La obra de esta chacra, realizada y ambientada por la arquitecta María Elena Salinas Ledesma, resulta una interesante variable para aprovechar recursos existentes sin perder calidad ni confort. Se levanta dentro de un terreno de algo más de 4 hectáreas ubicado en la zona del valle de Lapataia, en Punta del Este. Para su construcción –que demandó tan solo dos meses de obra–, la arquitecta Salinas utilizo un grupo de contenedores HC (High Cube, que tienen una altura superior a los estándar) de la firma Multicontainer, especializada en este tipo de módulos habitables.
En 72 m2 totales, se conjugan dos containers HC de 40 pulgadas (miden 12,19 x 2,43 x 2,90 m de alto), otro de 20 pulgadas (6,06 x 2,43 x 2,59 m de alto) y una ampliación armada con partes de contenedores. Su carcasa de metal se combinó con maderas para los decks, las pérgolas y el área de servicio.
La arquitecta –una argentina radicada en Uruguay, que trabaja con este tipo de contenedores desde 2001– optó por pintarlos en un berenjena intenso y brillante, que aparece bien secundado por el verde musgo de los ladrillos bolseados y la madera presente en los paneles hechos con tablas que esconden zonas de servicio.
Sobre una alfombra de sisal en tonos tierra, el living ofrece sillones en lino beige (Bernardita O.) con throws étnicos y almohadones. Los acompañan una mesa ratona en madera decapé gris (Mar Abierto), unos pufs de sisal con motivos étnicos y, desde lo alto, una lámpara Nido hecha con fibras naturales. Toda la casa lleva pisos de porcellanato imitación madera patinada.
A nivel constructivo, la arquitecta Salinas equipo la chacra con losa radiante eléctrica, ventanas con doble vidriado hermético y la aislación de una construcción tradicional. Pero además, tomó las riendas de la decoración, en la que busco (y logró) contrastar la veta industrial de los containers con muebles y textiles que dan una estética cálida y chic.
En el comedor, la mesa y las sillas de cedro revivieron con el reciclaje realizado por Bernardita O.: patina beige para las maderas y tapizado de mandalas en coral, verde agua y turquesa. Los candelabros de ceramica turquesa, el plato de bambu verde y los tonos vibrantes de las esferas suman chispazos de color.
En su gran mayoría, los muebles son piezas de la India hechos con maderas recicladas que aun conservan vestigios de su pintura original: en la cocina, tanto el que oficia de barra como el vajillero con puertas de vidrio (ambos realizados por Carlos Musse) son dos exponentes de esa gran familia.
La vista se mete dentro del dormitorio a través del bow window que lleva cortinas de lino en color tostado. La cama se vistió con manta blanca (Arredo), un throw turquesa de microfibra traído de Estados Unidos y almohadones (Compañía del Oriente) en verdes y azules.
El respaldo de madera reciclada (Matiz) abraza dos mesas de luz de teca patinadas que, al igual que el resto de los muebles, se compraron en Montevideo. Las lámparas fueron un regalo de casamiento y se aggiornaron con una nueva pantalla.
En la galería lateral se reúne el comedor de exteriores con la parrilla, que se ubica en un extremo para sumar una mesada de cemento y bordes de lapacho rústico. Allí, la pared se recorta para abrir una ventana al paisaje, y la alzada sirve de estante para macetas con hierbas y flores. El juego de mesa y bancos, así como la barra, es de pino tratado. Una jarra de cerámica con flores le da un colorido extra al espacio.
Producción: Valeria Crida.