadie. Era "popular".
Me metí en el equipo de handball del colegio, que era algo de ser popular también. Antes, la "chica popular" era como Mía Colucci, de "Rebelde Way", pero yo era un chongo loco. Siempre lo fui. Me dejaba el pelo. Era lo más parecido a Mariano Martínez, pero con otra cara.
Aparte, usaba siempre la ropa medio ancha. Me veías a una cuadra y ya sabías que no me gustaban los hombres, ese estereotipo boludo. Siempre fui muy sociable.
- ¿Y se te acercaban los chicos también para invitarte a salir?
- No, ni pedo. No se animaban. Nadie se animaba.
- ¿Alguna vez tuviste sexo con un chico?
- Jamás. Sí, obviamente habían besos y esas cosas, pero no llegue a más porque no me atraía. Igual hay gente que hace la transición y son bisexuales o gays. No tiene que ver con eso. Pero, desde los seis años, antes de darme cuenta que era trans, me di cuenta que no me gustaban los hombres.
Sin embargo, hoy siendo adulto, pienso: "Por ahí, tampoco lo exploré". Nosotros también nos metemos esta boludez de que para ser hombres tenemos que cumplir ciertas cosas, como que te gusten las mujeres. Hace unos años, ni en pedo me ponía algo rosa y hoy juego con un montón de cosas.
- ¿Te costó amigarte con la sexualidad?
- Sí, con el sexo en general porque físicamente vas cambiando un montón de cosas y, entre ellas, la genitalidad. Con la testosterona, el clítoris crece, entonces vos pasás de tener algo normal a un pseudomicropene, que puede ser de 6 a 8 centímetros, y tenés que volver a aprender a hacer un montón de cosas, como tocarte, masturbarte, a que te den placer, a dar placer.
Además, al principio, el tema del crecimiento duele muchísimo. Hay gente a la que no se le agranda mucho y no la pasa tan mal, pero otras sí. A mí, personalmente, me hacía daño, dado que, de repente, lo tenía por fuera del labio superior, era muy sensible y rozaba con la ropa interior.
Por ahí, iba por la calle y era como: "No, estamos en la calle". Pero, hasta esas cosas te tenés que volver a reeducar. No sabía masturbarme, que es algo que creo que aprendemos a hacerlo desde chicos.
- ¿Y cuando empezaste a tener relaciones con mujeres, te daba pudor?
- Mi cuerpo sí. Siempre. Más que nada, los pechos. No tanto la vagina. Las tetas siempre me molestaban. Siempre le tuve miedo a cualquier intervención quirúrgica. No me gustan las anestesias, los quirófanos, nada. Aunque, imaginate lo necesitado que estaba de sacarme las mamas que no me importaba nada.
En una semana, hablé con el cirujano y me dio una fecha. Ni lo pensé. Estaba tan necesitado de hacerlo que pasé del pánico a no pensarlo. No puedo describir cómo necesitaba sacarme eso de encima. Literal, cuando me desperté y vi que no estaban, lloré un montón.
Es inexplicable la sensación que viví. Primero, el peso mental que tenía. Lo que pensaba era: "Ahora, puedo ir caminando por la calle y nadie me va a ver como una mujer". Cuando estás en la vía pública, la genitalidad no se ve. Hoy, me pasa que digo que soy trans y muchos no me creen.
A veces me miro al espejo y no puedo creer dónde estoy ahora. Mi problema era con lo físico. Y después de hacer la transición, me di cuenta que me cambió mucho el temperamento. Fui una persona mucho más feliz. Antes vivía con cara de culo. Estaba triste, enojado.
- ¿Y cuándo te empezaste a inyectar testosterona?
- A mis 24. Una vez que me saqué la venda de los ojos y lo vi, no pude volver para atrás. Enseguida, me operé. Ya estaba la ley de Identidad de género, pero no se había reglamentado, así que me pagué la mastectomía. Al toque, arranqué con las hormonas.
La primera inyección me la fui a dar en una farmacia, y el líquido es súper espeso y duele. Me la dio una mina que no tenía ni puta idea de lo que me estaba dando. Me hizo estar parado, con un pie colgando, súper tenso todo. Lo hizo rápido. Todo lo que no hay que hacer.
