Su historia, todavía en proceso —se avizora que lo mejor está por venir—, es la de un alma inquieta, curiosa, vivaz y hasta inocente, todo al mismo tiempo, dotada de un ojo nacido para la belleza, para disfrutarla y sobre todo para recrearla con sus prodigiosas manos, esas que desde sus primeros años, a los 10 para ser más precisos, ya se mostraban diestras en la transformación de melenas. Sería ese el inicio de un camino en el que a las tijeras y los tintes se sumaron sombras y labiales hasta llegar una cámara fotográfica. Así, de a poquito, sin desfallecer, a veces con fe, otras no tanto, pero siempre perseverante ha construido su carrera Diego Larez, el fashion styling argentino que triunfa en Nueva York.
Ser hijo de una peluquera, propietaria de tres centros de belleza, le aligeró el camino. No tuvo que devanarse los sesos, como le ocurre a muchos, para atinar con lo que quería ser en la vida. Apenas entraba en la pubertad se plantó frente a su padre: “Quiero hacer peluquería”, le espetó, y comenzó a instruirse sin finalizar nunca estudio formal alguno porque le fueron negadas la constancia y la disciplina que ameritan la academia. Aprendió lo básico, pero su ojo no solo iba más rápido sino que miraba distinto: "A los 17 me echaron de la Academia Oscar Colombo, el profesor enseñaba a cortar el pelo derecho y yo quería hacerlo en pico", rememora.
A través de un maquillador conoció al fotógrafo Eduardo Miller, artífice de muchas campañas comerciales, y para él comenzó a peinar. Al poco tiempo abrió su peluquería, un local pequeño que le servía también de casa. Empezó a crecer, siempre de la mano del boca a boca, hasta mudarse a Recoleta donde atendió a figuras conocidas como la modelo Chloe Bello y el actor Mariano Martínez a quien además asesoraba en su styling. Ya su nombre era solicitado para editoriales de moda en las publicaciones más destacadas del momento como la prestigiosa revista Para ti, la primera en confiar en su trabajo.
Pero Diego, aun sin tenerlo claro, quería más. Bastó que conociera Nueva York en un viaje de placer para que las luces de Time Square lo deslumbrasen. "Llegué con mi galera y una camperita de cuero en época de frío. Me gasté todo lo que había llevado en un tapado que tampoco me abrigó mucho", recuerda entre risas. Volvió a Buenos Aires lleno de interrogantes: ¿Me quedo con lo que tengo o voy por más? Ganó Nueva York.
El comienzo fue duro recuerda. El no hablar inglés y la incertidumbre de no saber bien qué hacer le generó fuertes ataques de pánico. "Nos equivocamos", dice, "pensamos que como ya tenemos o somos alguien en nuestro país al emigrar será igual". Confiado en su talento empezó a recorrer camino, a tocar puertas hasta que lo invitaron a peinar en el Nueva York Fashion Week. Allí, para su suerte, conectó con los propietarios de Salón Ziva, prestigiosa sala de belleza con más de tres décadas de operaciones, quienes admirados ante la calidad y rapidez de su trabajo decidieron sumarlo a su equipo hasta convertirse, hoy día, en sus patrocinantes.
Gracias al networking comenzó a trabajar nuevamente en campañas editoriales, unas veces como maquillador otras como peluquero y otras como fashion styling, hasta que un día decidió hacer sus propias producciones y lanzar su revista online Dlarezmag, con el objetivo de tener además un portafolio para exhibir. Para ese momento su nombre ya era conocido entre modelos, directores de agencias y representantes que decidieron apoyarlo.
Motivado por el afán de cristalizar las ideas que tenía en mente, al finalizar la pandemia se compró una cámara. Su amiga la fotógrafa argentina Sofía Garbarino le dio su respaldo: "Es lo único que te falta a vos, sacar fotos, porque el ojo lo tenés", le dijo. Los primeros shooting que hizo los presentó a Vogue y ocho fueron aceptados. Hoy, tras cuatro años en la gran manzana, su nombre figura también en otras publicaciones de presencia internacional como Harper´s Bazaar, W Mag, Slimi, L’Officiel y Marie Claire entre otras.
Enamorado de la estética de los años 80, a su juicio una época con un estilo muy marcado, explica que para él la modelo es clave: "El mundo está lleno de chicas bellas, lo importante es lo que transmiten. En mis fotos veo a mujeres fuertes, no sumisas. Todos queremos ser como ellas porque dicen soy importante, acá estoy".
Una llamada de su otra amiga, la modelo, actriz y presentadora Valentina Ferrer significó otro avance en su carrera. Tenía rato haciéndoles el pelo a ella y a su pareja J Balvin cuando el mánager del cantante le propuso hacerle unas fotos. Resultaron ser las imágenes para promocionar a "El niño de Medellín", el documental sobre la vida del colombiano en Amazon Prime. "Sudé mucho", recuerda sobre esa sesión, "al principio pensé en qué lío me metí, nunca había trabajado con un cliente tan grande, y aunque lo conocía, me gusta separar la intimidad del trabajo. Pero no era momento para dudar de mi capacidad".
El trabajo gustó y muchas otras fotos con el autor del hit "Y dónde está mi gente" han tenido lugar. Recuerda de manera especial unas que le tomó junto al también cantante Khalid que le hicieron vivir un momento casi surrealista al descubrirlas exhibidas en el Time Square que lo deslumbró en su primer viaje a Nueva York.
Si bien agradece la oportunidad de trabajar con el cantante del momento, no considera que esto sea lo más significativo en su carrera: "Todos mis trabajos son importantes, pero lo máximo no ha llegado. Quiero más, no hay un techo", dice mientras sueña con peinar, maquillar y hacerle el styling a Myle Cyrus.
Fuente: Alejandro Celedón Mendoza - @AlejoCeledon
