El bachillerato Mocha Celis fue creado en 2011 por y para personas travestis trans, pero también está abierto a otras comunidades y colectivos. Es una institución a la que sólo pueden acceder personas mayores de 16 años y que adeuden el secundario. Una iniciativa que vale la pena destacar. Hablamos con Francisco Quiñones, el director de la escuela, y Virginia Silveira, la presidenta trans de la Asociación Civil, quien también estudió en la Mocha.
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"Lohana Berkins es la madrina de la organización y fue quien eligió el nombre de Mocha Celis, que fue una travesti asesinada en los años 90", es lo primero que nos cuenta Quiñones al hablar de este colegio, que cuenta con talleres de cocina y textil para facilitar la salida laboral de los alumnos.
"Es la referente histórica que generó la eliminación de los delitos policiales, la ley de Identidad de Género, la ley de cupo laboral travesti trans y la ley de reparación histórica que estamos tratando de conseguir. Es una lideresa histórica", aseguró el director de la escuela.
"Ella era abolicionista y creía que ninguna niña trans a los 13 años podía elegir la prostitución como una opción. Lohana es nuestra mentora, es quien le ha aportado muchísimo al movimiento travesti y generó este cambio de paradigma", determinó Francisco.
Cómo surgió la Mocha Celis, el bachillerato para personas trans
- ¿Cómo surgió la idea de crear la Mocha Celis?
- Francisco: En 2011, antes que se aprobara la ley de Matrimonio Igualitario, éramos varios los que queríamos participar en alguna organización y ya circulaba la idea de pensar un espacio educativo para personas trans. Hubo un intento de crear espacios de formación profesional pero no se pudo concretar.
A partir de un encuentro con Agustín Fuch decidimos co-fundar el espacio y llamamos a Lohana para preguntarle si ya existía algo así. Como nos respondió que no, lo fundamos el 11 de noviembre de 2011 con un montón de activistas.
No es exclusivo para personas trans, sino que es un espacio desde la comunidad travesti trans para cualquier persona mayor de 16 años que quiera terminar los estudios secundarios. Es un espacio que se respetan las identidades.
Los talleres de formación profesional tienen su certificación para que la persona tenga más herramientas en el momento de insertarse laboralmente. Mocha Celis fue el proyecto fundador, pero hoy tenemos más de 11 programas que se articulan entre sí.
Es decir, el programa de empleabilidad trans no solamente hace inserciones laborales, sino que también capacitaciones en empresas, voluntariados corporativos, tenemos un área de acceso a derechos, otra de salud integral, hay otro espacio que tiene que ver con la formación profesional, y todo lo que podamos trabajar para diseñar trayectorias vitales que rompan con esta estadística y promedio de vida de 35 años, que todavía sigue en la Argentina.
Tratamos de acceder a todos los derechos básicos, que las personas los puedan garantizar y que puedan, a través del deseo, diseñar su propia trayectoria vital.
- ¿Cómo se financia la escuela?
- Francisco: Es una escuela pública de gestión social, que depende del área de adultos y adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tiene reconocidos los títulos oficiales y parte de la planta orgánica funcional (docentes y directivos), pero no todo lo demás. Lo llevamos adelante desde la Asociación Civil Mocha Celis con donaciones individuales, con campañas que hacemos de recaudación para sostener los gastos cotidianos.
El sistema de cupo laboral trans que emplea la Mocha Celis
- ¿Cómo funciona esto de hablar con empresas para que los egresados puedan comenzar a trabajar?
- Virginia: Durante muchos años nosotras estuvimos expulsadas a la calle, pero gracias a la Mocha Celis yo pude conseguir mi primer trabajo. Me ayudaron a que pudiera acceder a la educación, a la salud. Fue un proceso que fui haciendo dentro de este espacio y quiero que también puedan hacerlo más personas.
Con respecto al trabajo, siento que el cupo laboral travesti trans viene a romper un poco con ese estigma que hay con respecto a nuestras identidades, que nosotras solamente tenemos que estar en las calles ejerciendo el trabajo sexual. Muchos se preguntan "¿por qué le dan trabajo a las travestis y a las personas trans?", pero no se cuestionan por qué una compañera de 13 años está parada en una esquina.
- ¿Cómo ayudan a las estudiantes a conseguir un trabajo?
- Virginia: Nosotros articulamos con un montón de empresas y con el Estado para que estén dispuestos a poder cumplir con la ley del cupo laboral, más allá de que no estén obligados. Muchos se acercan para poder articular y abrir sus bolsas laborales para toda la comunidad. Hay una idea muy particular de las empresas de poder trabajar y nosotros estamos en constante charla con ellas para poder insertar laboralmente a nuestras estudiantes.
No solamente en la inserción laboral, sino que hacemos un trabajo más integral. Partimos desde el inicio, que es conseguir el trabajo y después el acompañamiento integral, que sería la ayuda para sostenerse en cuanto a educación financiera y tantos otros aspectos que no se ven. Estamos en constante proceso de construcción de nuestros programas y proyectos.
- ¿Han sufrido como institución algún tipo de discriminación?
- Virginia: Sí, por supuesto. Cuando nos mudamos a barrio de Balvanera pintamos un mural, pero fue atacado dos veces con frases discriminatorias, tachando nuestras reivindicaciones. También nos tiraron un piedrazo y rompieron el vidrio de una de las ventanas que da a la calle. Nos colgaron un muñeco con los colores de la bandera trans. Muchas cosas han sucedido. También escraches en las baldosas de la puerta, donde pusimos los nombres de las personas desaparecidas durante la última dictadura.