En realidad, tenés que estar acostado, relajado, la tenés que dar despacito. Por lo que casi me desmayo. Fue impresionante. Ya el momento súper fuerte porque era la primera vez que me hormonizaba y, además, me tocó una hija de puta, que no sabía ni lo que estaba haciendo.
Me flaqueó la única pierna que tenía y me tiré en la camilla. Le conté a mi mamá y me dijo que la próxima vez me la daba ella. No es enfermera, pero sabe dar inyecciones. Y, desde ese día, me la da ella.
- ¿Fuiste solo?
- No. Fui con quien era mi pareja en ese momento, Nati, la mamá de mi hijo. Siempre me acompañó en absolutamente todo. Estuvimos juntos durante 13 años y nos adoramos. Hoy, somos mejores amigos. Lamentablemente, no hay mucha gente que pueda decir que su mejor amiga es la mamá de su hijo. Aún así, siempre tuvimos una relación súper especial.
- Entonces, ¿dónde vino la discriminación?
- En el laburo, antes de hacer la transición. Me leían como una mujer lesbiana, por lo que así me trataban. Trabajaba en un call center y, cuando hago la transición, empezaron a no querer compartir el baño conmigo, tanto compañeros y compañeras, y fue muy doloroso.
Me hacían ir al baño de personas con discapacidad. No querían que compartiera y, en vez de capacitar y educar a las demás personas, me querían corregir a mí. Aunque, entiendo que esto fue hace 12 años atrás.
Fui con el DNI rectificado y todo, pero me dijeron que no sabían qué hacer, que esperara un poco, que mientras tanto siguiera diciendo mi nombre anterior cada vez que atendía el teléfono. Ochenta veces por día lo tenía que decir prácticamente.
Al principio, los entendés porque no querés que te echen. Me banqué un montón de cosas. Aunque, a los 6 meses, me enojé y me empecé a enfermar. De hecho, me suspendieron porque empecé a faltar y, cuando no aguanté más, dije que los iba a denunciar en el INADI porque no me cambiaban el nombre y que, además, me obligaban a decir el anterior.
Le llevé la ficha a la referente de recursos humanos y le dije que en esa ficha no fichaba más porque yo no era esa persona. Tenía mi DNI, que decía mi nombre, que es Agustín. Además, le di la opción de usar sólo mi apellido, ya que no había otro Barletta.
Me acuerdo que le dije: "Es como que a vos te pongan Roberto en tu ficha, vos no sos Roberto". Y me respondió: "¿Sabés qué pasa? Yo no elegí llamarme Roberto". Estaba diciéndome como que el hincha pelotas era yo, él que no tenía nada mejor que hacer, él que quería cortarse las tetas, él que quería sufrir todo ese tipo de discriminación, como si eso me diera placer.
Automáticamente, después de decir que los iba a denunciar en el INADI, me llamó la secretaria del departamento central de recursos humanos y me dijo que me quedara tranquilo porque iban a resolver todo. De un día para el otro, se resolvió todo. Mi nombre estaba bien en los legajos, en la ficha y ahí dije: "Ahora, me quiero ir de acá porque no me quedo más".
No puedo entender a la gente que piensa que lo hacemos por aburrimiento o porque queremos llamar la atención. Puedo asegurar que no está buena la vida, hay un montón de cosas que no las recomiendo. Hay un montón de cosas que seguimos pasando después de todos estos años, como ir al baño.
No es cómodo para nosotros ir al baño porque, si no andan los inodoros y sólo están los mingitorios, yo no los puedo usar. Tampoco me pudo bañar en un gimnasio, ya que no hay cortinas en los vestuarios, entonces es un lugar súper inseguro para mí, y así vivimos cientos de cosas. La gente no tiene conciencia de lo difícil que son tantas situaciones.
Cómo la familia de Agustín Barletta tomó su transición
- ¿Cómo se lo tómo tu familia?
