#Protagonistas, Gabriela Arias Uriburu: "He tenido noches donde sentí que me moría" - Revista Para Ti
 

#Protagonistas, Gabriela Arias Uriburu: "He tenido noches donde sentí que me moría"

Activista por los derechos humanos, luchadora tenaz, escritora, pero por sobre todas las cosas, mamá. Gabriela Arias Uriburu vivió un infierno y batalló durante años para recuperar a sus hijos. Y se convirtió en un caso insignia para el mundo entero. Hoy, a los 57 años, con sus hijos convertidos en adultos de bien, reflexiona acerca del pasado, revela qué la salvó de "terminar en un psiquiátrico" y cuenta cómo vive en plenitud el presente. 
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Su vida dio un vuelco hace veinticinco años, cuando descubrió que su exmarido (Imad Shaban) se había llevado a sus tres hijos pequeños -Karim, Zahira y Sharif, hoy de 30, 28 y 26 años- a vivir a Jordania. Desde ese día, Gabriela Arias Uriburu experimentó todas las emociones: lloró, se desesperó, sufrió ataques de pánico, se deprimió y sintió que se moría. Pero siempre tuvo en claro que iba a hacer todo lo posible por recuperarlos sin perder su esencia de mujer occidental, sin violencia y siempre del lado de la ley.

Así fue que esta mamá, que se descubrió valiente y, por sobre todas las cosas muy resiliente, peleó con todas sus fuerzas por los derechos de sus hijos. Y se convirtió en una referente, en una activista por los derechos humanos: su historia es hoy un leading case para la jurisprudencia mundial, porque sentó las bases de la necesidad de velar por el bienestar de los niños primero, especialmente cuando se trata de divorcios internacionales

Hoy, cuando sus hijos ya son adultos, dos de ellos casados hace pocas semanas, esta mujer de 57 años, mirada transparente, voz clara y modos delicados, habla de todo lo vivido, de los libros que ha escrito, de sus talleres de autoconocimiento para la mujer y también de su presente.

El casamiento de los hijos mayores y la definición del trabajo hecho

-Estás viviendo un año muy movilizador con el casamiento de dos de tus hijos, Karim y Zahira. Contame cómo han sido esas experiencias que acabas de vivir.

-Sí, en un mes y medio se casaron los dos. Fue post pandemia, cuando se agilizaron un montón de cosas, y mis dos hijos mayores, Karim y Zahira, decidieron casarse. Nunca imaginé que iban a ser así tan seguidas las dos bodas. Los dos se comprometieron casi como en simultáneo, las bodas fueron casi simultáneas, así que bueno, para mí fue fuerte y también lo fue entrar a la cultura de otra manera, porque se casaron bajo la religión musulmana, así que aprendí mucho más sobre la cultura. Y a observarla más que juzgarla, porque otra de las cosas que aprendí y que Occidente no hace -tampoco lo hace Oriente-, es que Oriente cuando mira a Occidente no observa, juzga. Y cuando Occidente mira a Oriente no observa, juzga. Ahí es donde entramos a no poder compartir, porque entramos a ver quién es mejor, mirá cómo lo hacen, mirá cómo se tapan... Y llevo muchos años de entrar a la cultura, observarla y que la cultura me tome a mi.

Si tengo que definir con una frase fuerte toda esta historia que ha sucedido y todo el trabajo que realicé desde mi corazón para mis hijos desde Occidente, es que logré entrar al mundo oriental. A Jordania no le quedó otra que tomarme. Yo te lo digo y es muy fuerte, porque tenemos un tema no resuelto de las razas a nivel mundial, a pesar de que si nos hacemos un estudio de ADN, todos tenemos una mixtura de razas tremenda.

Así que este año para mi, con el casamiento de ellos pude sintetizar lo que ha sido que una mujer occidental entrara a Oriente y se hiciera valer bajo los valores musulmanes, no bajo mis valores. Es muy dificil que Argentina entienda esto porque vos estás sentado viendo la historia desde Occidente, pero hay que entrar al mundo musulmán.

Entrar a Oriente sin dejar de ser una mujer occidental

-¿Te llevó todos estos años de lucha poder entrar a ese mundo?

-Fue desde el principio, desde que él (Imad) se lleva a los chicos y se instala en Medio Oriente. Digamos que mi trabajo fue con Medio Oriente. Y entrar a Medio Oriente no era imponer mi valor, sino que llegáramos a respetar ambos valores. Yo no iba a dejar de ser la madre occidental para recuperar a mis hijos vistiendo medio oriental, que fue una de las propuestas que me hicieron, que me tapara, que cumpliera un tiempo en él y después me los llevara, hubo mil maneras propuestas...

