Ex diputada y actual directora del Observatorio de Víctimas de Delitos de la Cámara de Diputados, María Luján Rey reflexiona en esta columna escrita para Para Ti, acerca del choque de trenes ocurrido este viernes en Palermo.
María Luján se convirtió en una referente de los familiares de las víctimas de la Tragedia de Once, el accidente de trenes ocurrido en la estación de Plaza Miserere del Ferrocarril Sarmiento el 22 de febrero de 2012.
En esa tragedia murió su hijo Lucas, que fue una de las 52 víctimas. A partir de ese momento, María Luján fue cara visible de los familiares de las víctimas y de los pedidos de condena hacia los funcionarios implicados.
La valiosa y valiente reflexión de María Luján Rey sobre el choque de trenes de la línea San Martín
La mañana del 10 de mayo de 2024 nos sacudió con imágenes que parecían traídas del pasado: vagones destrozados, gente herida y con información que iba llegando a cuenta gotas, sin poder confirmar qué era lo que había sucedido.
Sentí que volvía al 22 de febrero del 2012, cuando muy temprano en la mañana se hablaba del descarrilamiento de un tren de la línea Sarmiento.
Luego se decía que habían chocado dos formaciones, hasta que finalmente supimos que el Chapa 16, un tren que llegaba a la estación cabecera, no detuvo su marcha y chocó con el fin de vía.
La Tragedia de Once, así se recuerda aquel día, en el que poco a poco fuimos conociendo la existencia de heridos, y el número de víctimas fatales fue aumentado a medida que pasaban las horas.
Ese día, nuestro país se hizo más pequeño. 52 inocentes perdieron su vida y más de 800 sufrieron las consecuencias directas que dejó aquel siniestro previsible.
"La historia se repite y nos duele, nos lastima y debe interpelarnos"
Más de doce años después la historia se repite y nos duele, nos lastima y necesariamente debe interpelarnos. Quizás, el hecho de no tener víctimas fatales en esta ocasión nos impida dimensionar la gravedad de lo sucedido.
Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿Merecemos encomendarnos al azar, a la suerte, cuando subimos a un tren? ¿Debemos naturalizar que viajar en tren para ir a laburar o para ir a estudiar es exponerse al riesgo de no llegar con vida al destino? Definitivamente no.
Viajar en el servicio de transporte público no debería implicar ningún riesgo. Para eso, los ciudadanos de a pie, depositan su confianza en quienes tienen la obligación de cuidarnos, en los organismos de control, en quienes realizan las tareas de mantenimiento y cuidado del sistema ferroviario.
El choque de trenes de la línea San Martín vuelve a desnudar aquello que los ciudadanos no logramos ver pero que sentimos en el día a día. La desidia, la falta de inversión, el escaso mantenimiento de un servicio de transporte tan esencial para quienes cotidianamente deben movilizarse de la provincia a la ciudad de Buenos Aires.
"Repetimos la historia casi sin haber aprendido nada"
Repetimos la historia, casi sin haber aprendido nada. La Tragedia de Once pudo darse porque durante años se desvió el dinero que debía ir al mantenimiento de los trenes al bolsillo de los funcionarios.
Porque todo el sistema ferroviario fue destrozado por años, sin repuestos, sin talleres, con trenes corroídos por el óxido, sin frenos, con un ente de control que miraba para otro lado mientras los informes de la Auditoria General de la Nación advertían el inminente colapso del sistema.
Usuarios y trabajadores ferroviarios sufrían las consecuencias de ese abandono diariamente, y a pesar de las denuncias, jamás hubo voluntad política de invertir, mejorar el servicio o dejar de robarse el dinero y permitir que llegue a su destino: el mantenimiento programado que necesita este medio de transporte.
No es una simple opinión de quien perdió en aquella tragedia lo más preciado de la vida. Es lo determinó la justicia, luego de una ardua investigación, de un juicio justo, que condenó a los funcionarios y a los empresarios corruptos que generaron las condiciones para que el 22 de febrero ocurra.
Esta vez no hubo víctimas fatales porque tuvimos ¿suerte? Pero las condiciones vuelven a ser las de entonces. Pasaron doce años y es necesario que no nos detengamos en las fotos, sino en ver la película.
"Lo sucedido es producto de años de desinversión y de no entender que la seguridad de los pasajeros es una responsabilidad del Estado"
Lo sucedido no tiene que ver con lo que pasó ese día, ni el mes anterior, ni hace cinco meses, es producto de años de desinversión, años de desidia, años de no entender que la seguridad de los pasajeros es una responsabilidad ineludible del Estado.
Un sistema ferroviario seguro es aquel capaz de absorber fallas mecánicas o errores humanos. Aquí seguimos dependiendo del buen funcionamiento de máquinas que ni siquiera tienen el mantenimiento adecuado, de que los humanos no cometan errores. Y desestimamos todos los avances tecnológicos que en el mundo minimizan los riesgos de estas eventualidades.
La instalación de los sistemas de frenado automáticos sólo llegó a algunas líneas del AMBA. La renovación de todo el sistema de señalización (que es centenario) jamás se llevó adelante, y así, emparchando y con respuestas espasmódicas, seguiremos entregados a la buena fortuna cada vez que subamos un tren.
"Este choque es producto de una herencia que nos deja la desidia de los últimos años"
Este choque de trenes sucedió el 10 de mayo, pero es producto de una herencia que nos deja la desidia de los últimos años. Es la muestra cabal de lo que significa no entender la política como instrumento de mejora de la vida de todos, sino como el fin para el enriquecimiento de unos pocos.
Porque lo único que se necesita para tener un servicio ferroviario eficaz y seguro es una política de Estado en esta materia, que trascienda los gobiernos. No será una gestión la que logre recomponer décadas de abandono.
Por eso es tan necesario dejar de lado las mezquindades y comenzar a trabajar sabiendo que será otro el que deberá darle continuidad, y luego otro, y así con el compromiso real de brindarle a los ciudadanos un transporte como el que merecen. Llegará el día en el que subirse a un tren no sea encomendarse al universo para llegar vivos a destino.
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