Once días y más de 100 kilómetros de caminata en ascenso hasta los 6.100 metros de altura. Eso, más un año de planificación y fuertes tomas de decisiones... Todo valió la pena para que Guadalupe, Azul y Rodrigo Vieiro pudieran recuperar algo de lo que la montaña les había quitado hace 40 años atrás. Los tres son hijos del reconocido alpinista Guillermo Vieiro que perdió la vida en circunstancias que aún se desconocen, mientras hacía una ruta de alta complejidad y nunca antes recorrida en el Tupungato. Y pudieron rescatar la mochila de su papá.

Vieiro era un montañista experimentado. Lo llamaban el "domador del Aconcagua" por haber subido por 5 rutas este pico y también había participado en varias expediciones al Himalaya. El 28 de enero de 1985, junto a su compañero Leonardo Rabal, murió después de lograr la primera ascensión del volcán Tupungato, por la pared Este. Fue recuperado por su amigo y compañero de varias cordadas, Ulises Sila Vitale, quien lo encontró y lo bajó del cerro. Allá había quedado esa mochila que hoy, 40 años después, fue recuperada.
Dejaba una viuda y tres hijos. Guadalupe era la más chica: tenía 9 meses. Con ella hablamos de esta experiencia.

-¿Qué las llevó a organizar esta expedición después de tantos años?
-La idea de la expedición surge 40 años después de la muerte de mi papá porque justamente en febrero del 2024, una guía -Gabriela Cavallaro- encuentra su mochila muy de casualidad porque no estaba en una ruta normal por la que habitualmente se sube. De hecho, nadie más volvió a subir por ahí.

A partir de ese hallazgo, ella averigua que podría ser de mi papá, me contacta y me dice que quiere ir a buscar la mochila, porque en ese momento no la pudo bajar porque estaba con clientes y no era viable por su tamaño.

Cuando ella me dice que quiere ir a buscarla, yo le comento que quiero ir, si era viable. Y a partir de ahí se empieza a organizar la expedición, estuvimos todo el año armando la logística y tratando de conseguir fondos hasta hasta febrero de este año.
La planificación, principalmente, la hicieron las los guías. Fuimos con cuatro guías de montaña de Mendoza -Gabriela Cavallaro, Gerardo Castillo, Juan Martín Schiappa y Valentina Ruggiero- y dos personas más, un camarógrafo de altura -Javier Gutiérrez-, una amiga mía que es periodista y documentalista -Melina Tupa- que está haciendo un documental acerca de eso que registró todo, Ricardo Funes que es un colaborador, y los arrieros Ismael Ortega y Bastian Acevedo.
Por cuestiones de seguridad teníamos que tener un guía para cada una por si pasaba cualquier cosa.
-¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaron durante la búsqueda?
-La búsqueda en sí no fue tan compleja porque del año pasado tenían geolocalizado el punto en donde estaba la mochila, pero no sabíamos con qué panorama nos íbamos a encontrar, si iba a estar tapada por nieve... Porque estaba a 6100 metros de altura, a 300 metros de la cumbre del volcán en un glaciar. Entonces, bueno, buscarla tenía una complejidad técnica.

Para mí personalmente fue un desafío porque yo nunca había estado en altura. Yo vivo en Bariloche y hago montaña, pero todo por debajo de los 3500 metros. No sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo a la altura. Entonces, ese fue un gran desafío. Y por otro lado, lo emocional... Tampoco tenía muy en claro qué me iba a pasar, qué iba a sentir. De hecho, a medida que iban pasando los días, iba experimentando distintas sensaciones: miedo, angustia, felicidad, un poco de todo.

-¿Qué encontraron dentro de la mochila? ¿Había objetos personales significativos?
-Dentro de la mochila había un montón de objetos de de montaña, una bolsa de dormir, una campera de pluma, un termómetro para medir temperaturas máximas y mínimas, cubiertos, un cubre techo de carpa, una botella con agua, tres piquetas, un martillo para clavos como protección, una cuerda, la cámara de fotos, una cámara de video super ocho. Y ahí estaba el video de la cumbre, donde se puede ver a a Leonardo Cabral, que era su compañero de cordada en la cumbre del volcán.
Dos rollos más de video super ocho, uno al parecer no está usado y el otro todavía tenemos pendiente a revelarlo. Cosas muy de montaña, digamos, cosas que eran netamente para la expedición.

-¿Qué significó para ustedes encontrar la mochila? ¿Qué sintieron al llegar al lugar donde encontraron la mochila?
-Yo particularmente llegué hasta los 6000 metro. No llegué hasta la mochila porque ya no daba más y me quedé ahí con una guía que me cuidaba y con el camarógrafo de altura que también estaba cansado y no podía caminar más. A la mochila llegaron Juan Martín Schiappa, Gerardo Castillo y Gabriela Cavallaro.