- A cierta parte de mi familia le costó más que a otra. A mi vieja no le costó tanto. Le costó más que le diga que me gustaban las mujeres que el momento de la transición. A mi hermana más grande le costó porque tenía miedo de perder a su hermana. Teníamos una relación muy linda, la seguimos teniendo, pero eran miedos que manejaba en ese momento. La gente tiene miedo.
- ¿Cómo fue que llegaste a la ONG Trans Argentinxs?
-Lo conocí a Lauti (el fundador) en un evento y fue amor a primera vista. Me pasa mucho con la gente trans que es como si fuéramos hermanos, porque vivís cosas tan similares, que hay un cariño muy inmenso. Por ahí, no te conocés, pero ya sabés lo que pasó. Es raro de describirlo.
Es como ver a alguien y decir: "Te re entiendo. No hace falta que me cuentes nada de tu vida. Sé por lo que pasaste. Es como una hermandad". Por lo que, lo conocí a él, me enamoré de todo el laburo de la fundación y comprendí que las madres, los padres y las familias en sí tienen miedo.
- En una entrevista, dijiste que te habría gustado que hubiera existido una fundación así cuando eras chico.
- Sí. Me habría encantado. Mi mamá me lo dijo también. Porque en otro momento no había tanta información. Mi madre no sabía y muchas veces llorando me pidió perdón y yo le respondía: "Mami ¿cómo vas a pedir perdón? Hiciste lo que pudiste. No tenías otra información y no te educaron de otra manera".
Yo sería un hijo de puta si no respeto a mi hijo, con toda la información que hoy tengo. Y hoy, mi mamá, con lágrimas en los ojos, me pide perdón por no haberme respetado como yo me quería vestir. ¿Qué iba a saber? No tengo rencor con ella porque no había chance de que lo sepa.
- Al terminar en una fundación así, como Trans Argentinxs, ¿es como un mimo al alma, porque cumplís el rol de ayudar a los niños, algo que, también, te habría gustado que suceda contigo?
- Sí y, en realidad, no sólo a través de la fundación, sino que también con mis redes y con mi historia. Compartiendo que sí podemos ser felices, que sí podemos formar una familia, que sí podemos tener hijos, hijas, hijes; que sí podemos encontrar el amor. Es más difícil, dado que hay mucha gente que tiene muchos prejuicios todavía.
En mi experiencia, hay muchas mujeres hetero cis que ni se imaginan una relación conmigo y que me han dicho: "Me parecés re lindo, pero no". ¿Y por qué no? Porque si el problema es por el pito, se puede reemplazar tranquilamente. Si yo te dejo de parecer lindo porque soy trans, eso es transfobia. Obviamente nadie te va a decir que te obligues a algo, pero hay gente que ni siquiera se cuestiona.
A veces, cuando le preguntan a alguna persona si estaría con una persona trans, se queda pensando o se preguntan: "¿En qué me convierto? ¿En lesbiana?". Y, no. Si soy un hombre, me ves como un hombre. Y esas cosas pasan seguido. Es más difícil.
El género se construye, no es una genitalidad, que es lo que tratamos de que la sociedad comprenda y entienda. Éramos mucho más básicos antes y había que decir "sexo femenino y masculino". Pero, género hay un montón.
Cómo es su vínculo con su hijo, Jere
- Y con tu hijo, Jere, que actualmente tiene 6 años, ¿cómo hacés para transmitirle todos estos conceptos?
- Pobre, lo tengo harto. "Ya sé, papá", me responde constantemente. Desde que nació, que le conté la historia de vida de su papá, de su mamá, de su familia, de cómo vino al mundo, de que existió una persona que donó gametos para que él llegara a nuestra vida. Le explico cómo es que soy su papá.
Él sabe todo. Sabe quién soy, cómo soy, qué tengo entre las piernas. Me hace un chiste, en donde dice que el único que tiene testículos en la casa es él porque además el perro está castrado. "¿Vos sabés que papá tiene culpa?", le pregunto a veces y me responde: "Sí, papá, ya sé".
- A los 16 no me quiero imaginar lo que va a ser.
- Creo que no va a tener tantas preguntas. Hay que naturalizar.
- ¿Pensás que puede sufrir discriminación? ¿Te da miedo eso?
