Soledad Pastorutti ha demostrado con acciones concretas que nunca se olvidó de sus orígenes en su Arequito querido, lugar en el que reside a pesar de todos los compromisos laborales que ha tenido en Buenos Aires. Por mucho tiempo la cantante ha vivido en la gran ciudad en los días hábiles y se ha refugiado en el pueblo ubicado a 400 kilómetros en los fines de semana.
La artista se crió en esa zona de la provincia de Santa Fe junto a su hermana y fueron a la misma escuela pública… la que también eligió para que se formen sus hijas Antonia y Regina. En una entrevista que dio hace un tiempo en Pronto contó que es un establecimiento de cursada simple ya que allí no hay ninguna que brinde la opción de doble escolaridad.
“Es una escuela pública y van todos los chicos de diferentes clases sociales. Eso se puede hacer aún porque al ser tan chiquito el pueblo, nos conocemos todos”, explicó al valorar como en esa escuela todo el pueblo se congrega y no existen las diferencias. Lejos de lo que se podría pensar, las pequeñas de 11 y 8 años viven con absoluta normalidad su vida a pesar de que su mamá es una verdadera estrella de la música.
Los motivos de esta elección
Justamente en otra nota reciente que dio a La Voz, la cantante profundizó acerca de este tema: “Yo nunca me fui de acá, y entonces la gente está acostumbrada a verme. Mis hijas van a la misma escuela que fue mi abuelo, mi papá, mi suegro, Jere (su marido)… y acá no hay otra opción tampoco. Hay tres escuelas públicas”.
“Hacemos una vida totalmente normal y por eso decidí vivir acá. No me imaginaba en Buenos Aires. Yo ahora estoy con calzas y zapatillas; y cuando termino la nota, me voy al gimnasio en bicicleta desde mi casa, y no pasa nada”, detalló.
Su participación en las reuniones escolares
Seguramente cada vez que La Sole acude a una reunión de padres se debe producir una verdadera revolución, más allá que ella allí se maneja con total normalidad ya que la conocen de toda la vida. “Voy a las reuniones de padres y si no llego a ir, mi hija menor me empieza a reclamar. A mí no me gustaba cuando mi papá no iba, lo cual era entendible porque se levantaba a las cuatro de la mañana para ir a laburar y por ahí las reuniones eran a las 8 de la noche”, dijo.
