Sarah Ferguson tiene cuatro hermanos, pero solamente Jane es de madre y padre. La mujer de 61 años tuvo que pasar una dura adolescencia cuando su madre, Susan Deptford (Barrantes) decidió dejarlo todo por un argentino. Corría 1967 cuando en el marco de un torneo de polo, en Sussex, la aristócrata conoció a Héctor Barrantes y comenzó a gestar el gran cambio de su vida que iba a impactar directamente en la familia.
Ambos volvieron a coincidir en 1971 en otro campeonato, en este caso en la ciudad de Deauville, habiéndose hospedado en el mismo complejo hotelero que eligió el polista argentino con su entonces esposa. Pasaron tres años para que se vuelven a ver, pero bajo otra situación: él había quedado viudo y ella estaba completamente lista para separarse de Ronald Ferguson. Lo que nunca imaginó cuando se le llenó la panza de mariposas es que también iba a tener que dejar a sus dos hijas.
De esa forma, Susan emprendió viaje a Argentina para instalarse con su nueva pareja. El casamiento llegó en 1975 y ella pudo instalarse de forma definitiva en el país, intercalando sus días entre la residencia en la estancia El Pucará, ubicada en Saliqueló, dentro de un campo de 1200 hectáreas, y un departamento en Recoleta, Capital Federal. La casa de campo estaba lejos del lujo de los palacios ya que tenía características simples, aunque estaba muy bien decorada: según informó HOLA, en la sala de estar se lucían unos cuadros que fueron pintados por el príncipe Carlos, que él mismo le había regalado a Susan.
Sarah, abandonada por partida doble
En épocas en donde la única tecnología que permitía una comunicación inmediata era el teléfono fijo, Susan hablaba periódicamente con sus hijas. Se veían en esas oportunidades en donde Héctor viajaba a Reino Unido para alguna competencia, aunque lógicamente el vínculo no era del todo fluído. Mientras intentaba sobrellevar el dolor de perder a su madre en plena adolescencia, Sarah debió enfrentarse también a la partida de Jane que se dispuso a hacer su vida en Australia a los 16 años.
“Cuando crecí y tuve a mis hijas, cada vez que las miraba, de los 12 a los 18 años, pensaba: ‘¿Cómo pudo haberme dejado mi madre?’. Y fue así como se instaló la podredumbre de sentir que no era lo suficientemente buena. Sin embargo, creo que ellas son muy fuertes gracias a que yo pude romper el patrón”, sostuvo hace un tiempo la duquesa de York, dejando en evidencia que esta es una de las heridas abiertas de su vida.
En la actualidad, la mujer de 61 años disfruta de la vida en familia. A principios de este mes brindó una entrevista en donde se la pudo ver montar a caballo en el lujoso hotel Coworth Park, en Berkshire. “El mejor trabajo que he realizado es el de ser una buena madre”, confesó en la nota que le brindó a la versión española de HOLA en donde dijo que los últimos meses de pandemia le sirvieron para reflexionar sobre todo lo que vivió en el pasado.
"Tenía y sigo teniendo problemas de salud mental, en los que trabajo literalmente todos los días. Realmente los tengo y he estado en terapia durante 24 años. A veces hablo con mi terapeuta semanalmente, y luego cuando la cosa se pone realmente difícil, trato de comprender la negatividad de los demonios de mi mente. Hay sombras muy oscuras, por supuesto, para cualquiera que sea tan creativo como yo... pero también hay luces claras, y todo ello viene incluido en el pack de Sarah", dijo.
Escribió una novela
Entre tantos sinsabores familiares, este año pudo concretar una gran meta: debutpó en el mundo de la literatura con “Su corazón por una Brújula”, su primera novela. Se trata de una saga romántica e inmersiva que coescribió durante el aislamiento de coronavirus con la autora Marguerite Kaye.
El personaje principal de la trama, Lady Margaret, está inspirado en la tía abuela de la duquesa de York. La dedicatoria es muy especial ya que está escrita para Beatriz y Eugenia, sus hijas: "Mis hermosas niñas tienen toda la fuerza y el coraje (de la protagonista de la novela) y mucho más que eso".