Muchas veces comemos para tapar emociones o por ellas. Angustia, incertidumbre, estrés, y hasta alegría se transforman en razones para comer mal y de más. De qué se trata el "emotional eating" y cómo enfrentarlo.
Viviana (contadora pública de 50 años) aprovecha cada vez que termina una reunión por Zoom para ir a la heladera a ver qué encuentra de rico para acompañar la jornada laboral.
Martina (cursa el último año del colegio desde su casa), ya no sólo snackea en los recreos, sino que ahora prepara todos los días cookies o budines para tener a mano.
Y yo (periodista de 30 años), que fui una de las tantas que se separó de su novio durante la cuarentena, confieso haber ahogado las penas más de una vez con la comida.
¿Te sentís identificada con algunas de nosotras? Según los especialistas, todos -en mayor o menor medida- padecemos lo que se conoce como hambre emocional.
Hambre emocional en cuarentena
Si bien el contexto de la pandemia agrava todo lo que nos sucede, el vínculo entre las emociones y la alimentación tiene origen a la par de la mismísima humanidad.
Ya cuando estábamos en el vientre de mamá nos nutríamos de vida a través del cordón umbilical, luego llegó la leche materna y finalmente los alimentos. “En la sociedad moderna, no sólo comemos para nutrirnos, sino también para festejar momentos, reunirnos con seres queridos, comenzar un nuevo vínculo, y algunos se han ‘quedado sin postre' como un castigo. Todos estos recuerdos alrededor de la comida van dejando huella en nuestra mente”, explica el licenciado en Nutrición Matías Marchetti (MN 7210).
2020: el año del emotional eating
Este fenómeno conocido por su término en inglés "emotional eating" muchas veces se refleja en forma de picoteo, atracón, sensación de hambre constante (incluso después de terminar una comida completa). En el otro extremo, puede expresarse como inapetencia.
“Estar en cuarentena no quiere decir que tu plan de alimentación sea comer más que en un día normal -advierte el especialista @matias.marchetti en Instagram- O sea, si normalmente consumís 4 comidas... ahora no consumas 9. Estar en casa no es comer todo lo que hay en la heladera. Antes de hacerlo, pensá si realmente tu cuerpo necesita nutrientes o si estás canalizando emociones no resueltas”.
Comer por angustia, aburrimiento y como anestesia
Generalmente, cuando queremos hacer un cambio en nuestra alimentación, recurrimos a un nutricionista. Sin embargo, para trabajar el hambre emocional, lo ideal es también hacerlo de manera interdisciplinar, preferentemente incorporando una mirada más psicológica.
“Cada vez que un paciente habla de su alimentación, estará hablando de y desde sus emociones, desde su psiquismo y desde sí mismo. No se trata entonces de un hambre aislado, ´separado de..´. Por el contrario, es siempre un hambre anudado. De nudos ajustados que no nos permiten comer, o cuerdas flojas de alimentaciones voraces”, expresa el licenciado en Psicología Germán Molina, que precisamente trabaja en sinergia con nutricionistas.
Según explica @ger_molina en Instagram, son más las veces que comemos por poca tolerancia a la frustración, aburrimiento, angustia, estrés, miedo y otras emociones de lo que creemos.
No obstante, “si comemos algo para tapar una emoción, la alegría podrá ser momentánea y efímera porque, cuando baja, nos sentimos diez veces peor”. Para ir a la raíz del asunto, el especialista propone elaborar lo que nos pasa y no medicarnos con comida como si fuera anestesia.
Cómo combatir el hambre emocional
Ahora que ya conocemos de qué se trata el emotional eating y sus orígenes, llega el momento del trabajo individual.
Como cada persona y cada emoción es un mundo, es importante comprometerse a involucrarse. Así lo explica el licenciado Marchetti:.“Para combatir este problema, lo primero que tenés que hacer es pensar el por qué y para qué estás comiendo. La solución a cuestiones emocionales en ningún momento es la comida, sino que se transitan como un proceso de conciencia”.
En vez de buscar anestesiarnos con alimentos, el experto en nutrición propone algunas alternativas para acompañar el proceso: podemos pedir ayuda a un terapeuta, hablar con amigos, hacer ejercicio o buscar actividades que nos permitan canalizar la ansiedad sin caer en malos hábitos. Pero, por sobre todas las cosas, entender que la comida no es medicina.
No hay tips, no hay demasiadas reglas. Pero la primera es detectar el problema, saber de qué se trata y empezar a hacer algo, paso a paso, para empezar a resolverlo.
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