-¿Te proponían eso al principio para poder entrar a Jordania?

-Me propusieron eso y hasta hacer un contrasecuestro... A mucha gente le cuesta comprender todo lo que hice en mi lucha por la maternidad y me preguntan "¿por qué no se instaló en Jordania?" o "¿por qué le pidió ayuda al Estado argentino?"... Cuando hacés ese tipo de preguntas es que no tenés idea de con quien estás luchando... O no tenés idea de la cultura y las leyes. El otro día una señora me decía que le parecía "muy light" mi lucha... Entonces yo te invito con valentía a que entres a la profundidad de la cultura y veas si lo podés sostener. Porque es una de las cosas más grandes que he podido hacer en todos estos años, y lo digo ahora que mis hijos son grandes.

Y esto lo digo además porque desde la cultura musulmana él (Imad) me podría haber prohibido entrar a Jordania, y no es una interpretación mía. Esto le ha ocurrido a mujeres que no han podido ingresar al mundo musulmán. O han podido ingresar y no han podido salir nunca más. Es decir, para poder luchar estratégicamente en favor de mis hijos tuve que empezar a estudiar y comprender cómo es esto para Oriente. Y hacer la reparación y el menor daño posible, porque el daño ya estaba hecho. Mi función era reparar en los chicos. Como mamá, reparar y reparar.

"Sacrifiqué mi maternidad"

-¿Cuánto tardaste en volver a ver a los chicos después que Imad se los llevó?

-Un año. Y después fue dependiendo de las negociaciones de Estado, porque yo no podía llegar sola, tenía que llegar con el Estado argentino, con la fuerza y la estructura de una democracia y de un presidente. Y no estoy hablando solo de mi historia. Estamos hablando de muchas historias de niños que quedan atrapados en las legislaciones de dos países. Por eso hay mucho por hacer. Mi trabajo tuvo que ver con crear un formato para que sea lo mejor para los chicos, no lo mejor para los adultos. Yo sacrifiqué toda mi maternidad. Que yo siempre digo que cuando uno pierde un padre pero gana un hijo, finalmente terminando ganando el padre, ¿no? El problema es cuando, en estas circunstancias, los padres se ponen a pelear sobre sus instancias pero ninguno ve al hijo, los hijos se vuelven rehenes.

-¿Qué te cuentan tus hijos sobre tu lucha y lo vivido?

-Yo trato de no hablar mucho de lo que ellos dicen porque al ser mayores, ellos ya tienen voz propia... Porque si hablo de Karim y lo tenemos sentado acá, él diría "dejame hablar a mi". Entonces no hablo en nombre de ellos, hablo de lo que me pasó a mi.

El diálogo con el padre de los niños

-¿Pudiste resolver el tema con el padre de los chicos y saber por qué tomó esa decisión?

-No, hay cosas que no son fáciles y tal vez no corresponde... tal vez sí, tal vez al final, no lo se. Son posturas tan antagónicas que esto no se plantea como si estuvieras en el mismo territorio, con una persona que tiene tus mismo valores... Es tal la diferencia que ha sido para mi un trabajo inmenso ir hablando con él... por eso a veces se lo dejo a la vida.

-¿Recuperaste el diálogo con él?

-No me quedó otra. Era necesario. Hoy tenemos mucho menos diálogo porque los chicos ya están grandes y porque yo decidí empezar a tener una llegada a los chicos que no sea a través de él. Porque durante muchos él fue el intermediario para que yo pudiera llegar a los chicos...

-Claro, cuando eran menores de edad.

-Sí. Ahora ya están grandes y espero que sean ellos los que vengan a mi y no seguir siendo siempre yo la que va hacia ellos. Porque si no, se enquista la libertad del vínculo y esto es también muy interesante, porque las madres y los padres insisten en seguir el vínculo como si los hijos tuvieran 9 años. Y tenemos que evolucionar.

La vida de los chicos hoy

-¿Cómo están tus hijos hoy?

-Mis hijos son profesionales, están trabajando, se casaron dos y Sharif va hacia eso porque es su plan de vida, eso ya te habla de una sanidad mental y emocional, a pesar de que tienen muchísimas cosas por resolver y que tienen este tesoro que es su mixtura de Oriente y Occidente. Ellos aún tienen que encontrar un equilibrio ahí. Tienen una madre diferente. Y este es uno de los rescates más grandes de mi persona: no convertirme en algo que no soy, sino que se me respetara por lo que soy. Y esto para mí es como haber ganado un territorio.