Estas agresiones en la calle y los discursos de odio van en aumento. Lo podemos ver con el lesbicidio de Barracas, con los travestidos, con el aumento de la persecución, con los encarcelamientos de las personas trans de manera arbitraria. No tenemos a quién reclamarle y nadie nos escucha.
Últimamente, estamos trabajando en la gestión de la muerte porque muchas veces acompañamos con el féretro para una compañera desde la organización.
- Virginia: También están los travesticidios sociales, que es un término que venimos arrastrando hace un montón de tiempo, que es cuando el Estado, la sociedad o los mismos organismos públicos que deberían representarnos y cuidarnos no se ocupan de eso, simplemente nos apartan o no quieren que ingresemos a los sistemas de salud o de justicia. Seguimos siendo carne de cañón para esos espacios porque no se animan a tocar un cuerpo con silicona.
Acá llegan compañeras infectadas y nosotros las llevamos al hospital, pero los médicos no quieren tocarlas y prefieren dejarlas morir. Eso se llama travesticidio social porque es reconocer que existe una persona que está sufriendo y que necesita ser atendida, pero no se hace nada al respecto. En lo que va del año, venimos tramitando más de 30 muertes de compañeras que han pasado por travesticidios social.
- ¿Sienten que los discursos de odio transmitidos por gente de poder habilita a la sociedad a salir a agredirlos?
- Virginia: Sí. Habilita a que esas cosas sucedan y me gustaría remarcar que Javier Milei dijo que nosotras y las personas de la comunidad LGBT rompemos los valores de la familia. Dejame decirte que nosotros también nacimos de familias heterosexuales y que esas mismas son las que nos echaron a la calle y nos obligaron a ser prostitutas desde los 12 años.
¿Él viene hablar sobre valores? Valores tenemos nosotras, que nos preocupamos por nuestras compañeras para que puedan morir en tranquilas, para que puedan comer, para que puedan salir adelante. No hablemos de otros valores porque los valores de las familias se rompieron cuando nos echaron de nuestras casas.
- ¿Cómo fue que llegaste a la Mocha Celis Virginia?
- Virginia: A mí me echaron de casa a muy temprana de edad, por lo cual tuve que ejercer el trabajo sexual durante muchos años. No me quería morir en ese lugar. Cuando conocí a la Mocha y a Francisco, me propuso que hagamos campaña para que las compañeras conocieran el espacio y después me sumé como estudiante. En ese momento, tenía 30 más o menos.
Cuando empecé a estudiar descubrí que realmente no conocía mis derechos. En 2012, tuve mi primer trabajo formal gracias a la Mocha.
Actualmente, soy docente y la presidenta de la sociedad civil, que se creó en 2020 porque nuestra mayor población era de trabajadoras sexuales y no tenían para comer. En medio de la pandemia, empezamos a pensar cómo podíamos ayudarlas y ahí se creó el programa Teje Solidario. Le damos 400 módulos alimentarios a personas trans, travestis y no binarias y tenemos otras 200 en lista de espera.
La idea es que además de poder terminar sus estudios secundarios, puedan acceder a la justicia, a la salud, a la formación profesional, entre otros.
- ¿Cuáles han sido los obstáculos que han tenido que ir atravesando desde que se fundó?
- Virginia: Las primeras salidas pedagógicas las tuvimos que hacer en el transporte público porque a la mayoría le daba miedo la violencia en las calles, entonces solían juntarse entre 3 para viajar en taxi. Obviamente, eso era imposible de sostener, así que nos dimos cuenta que ahí la primera acción era salir a tomar el tren, el subte, o un colectivo para movernos.
Al principio, fuimos al Museo de Ciencias Naturales, después al de Bellas Artes, también hicimos un picnic en los Bosques de Palermo, que de noche era la zona prostitucional de las compañeras y no disfrutaban el espacio de día. La utilización del espacio público estaba vedado para las alumnas. Las compañeras estaban emocionadas porque por ahí nos tomábamos un colectivo y decían: "Esa es mi parada, donde trabajo". Y verlo desde afuera, sentir que eran turistas en su propia ciudad, fue emocionante.
Es importante el apoyo de todas las personas, que las empresas se acerquen con proyectos, con actividades, que brinden oportunidades, que contraten personas trans. El 16 de noviembre tenemos la MochaFest, que es un festival que hacemos en la calle.
La MochaFest, un festival para que todos puedan disfrutar de la Mocha Celis
- ¿De qué trata?
- Virginia: Cortamos la calle México y es un festival cultural, donde se pueden ver shows y espectáculos artísticos que hacen las y los estudiantes o personas de la comunidad. Lo preparan durante todo el año y muestran sus micro emprendimientos, sus proyectos, ya sean gastronómicos, textiles, del tipo que sean. Tienen su oportunidad para mostrar lo que saben hacer.
En el taller de gastronomía, lo que se cocina se lo pueden quedar o a veces lo ofertan, hacen alguna olla para la comunidad. Pero, al mismo tiempo, los días libres, lunes y martes, se cocina para llenar el freezer para darle de comer a quienes asisten a los programas en los que estamos.
- ¿Y con el grupo textil, pasa lo mismo?
- Con el textil, las empresas pueden pedir remeras, pines, stickers para sus empresas u organizaciones y eso funciona como un entrenamiento para poder generar una inserción laboral o un ingreso económico mientras se genera la inserción, o también las donan.
- Y vos que has estado en los dos lugares, de estudiante y de docente, ¿qué mensaje sentís que le dejan los estudiantes a la Moncha?
- Virginia: Siento que el mensaje que le dejamos a la Moncha es siempre positivo porque les enseñamos que otra realidad es posible, que nosotras queremos empezar a decidir el mundo en el que queremos vivir, que somos parte de esta sociedad y lo estamos cumpliendo.
Fotos: Diego García
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