"Mi nombre es Lady y tengo veintisiete años. Soy de la clase alta argentina, cosa que -acepto-no significa demasiado. Pero en mi burbuja social mi apellido es reconocido y crecí con muchos privilegios". Así, con esta presentación, arrancá Victoria Blaquier (32) el primer capítulo de su libro "Una lady en la Patagonia" (Suma).
¿Qué necesidad tenía alguien como ella, nacida en "cuna de oro", de dejar su vida acomodada para trabajar como guía de viajeros en un parque nacional?. Ella sintió que era su momento para animarse y probar algo diferente, algo alejado de su "prolijo" mundo. Para Ti habló con esa de esta experiencia increíble que tanto marcó su vida y además nos deja una reflexión y toda una enseñanza.
-¿Qué fue lo mejor de aquel tiempo que pasaste en Torres del Paine?
-Me cuesta un montón elegir una experiencia, pero en principio el entrenamiento de tres meses cuando llegué. Es algo que valoro muchísimo porque no cualquiera tiene la oportunidad de tener tres meses con profesores que te enseñan clases teóricas de geografía, glaciología, historia de la Patagonia, avistaje de aves, así como clases prácticas en terrenos, en senderos con compañeros con los que vivía en la casa de guías. Así que a todo el entrenamiento le tengo un cariño muy especial.
Además de tener el entrenamiento de guías y vivir en el parque nacional, guiar a viajeros de todo el mundo fue algo muy especial porque podía hablar con gente de todos los países que te puedas imaginar, intercambiar ideas de cómo viven. Hablando un poco de sus vidas, qué te hace feliz, qué te hace tener una vida completa, aprendí mucho.
Cuando me fui allá tenía miedo de que no hubiera riqueza cultural, yo estaba acostumbrada a ir al cine, al teatro, a museos y la verdad que hablando con la gente, cuando uno sabe escuchar puede aprender un montón. Conocí a viajeros de los cuales hoy soy amiga y sigo en contacto.
-¿Cómo fue que se te ocurrió postularte para ser guía en un parque nacional?
-Quería hacer algo yo sola. Lo pensé yo, lo creé, me postulé y me eligieron. Fue sentir que me podía parar sobre mis pies y cumplir mis sueños y alcanzar algo que tenía sentido para mí. Salir del confort, de los conocidos, y de los contactos y poder armarme desde un lugar que tenía sentido para mí. Tiene que ver con eso el libro y mi historia. Salir de la zona de confort, animarse y arriesgarse. Tener éxito no significa solo poder decir lo hice, para mí es decir: probé, me animé, aunque uno no pueda controlar el resultado o cómo va a salir.
Lo más lindo era vivir en el medio de un parque nacional. Te diría que ese fue el lujo más grande y una de las cosas más lindas. Era abrir la puerta y que mi patio sea las Torres del Paine. Ahora que estoy de nuevo en Buenos Aires, me parece alucinante recordar que viví en una casita sobre el río Paine, rodeada de montañas y toda esa naturaleza impresionante. Volver a estar en contacto con la naturaleza es en algún punto volver a mí también porque fue salir de la rutina y estar un poco más en silencio, sin ir al shopping, a comprarme cosas, a salir, al boliche, al restaurante... Era una vida mucho más tranquila y yo la estaba buscando en ese momento de mi vida.
-Hacer esa elección siendo una Blaquier, ¿fue una carga pesada para vos? ¿Cómo fue enfrentarte a tu familia?
-Cuando tomé la decisión sentí muchos nervios porque era una decisión muy jugada. Así que estaba nerviosa, pero fue una de las primeras veces en mi vida que decidí seguir mi intuición. Me guié por lo que decía el corazón y no la cabeza. Porque la lógica era seguir en Buenos Aires, creciendo en mi carrera en el mundo del arte y esto era un mundo nuevo, adentrarme a lo desconocido. Mis papás, la verdad siempre me apoyaron porque no les importa lo que haga mientras vean que yo estoy contenta tomando mis decisiones. Son súper respetuosos con lo que yo haga, con lo que quiera con mi vida.