En mis visitas nunca perdí el tiempo explicando nada, simplemente era abrazarnos, cocinar con ellos. Siempre digo que Dios me permitía entrar al cielo por un rato y después había que despedirme y en la próxima visita volver a entrar al cielo. Mi gran Harvard fue instalar el vínculo de la cotidianeidad en ellos.

-Tus hijos son adultos, dos se ellos se casaron. ¿Qué viene ahora en tu vida, cómo vas a vivir la maternidad a partir de ahora?

-Uf qué se yo... primero estoy cerrando un ciclo de 25 años. Para mi hacer las valijas y volver fue fuerte. Cumplí con una tarea inmensa que está en mis huesos, en mi corazón, en mis vísceras, en todo mi organismo y que hace un tiempo me está pidiendo decantar. Porque fueron años y años de mucho dolor. Yo me di a luz en muchos infiernos, entonces tengo que decantar toda esta etapa en mi y es una responsabilidad mía, no de mis hijos. Y abrirme a lo nuevo, que no tengo idea qué será.

-Estas en pleno proceso de cierre...

-Sí, es un ciclo de vida, muerte, vida, esto es algo que lo enseño en los talleres... Hay algo que murió y si yo sigo vinculándome con los chicos como hace doce años atrás, estoy perdida, porque ya son mayores, los más grandes están haciendo sus vidas bajo sus premisas, sus creencias... Lo veo como una oportunidad para mi, lo veo como una maternidad que acompaña, que está ahí, incondicional. Ya es una etapa donde los hijos van hacia los padres.

El enorme trabajo de entrar a la cultura de Oriente y ser respetada

-¿Te arrepentís de algo?

-No. Esta historia yo la gesté. Es una historia muy dinámica y de mucha revolución porque trae algo que está en el haber y el debe de la humanidad, que es la relación entre Oriente y Occidente. Nosotros vivimos en un mundo comunicado que está unificándose pero todavía nos queda muchísima tarea por hacer en relación a las culturas, los valores, cómo se relaciona la cultura asiática con Dios... Cada cultura tiene una tradición y no hay respeto frente a eso. Yo no le puedo decir a un asiático cómo tiene que hacer las cosas porque yo no fui concebida en esa tierra...

Karim, Zahira y Sharif tienen una mixtura de sangre que va a traer algo nuevo a esa cultura donde están viviendo, donde eligieron vivir. Entonces también me abro a esa elección que ellos hacen por más difícil que sea para mi, porque yo hubiese querido que eligieran América Latina, pero también entiendo que es el lugar donde más tienen que trabajar ellos. América Latina ya tiene ensayado el tema de las mixturas de razas por los migrantes que han llegado de todo el mundo.

En cambio, la cultura musulmana es muy cerrada. Por eso te digo que todo mi trabajo está en el entrelazamiento de ambas culturas... Cómo una mujer de Occidente entra en la cultura de Oriente y desarrolla una transformación, pero no por imposición. Esta historia me dio la posibilidad de entrar y de ser respetada sin tener que usar un chador para poder ver a mis hijos... En serio, fue un trabajo enorme...

"Entregué la tenencia de mis hijos porque el proceso los estaba oscureciendo"

-¿En esa época veías dos veces al año a los chicos?

-Dependía. Hubo un tiempo que fue una vez al año, después vino la crisis del 2001 y tuve que esperar tres años para verlos y después sí, pasamos a dos veces al año, cuando firmé un acuerdo con Imad donde entregué la tenencia porque ví que la lucha judicial los estaba oscureciendo. Ahí me di cuenta como mamá que tenía que hacer un cambio urgente. Porque hay un momento en la edad de los chicos donde empiezan a tomar la oscuridad de ese proceso. Mis hijos estaban ensimismados, como asfixiados por una pelea que ya no era solo de mamá y papá, sino que era cultural. Así que ahí hice un salto tremendo y cerré todas las causas judiciales.

Por otra parte, si hubo algo que a mi me salvó y los salvó a los chicos, es que yo no esperé que un juez me dijera cuándo podía verlos, que es lo que hace el 80 por ciento de los padres. Yo generé una instancia de gobierno para que aún en un proceso judicial que todavía nunca se definió, ellos pudieran volver a ver a su mamá. Y eso cambió completamente el caso, pero en favor de los niños, que necesitaban volver a ver a su mamá.

