Artémides Zatti nació en 1880 en la región italiana de Reggio Emilia, pero la extrema pobreza obligó a la familia a emigrar a la Argentina en 1897. Ya a los 9 años supo qué significaba trabajar. Frecuentaba la parroquia dirigida por los salesianos, el párroco don Carlo Cavalli fue su director espiritual. Tenía 20 años cuando fue al aspirantado de Bernal. Se consagró religioso de la familia de Don Bosco como coadjutor, es decir, religioso, no laico.
Asistiendo a un joven sacerdote con tuberculosis, contrajo la enfermedad. Hizo su primera profesión como laico el 11 de enero de 1908. Inmediata y totalmente se consagró al hospital, ocupándose inicialmente de la farmacia contigua, pero luego, al morir el padre Garrone en 1913, toda la responsabilidad del hospital recayó sobre sus hombros. De hecho, llegó a ser subdirector, administrador, experto enfermero apreciado por todos los enfermos y por los propios trabajadores de la salud que le fueron dejando cada vez más libertad de acción.
Eligió ser argentino
Le gustó tanto este país que se naturalizó argentino. De profesión enfermero, visitaba a cada uno que necesitaba medicamentos o atención. Iba en su bicicleta y lo llamaban "el pariente de todos los pobres". Su servicio no se limitó al hospital sino que se extendió a toda la ciudad, en particular a las dos localidades ubicadas a orillas del Río Negro: Viedma y Patagones.
Artemide Zatti amaba a sus pacientes de una manera verdaderamente conmovedora; vio en ellos al mismo Jesús. Fiel al espíritu salesiano y al lema legado por Don Bosco a sus hijos - "trabajo y templanza" - llevó a cabo una actividad prodigiosa con habitual disposición de ánimo.
"Curo con vino de cantina y puchero de gallina", repiten que decía cada vez que le preguntaban cómo hacía diagnosticar enfermedades que ni los médicos podían.
Promesa cumplida
Era un hombre de fácil relación humana, con una visible carga de simpatía, feliz de poder agasajar a la gente humilde. En 1950 el infatigable enfermero cayó de una escalera y fue en esa ocasión cuando se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo diagnosticó.
Zatti murió el 15 de marzo de 1951, tras varios días de agonía. Había dedicado sus últimos 50 años a los enfermos de la capital rionegrina para cumplir la promesa de dedicar su vida a Dios si lograba curarse de la tuberculosis, la misma enfermedad que lo unió con otro santo patagónico, Ceferino Namuncurá.
Zatti había sido beatificado por el papa Juan Pablo II en abril de 2002, por un milagro que lograron confirmar dos años antes los médicos de la Congregación para las Causas de los Santos en Roma.
En 1976, comenzaba su camino de santidad por la Conferencia Episcopal Argentina. En 1980 fue declarado Siervo de Dios, y venerable el 17 de julio de 1997.
Dirigió el hospital salesiano San José, que se erigía en el mismo lugar donde hoy se edifica el obispado de Viedma, y alcanzó a trabajar unos pocos años en el nuevo nosocomio, que hoy lleva su nombre.
El milagro de Artémides Zatti
Zatti fue reconocido para su canonización por un milagro que produjo en Filipinas: se le adjudica la recuperación total de un paciente afectado de un ictus isquémico hemorrágico en la cabeza.
Según Cadena 3, en Córdoba vive un pariente de Don Zatti, sobrino nieto, hijo de un sobrino del futuro santo, a su vez nieto de Eliseo, hermano del religioso. Ricardo Zatti recuerda que su padre y abuelo hablaban de su tío “Gioaca” como le decían en la familia al tercero de los hermanos inmigrantes, hijos de Luis y Aldina Vecchi. Dice que no dudaban de tildarlo de santo, aún en vida.