La mochila estaba un poco pegada al hielo, pero no fue nada complejo tomarla. Ellos volvieron y todos nos encontramos a los 6000 metros. Ya en ese momento tuvimos que empezar a bajar porque en la montaña hay que moverse rápido: puede venir mal clima repentino y todo se complica.
#tupungato : Tras 40 años en los hielos del Tupungato, la mochila de Guillermo Vieiro, alpinista fallecido en 1985, regresa a casa. Un emotivo hallazgo que marca historia en el montañismo sudamericano.#GuillermoVieiro #tupungato pic.twitter.com/N31sluqQUb
— Apu Andes (@ApuAndeschile) March 5, 2025
-¿Qué significó para ustedes encontrar la mochila? ¿Descubrieron algo nuevo sobre su padre a través de los objetos recuperados?
-Azul se había quedado en un campamento más abajo, así que al día siguiente, desde el campamento de 5400 metros bajamos al refugio de 3000 metros. Cuando nos encontramos, entre todos abrimos la mochila. Yo me esperaba encontrar con algo un poco más... un registro escrito, anotaciones de él, algo en relación a sus palabras pero confirmamos lo que ya sabíamos: que mi papá era una persona andinista de pura cepa. Porque tenía solo cosas relativas a la expedición y a la fotografía que también le gustaba mucho.

En relación a él, estando ahí, sí pude entender porqué él fue a ese volcán. El lugar es increíble, algo inmenso y es muy hermoso. Haber podido estar ahí a 6000 metros y y ver la pared donde él sufrió el accidente, fue algo muy movilizante para mí. Todavía estoy bajando un poco esa información.
-¿Cómo atravesó esta experiencia tu mamá?
-Tiene 77 años, y la pasó bastante mal. No estaba de acuerdo en que fuéramos porque lógicamente tenía mucho miedo. Así que estuvo muy angustiada y reviviendo el momento de la muerte de mi papá. Así que familiarmente fue duro para todos.
-¿Y cuando recuperaron la mochila, qué sintió?
-Lamentablemente siguió igual. Ella nunca quiso saber más nada de papá y de la montaña desde que falleció.

-¿Tienen pensado donar o conservar lo que hallaron?
-Tenemos pensado donar las cosas de la mochila, lo que pasa que hay una dificultad. En Mendoza particularmente donde queremos que queden las cosas, porque mi papá era muy reconocido ahí, no hay un lugar, no hay un museo donde puedan estar bien preservadas.
Estamos esperando tomar una decisión, adónde podemos enviarla para que sea lo mejor posible para la conservación de la mochila y de los objetos, y que la gente lo pueda ver, porque en definitiva, forma parte de la historia del montañismo en Argentina.

-¿Qué recuerdos tenían de él y de su pasión por la montaña antes de embarcarse en esta búsqueda?
-No tengo recuerdos porque yo tenía 9 meses cuando él falleció, entonces todo lo que construí en relación a quién era es a través de más que nada de diarios, revistas, porque mi papá era bastante conocido en los 70 y los 80. Salía mucho en los diarios y un poco palabras de mi mamá, muy pocas porque mi mamá no no le gustaba hablar. Ella negó toda esa parte de su historia y de su vida. No le gustaba mucho compartir eso.
A lo largo de de mi vida, varios amigos de mi papá me fueron compartiendo un poco como era. Siento que ésta fue como una búsqueda personal de conectar con él, de ir a conocerlo un poco... Siento que ya lo conozco bastante a lo largo de los años. Más que nada haber podido encontrarme con él en esa montaña en donde él murió y de alguna manera, siento que está ahí también.

De hecho lo pudimos sentir porque para mí nos acompañó en gran parte del camino. Toda la expedición se dio como muy ideal, en la montaña no suele pasar tener 10 días de buen clima y que que todo se vea tan perfectamente. Así que siento que él estuvo ahí presente acompañándonos a todos.
-¿Sintieron que, de alguna manera, esta expedición les permitió cerrar un ciclo con su historia?
-Vivir sin un padre y sin su recuerdo fue bastante duro. Fue algo que me llevó elaborar muchos años de terapia y poder darle como un significado. Yo pensaba que eso también ya estaba cerrado en algún punto, pero después pasa algo así que excede completamente mi control: aparece una mochila que era de él!
Una no entiende que muchas cosas nunca se cierran. En la vida se le puede ir dando vueltas, se le puede ir dando nuevos significados, se pueden ir sintiendo diferentes cosas en relación a eso mismo, pero no sé si se cierran definitivamente.

Así que es un poco eso. Esta expedición para mí fue muy importante a nivel personal porque yo tenía muchas ganas de ver el lugar del accidente. Tenía mucho miedo también, pero en algún punto necesitaba estar ahí y ver cuál era ese lugar, poder entender qué había pasado. Nunca lo sabremos en hechos, pero sí se pueden hacer interpretaciones.

Para mí eso sí fue una especie de cierre por lo menos de esta etapa de entender quién era mi papá. Nos sorprende todo el interés público que hubo y cómo la gente se ve movilizada. Nos llegan mensajes de gente que ni conocemos, que son muy lindos y muy emotivos, y realmente nos impacta ver la difusión que tuvo esto y el alcance. Pensamos que nadie se iba a interesar con nuestra historia.
Evidentemente lo que fuimos a hacer toca las fibras de mucha gente. Y eso me parece súper lindo.
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