-Así y todo tuviste que soltar la tenencia...

-Y sí. Me tocó a mi ir encotrando las fases resolutivas porque el juez no las resolvía y esto pasa en todas partes del mundo.

De activista por los derechos de los niños a escribir de su caso

-Y mientras tanto te convertiste en escritora...

-Sí, la escritura para mí fue como un canal, no solamente terapéutico. A veces yo me decía a mi misma "esto lo tengo que escribir porque nadie me lo va a creer", porque todas las cosas que iba viviendo eran tan grandes... Por ejemplo cuando volvía al hotel, después de haber tenido una visita con los chicos y de haber vivido todo lo que vivimos, escribir era como bajar a tierra lo vivido y también era una forma de dejar huella, porque la historia ya estaba alumbrando un montón de casos, la historia ya estaba ayudando a muchísimos niños a reencontrarse con sus padres.

Entonces ya no había solo una tarea mía con mis hijos, sino que había una tarea a nivel mundial, porque lo que trae esta historia a través mío, es mirar a los niños. Antes no se miraba a los chicos, esto se veía como un conflicto entre las partes, pero el que se partía entre las partes, eran los niños.

Por eso fue tomado como un leading case, el hecho de dar su lugar a los niños en todas estas historias. Y toda mi tarea fue lograr que los niños tuvieran a los dos, a su papá y a su mamá, y sus dos culturas.

Una misión en su vida

-¿Sentiste que fue tu misión en la vida?

- Sí, no era mi intención pero es lo que sucedió. Cuando yo llegué a las Naciones Unidas a hablar de Karim, Zahira y Sharif, ahí me encontré con ciento un mil casos en el mundo. Y yo fui la que le dije a UNICEF y a la Secretaría de la Mujer en la ONU que estos casos no se llaman Gabriela o Imad. Se llaman Karim, Zahira y Sharif, tienen nombres de niños. Entonces ahí se quedaron todos helados y eso para mí fue el inicio de de un cambio paradigmático. O sea, los periodistas trataban estas historias como una pelea conyugal entre el hombre y la mujer o entre un marido y una mujer. No, esto es un problema familiar y ahí fue donde vino todo el cambio, porque ahí ingresa un Estado. Jordania me decía "¿por qué a un problema personal lo trata una cuestión de Estado?". Porque hay niños de por medio y cuando hay niños es una obligación del Estado arbitrar. Esto no digo yo, lo dicen todas las convenciones. Se quedaban helados.

Esta es la primera historia que le habla al mundo y le dice que no se habla de un conflicto de adultos sino que se generó a través de ellos y que muestra a los niños, entonces es urgente accionar. Entonces empezó a mirarnos Inglaterra, España, que tenían miles de casos y Argentina lideraba eso. Y después, como mamá tuve que pasar las instancias más difíciles del mundo, porque pasó lo de las Torres Gemelas y eso complicó mi gestión con Jordania. Empecé a estar en riesgo, era la única mujer occidental que entraba en Jordania en estado de terrorismo mundial. Yo no lo podía creer y entonces me di cuenta que era una cuestión humanitaria.

Conversaciones con Dios

-Sos una mujer muy fuerte, muy resiliente, eso lo sabés, ¿no?

- Tremendamente resiliente. No me quedó otra. He tenido noches donde sentí que me moría y al día siguiente me despertaba y estaba como nueva. Yo tenía mis conversaciones con Dios, como si tuviera un teléfono directo. Y es impresionante. Con todas las personas que he hablado, como Ingrid Betancourt y los sobrevivientes de los Andes, todos hemos tenido estas experiencias sobrenaturales estando en una situación completamente límite, donde ya no das más, el aliento no te da más, no te da más el corazón, y aparece esta mano de Dios, como si fuera una cuestión sobrenatural.

Al día siguiente te levantas y tenés una nueva fuerza para seguir. Todos hemos tenido situaciones límites y poéticamente yo digo que hemos tenido el beso de Dios que nos ha inyectado energía para seguir. Eso es lo que yo llamo fuerza sobrenatural. Siento que todos lo tenemos, pero que no todos somos conscientes.

Trabajar "el femenino": un acto de inmenso valor

-¿Cómo empezás a dar talleres de autoayuda para mujeres?