- Sí, pero no tengo miedo porque entiendo que va a tener tanto amor por su papá que va a decir: "Mi papá es mejor que el tuyo. Qué me importa lo que están diciendo ¿Tu papá vino a todos los actos de la escuela? No y el mío sí". Listo.
Con que mi rol como papá se cumpla bien y él esté acompañado, ya está. Mientras él no tenga nada que decirme como padre, creo que va a ser lo suficientemente fuerte. Y, si alguien le pregunta si su papá tiene vagina, él va a saber qué responder. Quiero ir por ese camino. Ojalá lo logre.
- ¿Siempre quisiste ser papá?
- Siempre. Era el sueño de toda mi vida. Siempre me imaginé siendo papá y jugaba a serlo. Para mí, ser padre era como tocar la luna con las manos. Era algo que nunca iba a pasar, era imposible. No había chance de que lo sea.
- Y, finalmente, lo conseguiste.
- Claro. Pero ¿qué me pasaba? Tuve tantos no. No hagas esto, no hagas lo otro, así no te podés comportar. Que cuando llegó Jere a mi vida, fue un sí gigante. Fue mi gran sí. Fue el motor para decir: "De acá en adelante, nunca más voy a decir que no puedo hacer algo". Tengo el recordatorio ahí, en casa, hinchándome todo el tiempo de que sí que puedo.
Si yo pude ser papá, puedo hacer cualquier cosa. Cuando me atrevo a soñar algo, es como "re". Lo re hago. ¿Quiero ser influencer? Voy a serlo y, en un mes, tuve mil seguidores. Y, además, fue de la mano de ser trans. Le di visibilidad a los varones trans, dado que empecé hace seis años atrás, cuando Jere recién había nacido.
Hoy en día, hay un montón más, pero antes no había ninguno en realidad. Con 36 años, soy el como más mayorcito. De hecho, me doy cuenta de que soy trans cuando lo vi a Ale Iglesias en "Gran Hermano 2011". Fue el primer varón trans que salió en la televisión.
Me acuerdo que estábamos mi mamá, mi pareja y yo mirando la tele cuando Jorge Rial empezó a contar su historia. En ese momento, era abiertamente lesbiana asumida y estaba conviviendo con mi novia. Y, cuando vi a Ale, me cayó la ficha. Se me abrió el mundo.
Encima, mi vieja lo vio al mismo tiempo que yo, entonces se dio vuelta y me dijo: "Ni se te ocurra hacer una cosa así". Se refería a ser trans. Ella lo vio antes que nadie. Igual, después, cuando empezó la transición, tuvo cero drama.
Nada de lo que pasó con las redes me lo había imaginado nunca. A su vez, estuve en los Personajes del Año de la revista Gente en 2022, una tapa que compartí con Mirtha Legrand. Que un varón trans esté en esos espacios es un montón. Yo siempre digo que se ganan más moscas con miel que con vinagre.
- ¿Cómo hacés para hacerles entender a las personas que por ignorancia no comprenden lo que es la comunidad LGBT?
- Entiendo que no todas las personas trans están hechas para educar a la sociedad. Creo que mi laburo en un call center con personas adultas mayores me generó una paciencia extrema y tengo paciencia para explicar. Entonces, sentí que podía estar en ese rol de comunicador y contarle a la gente un poco lo que vivimos y lo que somos para que el día de mañana a otro no le tengan que preguntar lo mismo.
Mucha gente me dice: "¿Cómo era tu nombre anterior?". Y le respondo que eso no se pregunta porque eso es morbo y a nosotros nos duele. No es algo lindo de recordar o de nombrar. Hay gente que no tiene problema, pero la gran mayoría sí. Y además, ¿en qué te cambia? En nada. No es parte de la historia.
Después, das lugar a que alguien te llame de esa forma y que te quiera lastimar. A veces, a mí me dicen Agustina y me cago de risa, pero porque ése no era mi nombre. Esa es una lucha mía ganada. Es dar demasiada información a algo súper íntimo que no le va a cambiar nada a su vida. Contar mi historia y todo lo demás es mucho más importante y profundo que decirle mi nombre.
