Andanin, la hija mayor de Guillermo Vilas, se prepara con todo para su carrera tenística. La joven de 18 años estuvo de paso por Buenos Aires junto a su mamá, Phiangphathu Khumueang, quien no sólo está pendiente de ella, sino también de sus hermanos: Intila (10), Ladinlao (11) y Guillermo, de tan sólo 4 años.
Después de 3 años de no visitar Argentina, Andanin vino a ocuparse de un trámite muy importante para ella: la nacionalización argentina, para poder competir con la bandera albiceleste en los torneos en los que comenzará a participar en breve.
Acaba de cumplir 18 años y en junio culminará sus estudios en el International School of Monaco y dirime su porvenir entre la competencia. El estudio es algo a lo que Phiang, su madre, no está dispuesta a resignar.
La familia Vilas está asentada desde 2015 en Europa, en la ciudad de Montecarlo, donde los chicos asisten al colegio y también a sus prácticas de tenis en el Montecarlo Country Club, donde su papá obtuvo dos de sus títulos: 1976, al polaco Wojtek Fibak, y 1982, a Ivan Lendl.
“Nunca le di demasiada importancia a entrenar allí, porque no me doy cuenta de lo que sucedió”, cuenta mientras reconoce que le llama la atención ver el nombre de su papá entre las placas de los campeones del certamen.
Andanín trabaja duro para perfeccionar el juego que le permita competir a un gran nivel, en el deporte que ama desde que tiene uso de razón, una pasión que le supo transmitir su papá. Es conocida la anécdota que ha compartido, cuando siendo muy chiquita fue con Willy al que era por entonces Vilas Club, de Palermo (hoy, Racket Club).
Allí, su papá intentó hacerla jugar con la mano izquierda y pegar revés a una mano, tratando de que ella lograra imitar no sólo sus movimientos, sino también su habilidad con una mano con la que no era diestra. Con el tiempo, Guillermo debió aceptar que su hija era derecha y que el revés no lo pegaba a una mano. Como ella misma relata, por esa misma exigencia y visión del tenis que le dio su padre, adquirió resistencia física y noción estratégica del juego.
Andanin tiene una excelente relación con su mamá y contó que al finalizar sus estudios, se dedicará a jugar el circuito femenino durante un año, “porque lo primero que quiero hacer es jugar al tenis”, comenta. Su meta es intentar obtener buenos resultados que le permitan ingresar a la clasificación de alguno de los torneos de Grand Slam, “en lo posible, Roland Garros, que me queda más cerca de casa”, dijo.
Después de eso deberá retomar sus estudios y es por eso que aplicó en una universidad española y en dos de los Estados Unidos, en los que pretende estudiar Business, para relacionarlo con actividades ligadas al deporte, y competir representado a la institución.
“Tengo algunas cosas de mis dos ídolos”, confiesa la mayor de las hijas de Guillermo, que se reconoce en el juego de Sharapova y en aspectos de su propio padre, de quien heredó lo competitivo y ese ritual de no pisar las líneas de la cancha.
Andanin ha vivido en varios lugares del mundo, pero conserva una gran afinidad y sentimiento argentino. Extraña a sus familiares, amigos, las empanadas, el asado y sigue prefiriendo la comida argentina por sobre la thai y la de cualquier otra nacionalidad. Aprovechó sus 10 días en Buenos Aires para encontrarse con algunos de sus seres queridos, ver mucho tenis en la cancha que lleva el nombre de su padre y entrenar en el Club Belgrano.
Andanin Vilas fue sorprendida con un valioso recuerdo de su padre
Durante su estadía, Andanin se encontró con la ex jugadora María Luz Marín y su marido, el periodista y escritor Eduardo Puppo: amigos y de gran proximidad afectiva con los Vilas.
El matrimonio le acercó uno de los elementos destacados de la carrera de su papá que ellos atesoran entre tantos otros de la historia del ídolo, la raqueta Head Guillermo Vilas.
La tomó entre sus manos, la observó al detalle, como queriendo descubrir retazos de esa historia de hazañas. Luego de ese momento, levantó la cabeza y comenzó a sonreír. “Es que lo primero que se me ocurre es: ¿cómo juego con esto?”, explicaba entre risas.
Lo intentó en la cancha, pero el peso de la raqueta, sus dimensiones, el tamaño del aro y un encordado de larga data, le resultó sumamente difícil poder jugar con normalidad.
Alejada de las presiones que le genera portar el apellido Vilas, Andanín suele compartir entrenamiento en Montecarlo con el hijo mayor de Ivan Ljubicic, Leonardo, y del CEO de la ATP, el italiano Andrea Gaudenzi. Por eso, a pesar de sus jóvenes 18 años, ya tiene un objetivo claro, hacer su propio camino.