-Toda mi tarea empezó con los niños, a través de mi fundación yo recibía a los padres que me contaban qué le pasaba a sus hijos. Estaba enfocada en eso, hasta que me di cuenta que tenía que trabajar con ellos, con los padres. Y segundo con las mujeres. Porque hay una fase importantísima que nos olvidamos: quien da lugar al rol de padre y madre son el hombre y la mujer. Pero si estamos heridos en el ser de hombre y de mujer, ¿cómo va a entablarse el rol de padre y de madre? Por eso, hubo un momento de mi historia cuando tuve que ir a trabajar toda la herida del femenino en mi. Fue una de las grandes revoluciones, fue un acto de inmensa valía porque entré en un proceso de depresión muy grande porque me encontré con un femenino totalmente muerto, lo tuve que traer a la superficie, sanarlo y eso me llevó mucho tiempo. Cuando una madre está teniendo problemas de vínculo con su hijo o en la familia, es porque no sanó la parte primigenia.

En mi tarea personal tuve varios libros de cabecera, pero (Carl) Jung fue el que salvó mi psiquis y evitó que entrara en un psiquiátrico. Empecé con toda la filosofía jungiana más todo lo que yo iba aprendiendo de mi resiliencia, porque yo tuve que aprender, tuve que hacer yoga para poder abrir la caja torácica, porque lo que hoy se llama ataque de pánico, yo lo tuve en el segundo viaje a Jordania en el año 1998. No podía respirar cuando me estaban llevando a mi primera visita con los chicos.

En ese momento tuve la ayuda de mi gran mentora que fue mi hermana mayor Marcela, que me llevó a un médico que me dijo "tenés que empezar a entrenar porque necesitamos otro cuerpo para poder enfrentar la batalla que te espera". Ahí empecé a entrenar, incluí el yoga y después me convertí en instructora de yoga. Siempre me guió una terapeuta y también trabajé a nivel energético. Así fui creando estos talleres basándome además en el libro "Mujeres que corren con lobos", de Clarissa Pinkola Estés. Cuando lo leí por primera vez dije ¡esta soy yo! Ese libro ha sido la construcción de mi sanación como mujer.

-Y pasaste a la etapa de los libros de autoconocimiento.

-Sí, así fue que me tiré a esta tarea de escribir libros para comenzar con la tarea del autoconocimiento, especialmente desde "Vínculos", que es mi primer libro de autoayuda, salió en 2012. Este libro es un compendio de todo mi trabajo, especialmente con el enemigo íntimo, porque yo estuve en una guerra, pero una guerra con mi psiquis, porque la guerra que se plantea afuera es una que se plantea adentro. Después edité "Enemigo íntimo", que fue mi trabajo con la víctima y el victimario. Y en "Salvaje y domesticada" hay un compromiso mío personal porque escribí cuatro capítulos; y dice que hay que entrarle a la herida, porque si no la herida es la que va a hablar y lo que se busca es sanar.

Honrar la memoria del dolor para poder vivir el presente

-En "Salvaje y domesticada", tu libro más reciente decís que honrando el pasado obtenemos la fuerza para enfrentar el presente. Hablame de esa frase.

-Y si, digamos que en una imagen constelatoria, yo inicio mi día de hoy mirando lo que no me dieron mis papás a los 5 años o lo que me pasó a los 10. No estoy en el presente si pienso en lo que me faltó. Entonces hay que ir a ver esas memorias de dolor, honrar esas memorias de dolor, es todo un trabajo para poder estar abierto al presente, que es ya, es inmediato y la vida se mueve en el presente.

-¿Vos pudiste honrar tu pasado?

-Y sí, no estaría como estoy si no lo hubiera hecho. Es algo que es constante porque todos los días la vida te invita a revisitar una fase de esa historia tuya que has tenido. Y si ese pasado no se resolvió, entonces no estás viendo todas las oportunidades que te ofrece el presente. La vida está ocurriendo ahora con una millonada de posibilidades y potencialidades nunca vistas, estamos en un momento súper inédito, pero si vos estás en el horror de tus diez años, todas esas posibilidades de ese instante potencial y milagroso, pasarán inadvertidas.

Producción: Marité Rizzo

Fotos: Diego García

Video: Miranda Lucena

Maquilló y Peinó: Eli para Sebastián Correa.

Ropa: Manfredi y Portsaid. Joyas: 19.02 by Cecilia Curcio

Agradecemos muy especialmente a Patagonia Flooring (https://instagram.com/patagoniaflooring) y a Fontenla (https://instagram.com/fontenla_furniture).

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