Muchas veces, después de repetirlo en 5 o 6 oportunidades, me canso también de explicar de buena forma. Y, hay ocasiones en las que tenés razón de enojarte porque hay personas que están instruidas o que tienen esa posibilidad, pero igual son transfóbicas y ahí no puedo hacer nada.
Hay gente transfóbica que no quiere serlo y lo es por pura ignorancia. Me atrevo a decir que el 80% de la gente que es transfóbica es por ignorancia. Por pensar que estamos aburridos, o porque no tenemos nada más que hacer, o porque queremos ir la teta al Estado. A mí el Estado no me paga nada. Yo laburo, tengo mi obra social.
Cuál es la opinión de Agustín Barletta acerca de los discursos de odio
- ¿Qué sentís al respecto de los discursos de odio?
- No estoy de acuerdo con un montón de cosas que están pasando. Creo fervientemente que tenemos que creer en las personas y lo primero que tiene que estar en la agenda es eso. Los discursos de odio me dan mucho asco y miedo.
- ¿Considerás que personas como el ministro de justicia, Mariano Cúneo Libarona, luego de sus afirmaciones en la Cámara de Diputados está promoviendo la violencia hacia el colectivo?
- Sí, claro. Para algo están las leyes. El problema es que se están metiendo con leyes constitucionales, como la ley de Identidad de Género, que tengo miedo que la toquen. La cuestión del respeto no puede ser negociado. No podemos negociar la empatía. Ahí, es donde la sociedad se va a terminar de ir a la mierda.
Yo siempre digo que hay mucha gente preocupada por la economía y obviamente que nos toca a todos, pero a mí me dan miedo los derechos humanos. Prefiero estar mal económicamente y poder salir tranquilo caminando por la calle.
- ¿Qué pensás que podría pasar si tocan, por ejemplo, la ley de Identidad de Género?
- Va a costar muchas vidas. Imaginate personas que se estén armonizando y ya no puedan acceder. Yo puedo porque tengo un trabajo estable, remunerado y estoy en blanco, pero hay gente pobre que no. La mayoría de las personas trans no tienen un empleo permanente o en condiciones. Simplemente, no tienen acceso al ámbito laboral.
Naturalmente, no podés dejar la armonización de un día para el otro. Eso tiene consecuencias. Genera un desequilibrio hormonal fuerte. Hoy, por ejemplo, no produzco progesterona porque, después de tantos años de testosterona, mi cuerpo ya no la produce. Mis ovarios ya no se ven, están inhabilitados.
- ¿Te tenés que inyectar toda la vida?
- Si quiero, sí. Si no, iré dejándolo de a poco.
- ¿Qué pasa si lo vas dejando de a poco?
- Hay cosas que se revierten, y hay otras que no. Por ejemplo, la barba o la voz ya no. El tema es que, en mi caso, hace doce años que estoy en terapia de reemplazo hormonal. Es difícil que en mí vayan cambiando muchas cosas, pero hay chicos que arrancaron el año pasado y todavía no están en el pico de hormonización.
Sin embargo, me pongo a pensar en los pibes que hoy están haciendo una transición y, si vetás la ley de Identidad de Género, los matás. No sólo por eso, sino que también por el artículo más importante que posee, que es el 12, el cual habla sobre el trato digno. Dice que una persona no necesariamente tiene que hacer su cambio de identidad en el DNI o en el registral, con el simple hecho de expresar que a partir de hoy se llama José, vos tenés que llamarlo así. Y eso se tiene que respetar en trabajos, escuelas y en todos los espacios. Con la ley podés hacerle una denuncia.
Agustín Barletta tiene algo para decirle a su yo de niño
- Con el diario del lunes, ¿qué le dirías a ese adolescente que estaba tratando de transicionar?
- Un montón de veces pienso en si pudiera viajar al pasado así como estoy ahora y decirle que soy yo, pero no me creería. Le diría que todo va a estar bien, que tenga paciencia, que va a lograr tocar la luna con las manos. Pero, no me lo voy a creer en ese momento. La vida para mí fue una grata sorpresa. Tuve momentos de mierda, aunque hasta esta parte, está todo bien. No me puedo quejar.
Fotos: Rocío Bustos
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