Es la comida típica para el 25 de mayo o el 9 de julio. Según cuenta la leyenda, el locro es fruto de la cocina de los pueblos originarios quechua, o quichua, que lo llamaron “luqru” o “rucru”. Era un guiso que se preparaba a base de zapallo, maíz y porotos. Su origen data de la época precolombina, es decir previo a la llegada de Cristobal Colón.
Se podría decir que es un tipo de cocina fusión: este guiso que preparaban los indígenas se reinventó con ingredientes españoles como mondongo, cerdo y chorizo. Como su preparación lleva tiempo, es un plato que se convierte en la mejor excusa para reunir a familiares y amigos.
La tradición de comer locro el 25 de mayo se afianzó en el siglo XX, pero empezó con la llegada del plato a las mesas porteñas a principios del XIX. Antes de 1820 el plato típico era consumido principalmente en Salta, Tucumán, Córdoba y el norte de Santa Fe. En aquella época, en Buenos Aires se comía "a la española".
El locro comenzó a popularizarse después de las guerras de la Independencia, con los soldados que volvían del NOA. Y se afianzó durante el siglo XX, en particular después de la oleada inmigratoria del interior a la capital y con el afán por canonizar todo lo criollo que vivió la Argentina a partir del Centenario.
Para 1960, el locro ya le había ganado la pulseada a la carbonada como plato de festejo de fechas patrias, porque llevaba menos carne y era más barato para preparar.