Somos muy unidos, pero ellos entienden que cada uno tiene que hacer su camino. Eran más mis nervios como hija de decirle pensando en cómo iban a reaccionar, pero una vez que les dije, charlamos en profundidad y me entendieron. De hecho vinieron a visitarme en el Paine y me regalaron un libro de Comic con una frase que decía: "Volá hasta donde quieras llegar". Yo me animé porque tenía una familia y una red de contención muy grande detrás mío, sosteniéndome. Eso hizo que dar el salto fuera un poquito más fácil.
-¿Cómo es tu vida hoy: trabajás, tenés pareja?
-Ahora trabajo como agente de viaje en una empresa internacional muy conocida en el mundo. No estoy en pareja. Estuve de novia un par de años, conviviendo. Ahora estoy soltera nuevamente.
-¿Volviste a la Patagonia?
-Volví a Bariloche, a Traful donde tenía el campo mi abuelo. Nunca más volví a Torres del Paine. Creo que ahora con la publicación del libro quizás éste sea el año en el que vuelva por primera vez desde que fui guía porque es un año especial para mí y de reconexión con el Paine.
-¿Te arrepentís de algo de esa experiencia?
-No, pero tampoco creo que volvería a repetir la experiencia. Y eso que me encantó hacerla. Pero busco experiencias nuevas y ampliar el horizonte. Lo hice hace seis años cuando tenía 26 años. Ahora tengo 32. Ya lo hice. Es como irte a vivir unos años a New York, podés volver, pero no siento la necesidad de repetirlo. Volver a guiar, a hacer lo que ya hice, no me llama. Y no me arrepiento de nada.
-Al final del libro, dejás una recomendación: "la próxima vez que estés en la calle mirando la pantalla de tu celular... Mirá hacia arriba". ¿Por qué?
-Sinceramente lo elegí porque es lo que me salió. Todos mis amigos saben que no soy súper fan de estar con el teléfono y la tecnología. Me parece que esta buenísimo y nos une un montón, hace que el mundo sea un global y derriba fronteras sobre todo ahora en la pandemia. Poder estar conectados por zoom nos ayudó muchísimo. Así que tiene un lado que está buenísimo y tiene otro en el que salís a comer, y estás con alguien que la mitad del tiempo está mirando el celular. Va un poco por ahí el mensaje.
Hay un momento para guardar el teléfono y mirar a tu alrededor, a tu familia, a tu pareja, a tu hijo y poder conectar de una forma más orgánica. Me parece que los seres humanos lo necesitamos. Y obviamente es muy difícil porque el celular es una extensión nuestra y todos caemos en la trampa. Entonces el mensaje era un poco eso: salir de la pantalla y mirar alrededor, qué pasa enfrente de tu casa, en la esquina.
Las cosas extraordinarias están en el día a día, poder juntarte con alguien que no ves hace un montón, guardarte el teléfono y matarte de risa o llorar juntos. Conectar, estar más presentes, mirarnos a los ojos. Eso lo valoro mucho y quería ponerlo en el libro.
-¿Vas a seguir escribiendo?
-Planeo seguir haciéndolo. Me encantaría poder dedicarme a esto porque siempre fue lo más natural del mundo. Amo leer y escribir, y poder conectarme con el mundo y la gente que me rodea a través de esta forma de arte. Empecé a escribir unos cuentos par chicos durante la pandemia, que todavía están un poco verdes pero me gustaría hacer algo y después tengo planeados algunos libros más sobre la Lady, aventuras pero en otras artes del mundo. Así que tengo otros proyectos.
Hay que tomarse las cosas con más liviandad, que no sea todo tan pesado, tan serio, y sentir el humor propio. Creo que está muy marcado en novela. Y es eso, es probar: flasheaste, y te diste cuenta a la semana, al mes que no iba y no pasa nada si te volvés. Pero si no probás a veces no vas a saber. Tiene que ver con eso, con sentirnos más livianos, con jugar, con reír, con poder reírse de uno mismo cuando te sale bien y también cuando te sale mal. La vida está teñida todo el tiempo de lo bueno, lo malo, lo triste, lo alegre, y es lo que también hace que la vida sea una experienci tan maravillosa y enriquecedora. Ese es mi mensaje con este libro, sobre todo poder aprender a reírse de uno mismo.
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