Desde que Charlene decidió recuperarse de las distintas intervenciones a las que debió someterse, decidió recluirse lejos del principado de Mónaco. Sin dudas que Jacques y Gabriella, los hijos que tuvo con Alberto de Mónaco, fueron los que más sintieron su ausencia durante este tiempo. Y, por como vienen las cosas, su presencia en las celebraciones de fin de año es una verdadera incógnita.
Es que mientras los diarios locales informan que se encuentra en una clínica ubicada en Suiza, la familia inauguró en las últimas horas el poblado navideño de Port Hercule, un lugar mágico para los niños del Principado.
Se trata de una villa que se monta cada mes de diciembre en el puerto de Mónaco en la cual hay espacio para los juegos y distintos lugares ambientados por la Navidad.
Allí se los pudo ver a Jacques y Gabriella de Mónaco, junto a sus primos, acompañados por su papá y su tía, Carolina de Mónaco. Pero, a pesar de los diversos invitados, lo cierto es que los pequeños siguen sin poder estar con su mamá en momentos tan especiales.
Charlene cayó bajo la maldición de los Grimaldi
La interminable recuperación de Charlene, que pasa sus días internada en Suiza, hacen acrecentar los rumores de crisis con Alberto. Mientras tanto, en las calles del principado, solamente se habla de un tema: la maldición que cayó sobre los Grimaldi se extendería a su pareja.
Todo ocurrió cuando a cargo de Mónaco estaba Rainiero I quedó impactado con la belleza de una mujer, pero sus intentos por conquistarla fracasaron. Estaban la parte superior del acantilado y él quiso imponerse por la fuerza. Ella prefirió arrojarse al vacío y morir antes de ser deshonrada.
Lo hizo después de pronunciar la famosa maldición: "Nunca un Grimaldi encontrará la felicidad en el matrimonio", le gritó antes de tirarse al mar. La frase resuena cada vez que alguno de los matrimonios de la familia real de Mónaco fracasa.